La Dirección Nacional de Migraciones (DNM) entregó a 110 senegaleses de la ciudad de La Plata la renovación del permiso de residencia, un documento que, aunque temporalmente, permite la estadía legal en el país. La falta de documentación es una de las barreras que la población senegalesa enfrenta al llegar a la Argentina. “Si hoy todos tuviéramos DNI la calle estaría vacía”, señaló a Página/12 Tala Sar, desde su casa en La Plata. De las residencias entregadas, un 20 por ciento espera la resolución de la solicitud de refugio, para lo cual se debe expedir la Comisión Nacional de Refugiados (CONARE) y a través de la que se puede iniciar el trámite para una residencia permanente.

Tala llegó a La Plata en 2015, después de vivir durante ocho meses en lo de un primo, en Brasil. Ahora vive con su hermano y juntos manejan un pequeño local en el centro de Quilmes, donde venden accesorios de celulares. En Senegal Tala creció en Palmeo, en la región de Louga, donde estudiaba para ser profesor de Historia. Antes de terminar la carrera y tras la insistencia de su familia, se fue del país. “Mi mamá y mis hermanos me insistieron con venir. Mi hermano mayor ya estaba acá desde hacía tres años y le iba bien, entonces me animé”, relató Tala, y aclaró: “yo no quería irme pero allá no había trabajo, y como profesor los primeros cinco años se pagan muy poco, casi nada”.

El primer destino fue Brasil, adonde llegó con una visa y a la casa de un primo. Trabajó durante ocho meses en una empresa que comercializaba pollos. “Entraba a la una de la madrugada y trabajaba hasta las doce del mediodía, era agotador, y encima me pagaban una miseria”, señaló. Al llegar a La Plata, donde vivía su hermano, empezó como vendedor en la vía pública. “Lo más normal es que al llegar alguien te guíe, te muestre donde comprar y cómo vender. Después cada uno es libre de hacer lo que quiera”, explicó Tala, en referencia a una denuncia radicada en la Justicia federal, que señala a miembros de la comunidad senegalesa platense por ser parte de una “asociación ilícita” y “organización criminal”, y detalló: “nos manejamos a través de la solidaridad, si a uno le falta mercadería todos ponemos algo de plata y compramos para que pueda salir a vender. Así nos organizamos, en cualquier parte del mundo. Nos ayudamos unos a otros, pero cada uno toma sus propias decisiones”.

Una tarde del 2016 mientras vendía accesorios para celulares en la calle 12 de La Plata, un operativo de control de la Municipalidad le confiscó la mercadería. “Durante un mes fui a reclamar todos los días. Al final me devolvieron la mitad de las cosas”, relató Tala, quien luego del episodio decidió empezar a ahorrar un poco cada mes para poder pagar un puesto en la feria de Florencio Varela, que más adelante se transformaría en un local comercial en Quilmes. “Cuando vendemos en la calle y vienen a controlarnos nos piden la documentación y muchas veces no tenemos la residencia o está vencida, porque la residencia precaria hay que renovarla cada tres meses”, explicó y remarcó que “en la calle, a todos nos pasó alguna vez que nos saquen la mercadería. A veces se recupera, pero en general no”. En diciembre del 2019, más de 90 integrantes de la comunidad senegalesa de La Plata firmaron un amparo que presentaron ante la Justicia local donde reclamaban “el cese de la discriminación hacia las personas de origen senegalés que ha acarreado la ejecución del operativo policial llevado a cabo en la ciudad”.

DNI, la llave para todo

Tala tiene la residencia precaria desde 2015, y aunque inició el trámite para solicitar la permanente, todavía está esperando que llegue el certificado de antecedentes penales desde Senegal. “Al no tener consulado ni embajada en Argentina, tenemos que pedir la documentación, recibirla, y mandarla de nuevo a África, al consultado argentino en Nigeria, y después tiene que volver acá”, explicó Tala, y aunque parece un laberinto kafkiano es la situación con la que se encuentra toda la comunidad senegalesa.

Según el último informe de la CONARE, entre el 2015 y 2019 se iniciaron 2.000 trámites de solicitud de refugio por parte de residentes senegaleses en Argentina. Aunque la mayoría no se define como refugiado sino como migrante, obtener ese reconocimiento es una de las maneras más accesibles de lograr un documento que acredite legalidad en el país y poder acceder, por ejemplo, al número de CUIL, requisito que suele solicitarse en cualquier trabajo formal.

Djiby Thioune vende sombreros, gorras y billeteras en el centro de la ciudad de La Plata. Llegó a fines del 2014 incentivado por su primo, que hacía cuatro años vivía en Argentina. En Senegal vivía en una zona rural, donde trabajaba cuidando animales junto a su padre. Para llegar a la capital bonaerense, viajó primero a Guayaquil, en Ecuador, después a Bolivia y de ahí a Brasil, donde vivió un tiempo en la ciudad de Porto Alegre, a base de changas. Finalmente llegó a Argentina, se reencontró con su primo y él le enseñó a trabajar: comprar en Once o en La Salada, y vender en el centro de La Plata.

A pesar de que para él ya pasaron los tres años reglamentarios para tramitar la residencia permanente, todavía tiene la residencia precaria, que tiene que renovar al cumplir los plazos de vencimiento, cada tres meses. “La documentación es la llave para todo”, sostuvo Djiby, que se define como “una persona muy sociable”. Gracias a su forma de ser y al entusiasmo, aprendió rápido a hablar y entender el castellano, que se suma a su lista de idiomas: francés, inglés, portugués y wolof, su lengua materna. “Podría trabajar como traductor”, bromeó aunque después remarcó que “tener otro trabajo, otra rutina que no implique estar en la calle, sería lo mejor”.

Un colectivo que se autogestiona

Según una encuesta realizada por Sonia Voscoboinik y Bernarda Zubrzycki, investigadoras de la Universidad Nacional de La Plata y CONICET, en el marco de la investigación “Agencia y asociacionismo en contextos de violencia institucional”, el 44 por ciento de la población senegalesa que vive en la ciudad de La Plata llegó a Argentina desde Ecuador, a través de un convenio que tuvo vigencia hasta 2015, que permitía a la población de Senegal ingresar a ese país sin solicitar visado. En cuanto a la situación migratoria, según los datos que obtuvieron las investigadoras, el 65 por ciento cuenta con una residencia precaria y sólo el 6 por ciento pudo obtener la documentación para entrar de forma legal al país. Como Senegal no tiene representación consular ni embajada, cualquier trámite, como el certificado de antecedentes penales requerido en la solicitud de residencia, representa una dificultad para la población senegalesa.

“Pensar a los migrantes desde las posibilidades de agencia es despojarlos del estatus de víctimas y reconocerlos como agentes con capacidad de acción, de cambio, de tomar decisiones, iniciativas y riesgos”, afirman Voscoboinik y Zubrzycki, que integran el Grupo de investigaciones sobre migraciones africanas y afrodescendencia en Argentina, quienes trabajan hace más de diez años junto a la comunidad senegalesa de la capital bonaerense. En esto coincide Cheikh Gueye, referente de la Asociación Senegalesa de La Plata. “No tener documento te complica muchas cosas, siempre estás dependiendo de alguien, no podés salir a buscar trabajo, para todo te tienen que ayudar”, advirtió Cheikh, que llegó al país en 2014 y a principios del 2019 logró que le otorguen la ciudadanía argentina mediante un proceso judicial que se tramita, después de tres años de residencia documentada en el país, en los tribunales federales.

La Asociación Senegalesa de La Plata todavía está a la espera de su personería jurídica, trámite que iniciaron en 2017, tres años después de su conformación. “La organización nos sirve para ayudarnos, porque no tenemos ningún organismo que nos represente, y también para resolver trámites y problemas que no podemos resolver solos”, relató Tala. En 2007 y en la Ciudad de Buenos Aires, integrantes de la comunidad senegalesa conformaron la Asociación de Residentes Senegaleses en Argentina (ARSA), que tiene el mismo rol de apoyo pero para las y los senegaleses que viven en CABA, y que obtuvo la personería jurídica como asociación civil en 2015.

Cerca del mediodía, Cheikh va a buscar su mercadería -lentes de sol, billeteras, cadenitas- que guarda en el garaje que le presta un amigo, y sale a vender por el centro de La Plata. Como Djiby, él relató que también llegó desde Ecuador, pasando por Perú y por Bolivia, y explicó: “no somos refugiados, los senegaleses somos migrantes independientes que tenemos una gran falta económica y por eso nos vamos de nuestro país, para buscar una oportunidad, y porque tenemos el derecho de hacerlo”.

Informe: Lorena Bermejo.