Con treinta años recién cumplidos, el realizador mexicano Paul Leduc estrenaba su ópera prima en el Festival de Cannes de 1972. La presentación de esa producción ultra independiente, rodada en 16mm, en el evento cinematográfico más glamoroso del calendario, cimentó de inmediato su nombre y provocó en su tierra un interés inesperado, tanto por el tema como por la forma del film, basado libremente en los textos del poeta y activista estadounidense John Reed, a propósito de la revolución mexicana de comienzos del siglo XX. ¿Se trataba de una película política? En una entrevista de aquellos tiempos, en la cual se abogada por un cine comprometido e independiente, el cineasta afirmaba que “esa definición se presta a todos los malentendidos del mundo. Dependería de lo que se entienda por político. Yo diría que, más bien, es un intento de película politizada”. Con Reed, México insurgente Leduc iniciaba una carrera cinematográfica tan atípica como salvajemente personal, una carrera que se extendería hasta 2010 con el poco visto documental Caos. Leduc falleció ayer a los 78 años, luego de sostener una larga batalla con una enfermedad crónica, según consignan los medios periodísticos de su país.

Nacido el 11 de marzo de 1942 en el D.F. mexicano, Paul Leduc Rosenzweig estudio en la Universidad Nacional de México la carrera de arquitectura, antes de interesarse por el teatro y viajar a Francia para ingresar al famoso Institut des Hautes Études Cinématographiques, fundado por el cineasta Marcel L'Herbier a mediados de los años 40. En París, trabajó una temporada en proyectos televisivos, aprendiendo así algunos gajes esenciales del oficio, en una era en la cual el documentalismo para la pantalla chica se elaboraba a partir de materias primas fílmicas. Eran finales de la década de 1960 y el mundo (y el cine) estaba convulsionado. Al regresar a México, Leduc fundó la pequeña productora Cine 70 y trabajó en distintas capacidades –como sonidista, asistente de producción, chofer y eventual participante delante de cámara– en largometrajes como El grito (1968), documental sobre el movimiento estudiantil mexicano dirigido por Leobardo López Aretche, y México, la revolución congelada (1971), del argentino Raymundo Gleyzer. A Reed, México insurgente le seguirían una serie de cortometrajes y el largo documental Etnocidio: Notas sobre El Mezquital, que circuló por varios festivales internacionales en 1977.

Pero sería su film de ficción Frida, naturaleza viva (1983) –posiblemente la mejor biografía cinematográfica sobre la célebre pintora, en la cual la actriz Ofelia Medina encarnó el rol titular– el que volvería a poner al apellido Leduc en circulación masiva, transformándose a su vez en su creación más recordada. Luego llegarían ¿Cómo ves? (1986), la muy experimental Barroco (1989), inspirada en la novela Concierto barroco, de Alejo Carpentier, y en la cual la historia de México es contada a través de viñetas audiovisuales sin narrador a la vista, y Dollar Mambo (1993), suerte de melodrama con fuertes dosis de “politización”, siguiendo su propia tesis, que transcurre durante la invasión de Panamá de 1989. Films con un pie apoyado en la ambición de llegar a un público lo más amplio posible pero que, sin embargo, reniegan de la entrega a la domesticación narrativa o formal.

En 2006 su penúltimo largometraje, Cobrador: In God We Trust, estrenado mundialmente en el Festival de Venecia, Leduc adaptaba cuatro cuentos de Rubem Fonseca cuyo eje es el de unos particulares “cobradores de venganza”, y su reparto multinacional incluye a la argentina Antonella Costa, el brasileño Lázaro Ramos y el estadounidense Peter Fonda. La muerte de Paul Leduc deja huérfano al cine mexicano moderno de una de sus figuras más respetadas y talentosas. En palabras del crítico de cine connacional Alonso Díaz de la Vega, despidiendo al realizador en redes sociales, “Paul Leduc fue un cineasta audaz que no sólo representó lo tullido desde una perspectiva hambrienta de cambio, sino que intentó, con su forma trascendental, hacer una revolución en el espectador. Pocos en México se han acercado al estilo de Tarkovski como él”.