La pandemia sigue instalada y parece estar cómoda, porque por ahora no da muestras de querer irse a ningún lado. El panorama no es alentador pero, parafraseando a Humphrey Bogart, podría decirse que “siempre tendremos las películas”. Porque si hay algo que durante este largo encierro se convirtió en un sostén anímico y vital, ese algo fue el cine. Decenas de festivales, ciclos y muestras que perdieron su lugar en las salas no dudaron en hacer el sacrificio de saltar al vacío del streaming –formato que hasta ayer nomás era el enemigo—, con tal de no abandonar a su público en el momento de mayor necesidad. Muchos de ellos de manera desinteresada, enrolándose en el ejército de salvación de las actividades libres y gratuitas. A ese batallón se suma hoy el XVII Encuentro de Cine Europeo, que hasta el 30 de noviembre ofrece un programa que podrán verse, sí, de forma online y gratuita.

Organizado por la Delegación de la Unión Europea en Argentina, con apoyo de las Embajadas e Institutos Culturales de los países miembros, esta edición del Encuentro ofrece un menú de trece títulos provenientes de distintos países del viejo continente. En simpatía con los tiempos, la programación se organiza a partir de una mirada con perspectiva de género, poniendo a dialogar obras que reflejan y acompañan muchos de los procesos sociales que signan al mundo actual. Una invitación a reflexionar sobre temas como la desigualdad, el empoderamiento, la discriminación y la exclusión, entre otros.

Además de las películas, las actividades de la programación se completan con una serie de eventos especiales, como charlas abiertas al público general y talleres de formación para estudiantes y jóvenes cineastas, a cargo de distintos referentes de la industria. A partir de ellas se busca seguir fomentando el intercambio cultural y el aprendizaje. Las películas y más información sobre el XVII Encuentro de Cine Europeo están disponibles en el sitio https://www.cineueargentina.com.

A pesar de girar sobre un eje temático específico, la programación ofrece una saludable variedad. Decisión que comienza por liberase del prepotente corset de lo nuevo, para incluir algunos títulos que llevan años cosechando elogios de público y crítica. Es el caso de Morir como un hombre, notable trabajo del portugués João Pedro Rodrigues sobre la noche de Lisboa a través de la figura de Tonia, una travesti que ya en su madurez decide dar el paso de cambiar su identidad sexual. Elegíaca pero también celebratoria de la vida, Morir como un hombre tuvo su estreno en la edición 2009 del Festival de Cannes y entre otras distinciones obtuvo el premio Cine del Futuro en Bafici 2010 y fue elegida por la filial local de Fipresci como Mejor Película Extranjera estrenada comercialmente en el país durante 2011. Una película que vale la pena volver a ver (o descubrir, para quienes aún no lo hayan hecho).

Aunque algo más recientes, a esa misma categoría pertenecen Self-Portrait of a Dutiful Daughter (Autorretrato de una hija obediente, 2015), de la rumana Ana Lungu, y Mellow Mud (Barro Blando, 2016), del letón Renārs Vimba. Estrenadas en los festivales de Rotterdam y Berlín, ambas películas tienen como protagonistas a mujeres jóvenes agobiadas por el peso de cargas diversas. La primera de ellas es una chica que se acerca a sus 30, con una buena familia, carrera universitaria y buenos amigos. Pero cuando sus padres deciden mudarse y ella queda sola en la vieja casa familiar, que debe lidiar por primera vez con su propia vida. La segunda joven atraviesa los difíciles años finales de la adolescencia, viviendo junto a su abuela y su hermano menor en un pueblito rural. Pero cuando la adulta muere, los dos niños deben recurrir a distintos trucos para ocultar la situación y mantenerse unidos.

Los ejes temáticos de estas tres películas (identidad sexual, crisis de juventud y adolescencia) son retomados por otros títulos programados, todos de 2018. El primero en el film austríaco Erik y Erika, en el que Reinhold Bilgeri recupera la increíble historia real de Erik Schinegger, quien nació y creció como mujer, y como tal fue campeona mundial de esquí alpino en 1966. Pero dos años más tarde, cuando se preparaba para los Juegos Olímpicos de invierno, una prueba genética determinó que Erika era biológicamente hombre y fue descalificada. Extraño y paradigmático, su caso sigue siendo un ejemplo en las luchas de género.

Por su parte, en la eslovena My Last Year as a Loser (Mi último año como perdedora), de Urša Menart, es otra joven universitaria de casi 30 la que lucha por encontrar su lugar en el mundo. A diferencia de la mayoría de sus amigas, que decidieron emigrar en busca de un destino mejor, ella elige quedarse en su país. El film aborda las dificultades que enfrenta tras tomar esa decisión. En cambio, la alemana Nadar, de Luzie Loose, vuelve a las complicaciones de la pubertad junto a Elisa, una quinceañera que por su timidez padece el bullying de sus compañeros. Pero su vida da un giro cuando comienza una amistad con una chica decidida y segura de sí misma, su opuesto complementario. Junto a ella su actitud cambia, dejándola ante el dilema de convertirse en aquello que la sometía.

Buñuel en el laberinto de las tortugas

El programa también incluye películas animadas, aunque no siempre se las pueda considerar infantiles. A esa categoría pertenece la española Buñuel en el laberinto de las tortugas, de Salvador Simó, ganadora en 2020 del Goya a la Mejor Película Animada. En ella se recrean las experiencias del gran maestro del cine español durante el rodaje de su documental de 1933 Las Hurdes, de cuyo metraje se incluyen poderosas imágenes. En cambio la polaca Jacob, Mimi y los perros del barrio (2018), de Edmunds Jansons, es decididamente una película para chicos que cuenta las aventuras de un nene y una nena, quienes junto a una jauría parlante deciden sabotear un destructivo proyecto inmobiliario.

La programación se completa con la sueca Solo nos queda bailar (Levan Akin, 2019), la finesa Lady Time (Elina Talvensaari. 2020), la francesa Cassandro, el Exótico (Marie Losier, 2018), la coproducción greco española Una ventana al mar (Miguel Ángel Giménez, 2019) y la italiana El vicio de la esperanza (Edoardo De Angelis, 2018).