Cumplió con el sueño del pibe y jugó en Primera. 

Cumplió con cada uno de los hinchas de Argentinos Juniors que lo veían en las inferiores y le auguraban un futuro de fenómeno.

Cumplió con todos los hinchas de Boca que imaginaban que con él podían salir campeones.

Cumplió con nuestras fantasías de los hinchas de la Selección cuando en nombre de todos hizo el mejor gol de la historia de los Mundiales.

Cumplió con otras fantasías diferentes cuando les metió la mano en el bolsillo a los ingleses el día que hizo un gol, con la mano de Dios y otro con la paleta de Picasso y el cincel de Miguel Angel.

Cumplió con nuestras ilusiones de lograr un campeonato en el rodeo ajeno del Azteca.

Cumplió con los napolitanos a quienes les reconoció con su juego el derecho a que el sur pobre se pueda sentir ganador, por una vez, ante el norte poderoso.

Cumplió con los jugadores del mundo cuando sacó la cara por todos enfrentándose a Joao Havelange y a Joseph Blatter y nunca se refugió en la comodidad del que mira desde el pedestal.

Cumplió con casi todos los que le pidieron un autógrafo, un apretón de manos, una foto por el amor de Dios.

Cumplió con su condición de ser humano porque nunca se propuso ser modelo de nada. Y como humano cometió macanas, errores, equivocaciones y entró en contradicciones aunque, en el fondo, nunca dejó de cumplir con sus orígenes, ni renegó de ellos.

Cumplió con la pelota que no se mancha y con la dignidad que no se negocia.

Hoy cumple sesenta años llenos de vida, obra y milagros.

Que los cumpla muy feliz.