"Sé que merecen y esperan una explicación sobre la polémica que se generó en los últimos días, ya que entiendo que causó dolor e incomodidad en muchos de ustedes, sin haber sido mi intención". Después de más de diez días de cosechar repudios, la ministra de Educación de Horacio Rodríguez Larreta le hizo llegar a los docentes porteños una carta. Soledad Acuña trata de encontrar un antídoto a su sinceridad. 

Tras haber descripto al universo de maestros y profesores como viejos, fracasados, con escaso capital cultural y --perdón el neologismo-- "adoctrinadores", se permite considerar que "se merecen" una explicación sobre la "polémica". Eso sí, aclara, que no fue su "intención" causar "dolor e incomodidad". Un relato digno de una cirujana del lenguaje dispuesta a perfeccionar el control de daños.

La ministra recupera en su carta el dispositivo que, quizás, en el diálogo en confianza con el profesor de Educación Física Fernando Iglesias --a la sazón diputado nacional del PRO-- se le fue de las manos: apuesta a circunscribir a los gremios el rol de adoctrinamiento. "Con los chicos no", dice y ratifica el efectivo artilugio de la derecha por el cual todo lo que interpele el relato dominante pasa a ser ideología. Vade retro. Como se sabe, el poder es aideológico, sólo se trata de ejercerlo y garantizar sumisión. 

En el acto de jura del Día de la Bandera, el 20 de junio de 2016, el entonces presidente Mauricio Macri, jefe político de Acuña, les hizo cantar a los cientos de niñes de primaria: el "Sí se puede", su latiguillo de campaña. "¡¡No escucho!!", gritó, "¡Claro que se puede!", arengó ante la mirada atónita de maestros y autoridades al pie del Monumento a la Bandera. Quizás la misiva de Acuña tendría que tener al expresidente como destinatario. De hecho, varios de los descalificativos propinados a los maestros podrían cuadrar en su figura.

"Los abrazo con todo mi respeto (sic) y cariño", se despide Acuña en su carta. Ahora sí que ni la sinceridad queda en pie. Habrá que ver si acuña soledad o suma algo más que a la versátil Patricia Bullrich sentada sobre el césped, en posición de Buda, con un un grupo de vecines de Barrancas de Belgrano dibujando la E de educación. La performance que ideó para respaldar a la ministra.