A una personalidad tan abarcativa y con múltiples aspectos como la de Pino Solanas se la ha considerado siempre partiendo de diferentes parcialidades. Ante todo, quiero destacar la que he aprendido a apreciar muchísimo desde que nació nuestra estrecha amistad hace cuarenta años en París: su lucidez. Y esta abarca también todas las demás. Sabía muy bien analizar el contexto que asumía -sea político, cultural o específicamente cinematográfico- con una claridad que se manifestaba en su poder expositivo verbal, de gran precisión didáctica, en su concepción cinematográfica y en su poder de orquestación de panoramas complejos, sean puramente creativos, documentales u oratorios.

Otro aspecto que quiero destacar era uno, que lamentablemente, es muy extraño: su gran patriotismo. Su país era parte fundamental de sí mismo. Y sabía analizar curiosamente todos sus aspectos como un gran maestro que sabe enseñar, como quedó demostrado en la serie de diferentes documentales sobre la Argentina que realizó durante su carrera como director de cine.

Los dos aspectos hasta ahora señalados de su personalidad hablan también de un tercero: su sensibilidad, y allí el artista. No es nada común el político-artista aunque haya muchos artistas comprometidos políticamente. Es que lo propio de Pino en cuanto político no es que lo fuese -no sabía jugar muy bien ese ajedrez- sino que ante todo y magníficamente era un estadista. Sabía analizar las numerosas problemáticas de nuestro país, y que querían los argentinos y argentinas en sus diferentes aspectos. Y así también sabía concebir todo aquello que encaraba: tenía una visión de conjunto como si se tratase de una obra de arte.

El testimonio más claro de nuestra amistad lo dejó asentado en su último documental que está por ser estrenado, una vez que esta terrible pandemia haya terminado. Se trata de un largo film sobre la obra artística de Eduardo Pavlovsky, del propio Pino y de la mía con el elocuente título de Tres a la deriva del caos creativo.

En estos momentos escribo estas líneas con dolor y alegría también porque terminar una vida como la suya es para pensar que esa vida fue su gran obra.