Dora Barrancos acaba de publicar el libro Los feminismos en América Latina. Le llevó tres años escribirlo. “Ha sido un esfuerzo descomunal”, describe la historiadora feminista, investigadora principal del Conicet y actual asesora presidencial. Se trata de una publicación con referato, que forma parte de la colección Historias Mínimas que edita El Colegio de México y dirige el investigador argentino Pablo Yankelevich. Pero no tiene tono académico. Condensa en casi 300 páginas los grandes acontecimientos de los feminismos del siglo XX en los diferentes países de la región, sus protagonistas, sus voces, las demandas. Y también una selección de las movilizaciones multitudinarias más recientes: el surgimiento del movimiento Ni Una Menos y la marea verde de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto, las insurgencias en las universidades chilenas contra los acosos y abusos en ese ámbito institucional educativo; las protestas por la paz en Colombia y en Brasil, “Ele Não”, contra Jair Bolsonaro; la rebelión al patriarcado en las comunidades indígenas y los juicios de Abya Yala a la justicia patriarcal.

--¿Qué se propuso?

--Hacer la historia de los feminismos por supuesto tiene una gran complicidad con la historia de las mujeres, pero no es lo mismo. La historia de las mujeres no implica militancia sobre sus derechos. La historia de los feminismos es agencia por los derechos, asociarse y manifestarse en procura de una reivindicación. Dentro del movimiento de mujeres caben los movimientos feministas. En los encuentros nacionales de mujeres en Argentina, quienes participan seguramente son feministas, pero los encuentros en sí mismo no lo son. El feminismo no es un mero enunciado acerca de cómo es nuestra condición. Tiene el objetivo de reivindicar derechos. El libro cuenta esa historia del siglo XX y la más reciente del XXI.

--¿Cómo trabaja para recuperar la historia de los feminismos?

--El primer paso es recuperar el estado del arte: qué han hecho otras y otros acerca de este objeto, los feminismos. Pero en gran medida, luego de tener ese mapeo en cada país, la orientación hacia las fuentes, por ejemplo, las revistas. La verdad es que fue muy interesante lo que ocurrió con algunos países: Uruguay me sorprende porque tiene una identificación muy precisa de las publicaciones periódicas, aunque faltan algunas feministas que de manera indirecta pude obtener. Chile también ha hecho un esfuerzo muy grande para clasificar ese material. En Argentina no tenemos ese trabajo de identificación y de digitalización de las fuentes. Cuando está hecho en un país facilita inmensamente la tarea. ¿Querés ver cómo se posicionaba el periódico del famoso Movimiento de Emancipación de las Mujeres Chilenas, que quiero tanto, que emerge a mediados de los ’30 con la famosa Elena Caffarena? Se puede conseguir. Después, en algunos lugares hay memorias: alguien la hizo. Ahí se abre la posibilidad de una cierta crisis en relación con esa fuente: qué recupera, qué no dice. 

Quiero hacer una aclaración: Para que el texto aplane su forma rutilante académica, el estilo usado por la colección Historias Mínimas nos complica la vida porque no se hace mención de la bibliografía sino en un apéndice. Para que sea más amigable la lectura y no la interrumpa. Para quienes estamos acostumbrades al ritual autorizante --citar la fuente usada-- es muy doloroso porque a veces hay una idea que está originada en una colega, en una emisora, y te obliga a sortear esa información y te da la impresión de que no estás haciendo toda la justicia.

--De la historia reciente de los feminismos recupera el movimiento #NiUnaMenos y la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito en Argentina; el Mayo rosa en Chile, las mujeres movilizadas por la paz en Colombia y en Brasil contra Bolsonaro … ¿Qué aspectos en común las unen?

--Hay una fórmula muy común y que está en tope: las nuclea las luchas contra las violencias de todo tipo, y se observan también manifestaciones al interior de instituciones como en el Mayo chileno, que fue una rebelión en las universidades, especialmente contra la violencia sexopática. Y en segundo lugar, una manifestación diaspórica, que cada vez más en nuestra región latinoamericana absorbe las identidades diversas.

--Hay una reacción muy extendida contra las violencias machistas. Sin embargo, al mismo tiempo se observa como respuesta un ensañamiento contra los cuerpos feminizados. Los femicidios no bajan, y han aumentado durante la pandemia. Y la justicia todavía tiene una mirada patriarcal para ocuparse de estos hechos cuando se denuncian…

--Hay una lucha antipatriarcal, con eje contra las violencias y contra las violencia sexual, sobretodo. Es magmático. Se da en toda Latinoamérica. Ahí vos señalas que a pesar de todo esto, los femicidios no se detienen. Los femicidios los computamos desde que tenemos noción cabal de esta violencia extinguidora: no tenemos idea todavía de la cantidad de femicidios antes de la gran mirada desde los ochenta y pico. A finales de los ’90 hubo una concatenación de mujeres muertas en la zona de Mar del Plata. Creo que en ocho meses se mataron siete mujeres que ejercían la prostitución.

--Lo recuerdo: después se supo que estaba involucrada en esos femicidios la policía bonaerense, para garantizarse impunidad había creado una figura y se los adjudicaba a un supuesto “loco de la ruta”…

--También estuvo involucrado un juez. Yo era legisladora porteña. Estábamos impactadas: me acuerdo que con María Elena Naddeo y con Gaby González Gass, también legisladoras porteñas, nos horrorizábamos. Decíamos: “algo hay que hacer”. Solo eso. No sabemos cuántos femicidios se registraban antes de empezar a poner la mirada en el tema. Muchos se encubrían bajo la figura de la emoción violenta. 

Tengo una serie de fallos hasta 1921, cuando cambia el Código Penal: se mataban mujeres por cuestiones de honor. Y no había castigo: era sana, sana, colita de rana. Hay un caso después de 1921, de un hombre “la society” que era asesor letrado del Ejército, que mata a su esposa y a su amante en la zona de Recoleta. Lo exculpan por emoción violenta primero y le dan una pena simbólica de un par de años. La pena es revisada, se cuestiona la “emoción violenta” porque el hombre había comprado el arma y sabía de la situación de su esposa y su amante, pero le aplican nada más que seis o siete años de cárcel. 

En suma, hoy más allá de la limitación que todavía tiene la justicia para sancionar la violencia por razones de género, en la sociedad hay un horizonte, un imaginario, que está muy prevenido frente a esto: ya no titula como crimen pasional. Pero, sí, la Justicia tiene rémoras. De todas formas, hay fallos interesantísimos, poco conocidos. Por ejemplo, un fallo de Mar del Plata que me mandaron el otro día: un hombre, tratante, que explotaba sexualmente a seis mujeres en un domicilio en Balcarce. Se logran escapar, dos o tres denunciaron. ¿Sabés que hizo el juez? Ordena un resarcimiento completo sobre esas víctimas. El hombre alega que no tiene plata y el juez ordena la venta de la casa y distribución del monto a cada una de las mujeres. Es un fallo notable.

Otro muy interesante en Tucumán, donde un hombre golpeaba a su pareja, una mujer muy pobre, con tres o cuatro criaturas, en un pueblito pequeño. Ella lo denuncia varias veces, le imponen a él una restricción perimetral pero es una medida que no cumple. La jueza dispuso que no viva más en Tucumán y lo exilió. También lo que pasó con el fallo de primera instancia sobre el caso de Lucía Pérez, que fue anulado completamente por la Cámara de Casación. Digo esto para que veamos que no todo es negativo.

--¿Tiene una mirada optimista?

--Tengo una mirada optimista, aunque sé que también hay otros fallos horribles. En todas partes esta demanda contra las violencias machistas está muy vibrante. Tenemos situaciones que antes eran impensadas. A mí lo que más me gusta es la movilización de las queridas congéneres de los pueblos originarios. Esto es novedad. En el libro tomo un texto de Claudia Korol, que hizo una gran investigación sobre Berta Cáceres. Ella es la síntesis de esto nuevo. La indígena que luchaba socialmente, con esa tremenda iluminación acerca de la lucha antipatriarcal. Hoy hay una rebelión al patriarcado en las comunidades indígenas.

--¿Observa a estos movimientos feministas latinoamericanos como la expresión más revolucionaria de los últimos años?

--Sí, por supuesto. Con relación a Europa no cabe duda. El impacto que tuvo el #NiUnaMenos sobre las sociedades europeas es muy grande. Creo que en este momento vuelve a haber una actividad antiviolencia en Europa como consecuencia de las luchas latinoamericanas. ¿Por qué? Porque hay una serie de derechos que allí se conquistaron tempranamente, uno de ellos el aborto, claramente. Salvo el retroceso brutal que se está dando ahora en Polonia, que no sé cómo va a quedar, porque no es tan fácil retroceder. 

¿Por qué puede haber ahora mayor movilización en torno de agencias feministas contra la violencia? Porque las nuevas derechas en el mundo tienen una declaración de principios: son antifeministas y antidiversidad. Mirá a Trump, a Vox. Esa es la novedad de las nuevas derechas. Por eso creo que va a venir ahora ese rebote contra esa manifestación de derecha, con una vuelta de las agencias feministas y una proyección muy grande de lo que está pasando en América latina. Nuestro continente está siendo el inductor. 

--A cinco años del #NiUnaMenos, ¿cómo evalúa su impacto en la Argentina?

--Enorme, porque el #NiUnaMenos hizo una interpretación mucho más aguda y de mucho mayor alcance. El sujeto interpelado fue el mismo sujeto actoral: las mujeres. ¿Se interpelaba al patriarcado? Sí. Pero cuál ha sido su eficacia: una enorme movilización subjetiva y muscular de las mujeres. Subjetiva porque fue una interpelación profunda; muscular porque ha habido mucha movilización de mujeres en las calles. Hay una transformación de la subjetividad magmatizada: no es solamente una que se siente interpelada, es una que llama a la otra. Hay un estado de cabildeo fuerte consigo y con las otras. Las mujeres se conectaron con una subjetividad transformada. Se dio en las más jóvenes, en les adolescentes, pero ellas están impulsando a otras generaciones.

--¿Cómo enhebra el #NiUnaMenos con la marea verde?

--El #NiUnaMenos es el pebetero de la marea verde. Obviamente se constituye con distintos aportes, donde los Encuentros Nacionales de Mujeres han sido decisivos: ahí emerge la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto. Pero el #NiUnaMenos fue como una mecha para la marea verde que se manifestó en junio de 2018.

--¿Qué cambió del 2018 a esta parte en torno al debate por la despenalización y legalización del aborto?

--Se sustanció más la exigencia, en vez de menguar. Quienes estaban convencidas, están híper convencidas. Pero además, tuvo más alcance. Las última encuesta de la CELAG (Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica), de Alfredo Serrano, muestra eso: una amplísima decisión en la población a favor de legalizar el aborto. Hoy hay más gente que lo apoya.

--¿Cree que esa ampliación se expresará en la votación en el Congreso?

--Espero que sí. Hago votos por los votos.

--Ante la nueva apertura del debate que se inicia en la Cámara de Diputados, sectores celestes están anunciando que “si hay aborto hay guerra”, ya hicieron escraches en el domicilio de diputadxs verdes. ¿Cómo analiza esta reacción tan violenta?

--El fundamentalismo exacerbado es esperable. ¿Qué se espera cuando ese movimiento reaccionario tiene poder, tiene aglutinación, y consentimiento en la jerarquía eclesiástica? El otro día me encontré con un legislador que pienso que va a votar en contra y me sorprendió porque lo vi como resignado. Me dijo algo así: “que sea lo que sea, pero esto se tiene que acabar ahora”. El propio Papa respondió por carta a un grupo de mujeres que le pedían que intervenga para que no se apruebe la ley: la carta tiene términos esperados pero no sobreactuados. El Papa, yo creo, tiene con el presidente Alberto Fernández un pacto de respetar lo que el Estado decide. Es vituperable esa declaración tan agresiva de grupos celestes, pero no le demos más crédito de lo que tienen. Creo que ese planteo de guerra es tan insensato que no puede hacer magma dentro de las representaciones responsables de la Iglesia Católica.

Dora, la feminista por contraste

Dora Barrancos es socióloga y doctora en Historia, profesora consulta de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA e investigadora principal del Conicet, donde formó parte de su directorio entre 2010 y 2019. Actualmente es asesora presidencial. Escribió numerosos libros en los que rescata la historia de las mujeres, entre otros, Historia y género, La escena iluminada. Ciencias para trabajadores (1890-1930), Inclusión/exclusión. Historia con mujeres, Las mujeres y sus luchas en la historia Argentina, Mujeres en la sociedad argentina. Una historia de cinco siglos, Mujeres, entre la casa y la plaza, Moralidades y comportamientos sexuales: Argentina, 1880-2011 –este último junto a Donna Guy y Adriana Valobra-. En su último libro, Los feminismos en América Latina, que presenta esta semana de forma virtual, reconstruye la historia de los feminismos latinoamericanos del siglo XX y los acontecimientos más relevantes que protagonizaron en lo que va del XXI. 

Barrancos cuenta que se hizo feminista contrastando las posibilidades que ella había tenido con las de la enorme mayoría de las mujeres. “Pero una personalidad decidida no bastaba para ser reconocida y valorada en un mundo que claramente hegemonizaban los varones. En el exilio en Brasil, los balances de todo orden se imponían, y también me impactaron acontecimientos como las movilizaciones para que se condenara al homicida de una mujer de clase media, que era su pareja. El abogado del victimario lo defendía en nombre de la 'defensa del honor'. Esa circunstancia fue un despertar a fines de la década de 1970", recuerda. “Tenía muchas amigas feministas en Brasil y me fue pareciendo insólito que no me hubiera dado cuenta de que las jerarquías entre varones y mujeres estaban en la base de todas las otras diferencias”, suele contar. 

Histriónica, divertida y profunda en sus reflexiones, Barrancos reconoce que tuvo “una infancia privilegiada”, no por razones económicas sino porque su familia era especialmente politizada y enfocada hacia la cuestión de la justicia con los sectores populares. “Mi padre, un maestro en escuelas del interior –nací en La Pampa y  allí comencé mi escuela primaria–, era un liberal prosocialista y militante antifascista. Recuerdo su disgusto alguna vez frente a chimentos relacionados con la moral sexual de una maestra a la que consideraba mucho por su talento intelectual y su destreza pedagógica. Mi madre, de origen protestante, se inclinaba decididamente a forjarme profesionalidad e independencia, más allá de sus exigencias en torno de ciertas conductas que las niñas debíamos guardar”, dice. 

Fue también legisladora porteña por el Frente Grande entre 1997 y 2000 y dirigió el Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género, de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. En 2019 fue candidata a senadora nacional por la Ciudad por el Frente de Todos.