Borat Subsequent Moviefilm               7 puntos

Borat Subsequent Moviefilm: Delivery of Prodigious Bribe to American Regime for Make Benefit Once Glorious Nation of Kazakhstan; Reino Unido/EE.UU., 2020

Dirección: Jason Woliner.

Guion: Peter Baynham, Sacha Baron Cohen, Jena Friedman, Anthony Hines, Lee Kern, Dan Mazer, Erica Rivinoja y Dan Swimer.

Duración: 95 minutos.

Intérpretes: Sacha Baron Cohen, Maria Bakalova, Irina Novak.

Estreno en Amazon Prime Video.

Borat Sagdiyev, el periodista kazajo más famoso del mundo, está de regreso: el personaje creado hace dos décadas por el comediante británico Sacha Baron Cohen es protagonista de un nuevo largometraje, catorce años después de la Borat original. Sin Bush en el gobierno pero con Donald Trump como un más que digno reemplazante, la película comenzó a rodarse en secreto a comienzos de año y continuó durante los meses más duros de la pandemia. Por supuesto, esta secuela salvaje, despareja, cruda y, por momentos, tan punzante como un dardo venenoso, vuelve a acompañar al “héroe” en un viaje por la tierra de los libres y el hogar de los valientes, aunque el breve prólogo repasa lo ocurrido durante los tres lustros previos. Condenado a trabajos forzados eternos en un Gulag, Borat es ahora elegido para entregarle al vicepresidente de los EE.UU. un soborno a la altura de su nivel: un chimpancé con IQ elevado que, además de estrella porno, es el Ministro de Cultura de Kazajistán.

El viaje transoceánico lleva un polizón a bordo: Tutar, la hija adolescente de Borat, fanática de la película animada “Melania” –una parodia de los films de Disney con príncipes y princesas, basada en la vida de la primera dama estadounidense–, y la mujer soltera de mayor edad en su pueblo, según palabras del propio Borat. Cuando el mono queda fuera de la ecuación, la muchacha se convierte en el regalo ideal para el mandatario, luego de un intenso makeover. Hablada en parte en inglés y en parte en hebreo, rumano y búlgaro –mejunje de lenguas que, para el oído desconocedor, suenan “extranjeras”–, Borat Subsequent Moviefilm satiriza sin miedo a la ofensa la misoginia, el antisemitismo, el etnocentrismo, las teorías conspirativas y la “defensa de la vida”. En ciertos casos, esa posible ofensa puede deberse a la confusión entre el humorista y el blanco de la sátira; en otros, será la desnudez del rey la causa del agravio. Nuevamente, la mezcla de cámaras ocultas –en su mayoría simuladas– con escenas cercanas a la ficción convencional forman parte del ejercicio, con un Borat célebre y reconocible en la vía pública, obligado a ponerse otros disfraces por encima del traje gris y el mostacho.

Orgullosamente soez, el equipo de ocho guionistas diseñó un batallón de gags hilarantes, como el Manual del Usuario de Hijas –donde el mito de la vagina dentata adquiere resonancias represivamente patriarcales– o un Baile de la Fertilidad que pone patas arriba un típico baile de debutantes (suerte de fiesta de quince a la vieja y conservadora usanza). En otra instancia, Tutar –interpretada con gran efectividad por la actriz búlgara Maria Bakalova, auténtica coprotagonista junto a Baron Cohen– termina con un pequeño bebé de repostería en su panza, ocasión para una visita a un ginecólogo antiabortista. Luego llegarán los chistes con los negadores del Holocausto y un encuentro con dos ancianas judías tan gracioso como preciso en su componente de acidez. La intrusión de Borat, disfrazado de Trump, durante un discurso de Mike Pence prepara el terreno para la aparición del mismísimo Rudy Giuliani, en una secuencia que debe ser vista para creerse.

Borat Subsequent Moviefilm se hermana con su antecesora en la descripción del estado de las cosas, una sociedad dividida por una grieta ancha en la cual el concepto de “verdad” está cada vez más atado al deseo personal. Los tramos finales incluyen el cameo de una estrella de Hollywood, la invención del maskini y una genial vuelta de tuerca a una teoría conspirativa en boga, que no conviene revelar aquí. Pero detrás de los pasos de comedia, las descripciones sociales y el absurdo hay un sentido de urgencia que la Borat original no poseía, al menos con esta intensidad. Tal vez porque en aquellos tiempos no tan lejanos la locura del mundo parecía aún bajo control.