La persiana se levanta en un local de barrio como si fuera un telón pesado y ruidoso. Detrás de la vidriera ella revela su prestancia como si la noche, sus encantos, su forma inesperada, su alegría luminosa, pudieran ocurrir a las cinco de la tarde. Un público en hilera (somos, a decir verdad, casi todas mujeres) se las arregla entre las calles angostas próximas al Congreso. A veces cruzamos para no mezclarnos mucho pero la algarabía deja atrás esa tarde aturdida entre colectivos y patrullas policiales.

Susy Shock canta con una voz que parece gobernar esa hora donde el fin de semana se inicia. Pero no solo su cantar hace su voluntad con nostras, como en un cuento borgeano, nos despierta del confinamiento, nos pone a bailar en la calle como si todo pudiera superarse, ella también arenga una presencia que es artística y política. En la puerta del bar de la cooperativa Mu, donde se publica una revista y se desgranan muchas otras actividades, Susy y sus compañeras le hablan al artista asustado, aquel que está esperando un permiso para poder hacer su experiencia escénica. 

Susy propone volver al barrio, imaginar un teatro en la vereda, desde el balcón, para lxs vecinxs. En las postas teatrales que se realizan desde el espacio Mu se presiente un revuelo. Algo deberá ser pensado o desterritorializado. Susy hace de su canto una acción performática. Además de su destreza como artista, de su manera de decir precisa y magnifica, está la claridad de saber que esa instancia social que genera con su imagen detrás de un vidrio, con esa mano que toca a su espectadora de turno mediada por una vidriera, está discutiendo un modo de hacerse de lo público, del espacio de la calle, en estas condiciones. Los cuidados no implican un repliegue. 

Su equipo de trabajo lleva un atuendo de astronauta que remite a la necesidad de protegernos. Todo un dispositivo de artistas busca, de un modo diáfano y festivo, que el disfrute del espectáculo no altere las medidas de distanciamiento, pero la posta teatral es un procedimiento, una salida al mundo, al encuentro con lxs otrxs. Plantarse más allá de las prohibiciones es algo que Susy sabe hacer pero su palabra no es didáctica sino poética. A cada espectadora que se sienta en el banquito asignado le regala una canción. El fervor de una tarde donde se cruzan lxs manifestantes de la toma de Guernica es un material que Susy integra a su canto porque estar en la calle implica una atención sensible frente a lo imprevisto. Sumar esa sustancia social que constituye la escena.

En un instante colocan un micrófono para a la cantante Maca Mona Mu que está en la vereda mirando el show y su voz es poderosa y bella. Todo tiene esa fuerza ansiosa después del encierro. Entre el público Laura Sbdar y Consuelo Iturraspe, dos jóvenes dramaturgas, disponen sus cámaras para filmar lo que ocurre. Ellas están armando un documental donde se preguntan si el teatro ha muerto y de pronto se genera una síntesis de este momento. La posta teatral deviene en un encuentro desprevenido entre urgencias diversas que están alertas a un tiempo que desconocemos.

Una semana después, la posta se unió a la marcha del orgullo. “No somos todas iguales, algunas estamos más locas que otras” dijo Valentina Brishantina. La desobediencia que pregona Susy tiene algo de la osadía mágica de los ochenta que generó una estética irresistible, especialmente desde una impronta travesti que creó otra manera de actuar y de estar en un escenario. Algo de esos cuerpos que vibran en lacalle y en la escena puede ser también un fulgor que despabile esta época.

La posta teatral de Susy Shock ocurre cada viernes a las 16:30 en la puerta de la Cooperativa Mu. Riobamba 143, CABA.