El neologismo aplica a la acción de decir lo que se piensa sin medir o pese a las consecuencias negativas que los dichos puedan tener sobre quien los expresa.

Las palabras de la ministra Acuña que salieron a la luz deberían costarle la renuncia, sino fuera porque en realidad son la fiel expresión del pensamiento de la fuerza política que la sostiene en el cargo. Descalificar a los docentes de la forma en que lo hizo, es el mejor modo para comprender la relevancia que tiene la educación pública y la comunidad educativa para la Ministra, quien encarna una gestión que ha dado sobradas muestras de políticas que no se basan en el diálogo sino en la confrontación permanente.

Hace unos años, la discusión sobre la creación de la UniCABA a espaldas y en contra de la comunidad docente en su conjunto, mostró la poca vocación de diálogo del gobierno porteño. Lo mismo sucedió con ensayos como la Nueva Escuela Secundaria, o la “Escuela del Futuro”. Ahora en el Consejo Federal de Educación, la ministra se apuró a romper con el consenso general (incluso de las provincias gobernadas por Juntos por el Cambio) para imponer un adelantamiento del ciclo lectivo 2021 cuyo objetivo tiene mucho más de electoral que de aporte concreto al proceso educativo.

El anuncio en CABA del retorno a las aulas a un mes de la finalización del ciclo lectivo 2020, sin comunicarlo previamente a los cuerpos directivos de las escuelas, sin aprobar protocolos, sin prever la situación de los no docentes, y desconociendo las necesidades de los edificios escolares luego de permanecer 6 meses cerrados, generó ansiedad y confusión en toda la comunidad educativa.

No es posible el diálogo cuando se elige convertir el aula en un campo de disputa político partidaria para confrontar con los maestros y lo único que se pretende el setear la agenda con títulos llamativos que carecen de contenido útil.

¿Con quién se construye educación de calidad si no es con ellos y sus directivos?

La educación es un derecho y en sociedades como las nuestras, para convertirse en una verdadera herramienta de movilidad social ascendente, debe ser esencialmente inclusiva. Esa es la mejor garantía de una sociedad justa y abierta a las oportunidades de desarrollo que presenta el siglo XXI.

Soñamos otra Buenos Aires. Una ciudad que valore la educación pública, que respete a sus docentes y a toda la comunidad educativa, que crea en la calidad, que apueste por la innovación con inclusión y la creatividad, que no censure y que fomente el trabajo colaborativo y abierto antes que la confrontación permanente. Que construya un futuro basado en la confianza y el reconocimiento de la diversidad en todas sus formas.

Más allá de etiquetas partidarias, precisamos formular una política educativa que ponga al estudiante por delante de todo, que reivindique la función social y educativa de la docencia, que atienda con infraestructura y recursos al sistema educativo y que prepare a las nuevas generaciones para vivir y convivir en plenitud en con el presente y el futuro.

Si queremos una sociedad donde la curiosidad tenga premio, donde la investigación sea reconocida y donde el progreso sea el resultado del esfuerzo colectivo, necesitamos enfocarnos en modelos de políticas de estado que se orienten a fomentar mucho mas la posibilidad de hacernos nuevas preguntas que la soberbia de creer que somos dueños de todas las respuestas. 

* Presidente de Avancemos por un Progreso Social