Tener una madre con Alzheimer puede ser algo parecido a entrar en una historia de terror. El cuerpo de la otra persona se experimenta ocupado por alguna fuerza enemiga que la desvía para siempre de quien fue y la lleva por una variedad de instancias, de identidades que se vuelven contradictorias, imposibles de dominar para quien lo sufre y también para las personas que intentan interactuar con ella. Hay una falta de dominio del pasado y de ese presente impreciso que se entiende roto, desmembrado. 

En esa incerteza, donde el cuerpo aparenta estar ocupado por una fuerza desconocida que se manifiesta sin reparos, se meten Paula Manzone y Paula Morel al construir su cortometraje Pequeña. La protagonista llega hasta la casa de su madre para cuidarla durante todo un día, lo hace para reemplazar a la mujer que se ocupa de esa tarea habitualmente de forma paga, pero no está sola, la acompaña su beba, una niña de nueve meses que será una pieza determinante, una atracción, alguien que guiará las acciones sin saberlo. 

Lo que trabajan las directoras y guionistas es la posibilidad de huir de la propia vida a partir de esa instancia de fuga que es la demencia. ¿Qué pasaría si nos tomáramos al pie de la letra ese relato delirante o si lo usáramos como una estrategia para desentendernos de quienes somos? La narración devine en una zona de asperezas. En primer lugar porque la madre no es una figura tierna. Como suele suceder cuando algo en el cuerpo empieza a generar el delirio, surge una violencia, una agresividad que aleja a la mujer con Alzheimer de la compasión. Aquí el personaje que está a cargo de Beatriz Spelzini genera un pánico mortecino que nos lleva a identificarnos con la hija, personaje que interpreta Manzone, una de las directoras y guionistas del cortometraje. Ella y su beba parecen estar en peligro pero lo que muestra la historia es la fragilidad de dos mujeres que, a la vez, pueden ser tan poderosas como para llevar al límite la vida de la otra.

Spelzini no tiene contemplaciones con ese personaje y sabe cuidar lo que permanece en una identidad que se muestra siempre vencida pero dispuesta a atacar, en un acto que sugiere una batalla interna en un alma secuestrada por otras voces que la dejan herida, borrada por momentos. Es justamente el tercer personaje, la pequeña del título que no puede entrar en las coordenadas de la actuación, quien se convierte en objeto de un amor equívoco. Ella será quien desarme y ordene la trama pero lo más interesante de Pequeña se juega desde lo que no se dice, desde el pensamiento de la hija que adivinamos por la eficaz actuación de Manzone. 

Ese drama que se plantea en el territorio de los cuidados delimita una vida que parece transcurrir entre elementos secundarios. La conversación fugaz que la protagonista tiene con un heladero en la plaza, interpretado por Osvaldo Laport, genera un deseo incipiente en una vida que parece apagada y lleva a pensar que es demasiado el tiempo de una existencia que se desgasta en las tares donde parece no estar pasando nada. Pero que es allí, en esos momentos insoportables, cuando la tristeza llega como una ráfaga, donde pueden invadirnos los deseos más escondidos. Pequeña es también la historia de una elección, de una épica mínima que nadie nota, pero que a veces nos lleva a preguntarnos cuál es la idea de la libertad que somos capaces de sostener. Esa tentación de ser otra, o de dejar una parte de nuestra vida para que todo sea más liviano, es tan viable como insoportable.

Pequeña se presenta el 5 de diciembre en el Festival Calzate esos Cortos (Salta). Para verlo, entrar al Instagram de Calzate estos cortos.