The Young Observant                              7 Puntos

L’aprendistato, Italia, 2019.

Dirección: Davide Maldi.

Guion: D. Maldi y Micol Roubini.

Duración: 84 minutos.

Intérpretes: Luca Tufano, Mario Burlone, Lorenzo Carpani, Enrico Colombini, Cristian Dellamora.

Estreno en Mubi como The Young Observant.

Dos tendencias contrapuestas se adivinan en el cine contemporáneo. Una extrema la irrealidad de la ficción, como la obra del japonés Sion Sono o las disrupciones musicales de The Hole (Tsai Ming-liang, 1998), de la portuguesa A fábrica de nada (P. Pinho, 2017) o de la chilena Lina de Lima (M. Paz González, 2019). La otra construye ficciones con herramientas de lo real. Es lo que viene sucediendo aceleradamente desde los primeros largometrajes de Abbas Kiarostami, con paradas en la obra de Lisandro Alonso desde La libertad hasta Liverpool, en la del portugués Pedro Costa o más recientemente en películas como la suiza Bird Island, que la plataforma Mubi estrenó hace unas semanas. A esta última estirpe pertenece The Young Observant, de Davide Maldi, cuyo título original es L’aprendistato. No es posible alcanzar con actores profesionales la impresión de realidad que se desprende del opus 2 de Maldi, que tiene por protagonistas a un grupo de chicos recién salidos de la escuela primaria, en tren de aprender los rigores de una escuela de alta gastronomía. Cuatro años de una formación tan severa como la de un internado religioso, al cabo de la cual deberán “empezar por el piso”, como advierte un instructor.

La secuencia inicial muestra a un chico que atraviesa una zona campestre y sube por unas piedras escarpadas. Pelirrojo, de mejillas ruborizadas y cabello demasiado desordenado para la etiqueta que la institución reclama, Luca Tufano es hijo de campesinos. Sabe cazar jabalíes, ordeñar y preparar queso, pero no es bueno para concentrarse en clase. Se distrae, ríe nerviosamente, mira hacia el costado sin nada que lo justifique. Es el más desatento de su camada, pero no el único que delata incomodidad. Ante una cámara atenta a sus cuerpos y sus rostros, todos parecen recién salidos del nido. Ninguno sabe del todo cómo pararse frente a sus instructores, cada uno de ellos se tienta de a ratos. La formación, que incluye el aprendizaje de las tareas de camarero, chef, barman y asistente de limpieza, exige perfección. Hay que saber sostener la bandeja con una mano, medir los centímetros exactos que deben separar una silla de la otra, mantenerse erguido pero con la sonrisa siempre lista. La exigencia es la más alta, aunque a diferencia de otros cuerpos institucionales aquí no hay maltrato: las buenas costumbres se enseñan con buenas costumbres.

Cómo y por qué fue a parar allí Luca, que confiesa que se aburre y lo demuestra, es una pregunta que queda sin respuesta. Mandato familiar, deseo de progreso social tal vez, una intención que a la hora del compromiso tambalea. Sea por el motivo que fuere, L’aprendistato sumerge al espectador --como todo buen documental-- en una realidad aparte, una cápsula que la vida cotidiana no muestra. Pero no se trata exactamente de un documental, tal como deja ver una secuencia temprana, en la que los recién ingresados atraviesan un claustro a paso regular, con un sonido procesado de fondo y percusión de maderas. El sonido es una pulsación, tan reiterada como las tareas que más tarde hastiarán a Luca. El severo plano fijo sobre los que marchan hace suponer al espectador que se trata de cadetes de un instituto militar, pupilos de un monasterio quizá. La puesta en escena está notoriamente orquestada. Esto no es un documental, parece recordar Maldi, aunque tenga mucho de ello (ver entrevista aparte).

Las reglas de formación del Istituto Alberghiero Mellerio Rosmini de Domodossola están férreamente codificadas, pero no son represivas. “Los cubiertos tienen que ir alineados en esta posición”, señala un docente y los corre un milímetro hacia la izquierda. Pero no se castiga a nadie por no hacerlo. Tampoco a Luca por su manifiesta negligencia en clase: en una reunión las autoridades le señalan las deficiencias de su atención, pero no lo amenazan con la expulsión. A Maldi no le interesa subrayar la opresión de las instituciones sobre los individuos, sino señalar las dificultades propias del pasaje de la niñez a la adolescencia, cuando se elige un camino escarpado como el que Luca afronta en la escena inicial.