SANGRE 5 puntos

Argentina/Brasil/España/Alemania, 2020

Dirección: Juan Schnitman.

Guion: Juan Schnitman y Agustina Liendo.

Duración: 102 minutos.

Intérpretes: Juan Barberini, Natalia Tena, Bella Camer, Dirk Martens, Marcelo D'Andrea.

Estreno disponible en Cine.ar Play.

El thriller erótico, ese tótem de los años 80 y 90 que, sin embargo, echa raíces en el drama psicosexual y los suspensos de cuerpos ansiosos e inflamados de las décadas previas. Territorio de desnudos parciales o totales y sexo siempre simulado, puerta de entrada a toda clase de peligros, usualmente mortales o fatales, según el deseo del titulador de ocasión. El segundo largometraje de ficción de Juan Schnitman luego de El incendio se zambulle en esa pileta llena de fluidos corporales y, como su protagonista en cierto momento, sale algo magullado, pero al menos vivo. 

El arranque de Sangre no está nada mal: Fernando (un Juan Barberini taciturno, que transmite oscuridad incluso cuando sonríe) llega a Rosario para hacerse cargo de una posición central en un buque petrolero. Viene de Ushuaia, donde enterró un pasado que varía según su interlocutor. Las primeras secuencias, con ese zoom ominoso hacia ninguna parte y la persecución alla Vértigo por las calles de Tigre, reafirman que el realizador tiene ideas potentes de puesta en escena, como ya había demostrado en El incendio.

Luego llega la primera de una larga serie de escenas de sexo siempre urgente. La partenaire es Gabriela (Natalia Tena, actriz británica hija de españoles), una ex amante catalana con quien Fernando vuelve a toparse luego de un tiempo sin verse. Pocos minutos después, la segunda, en ese caso con Melissa (Bella Camer), una joven brasileña instalada en Rosario que se convertirá en su pareja estable. Melissa no sabe nada de Gabriela, y el esposo de Melissa, un alemán llamado Ulrich, desconoce el pasado y el presente amoroso de Fernando. Y de su mujer, claro. Elementos centrales de la maraña cuadrangular del relato, que avanza durante los siguientes cuarenta minutos entre una y otra cama, con gemidos potentes y posiciones sexuales repetidas, en escenas eróticas que son, al mismo tiempo, jugadas para el mainstream pero tímidas y hasta recatadas para el conocedor de la historia de la sexploitation fílmica. Y luego, claro, empiezan los problemas, que el guion de Schnitman y Agustina Liendo rematan con una doble sorpresa.

Tena ofrece un monólogo potente cerca del comienzo del tercer y último acto, y la descripción de sus desventuras amorosas es, en partes iguales, excitante y patética. Lo que resta es la transformación total de un personaje, cuyo accionar deviene en psicopatía lisa y llana, habilitando ese clásico del thriller erótico noventero: el enfrentamiento final antes del regreso al ansiado equilibrio. Con su reparto forzosamente multinacional –cortesía de la coproducción junto a España, Alemania y Brasil–, siempre correcto y profesional, Sangre se monta sobre los lugares más transitados del subgénero y aporta algún que otro morbo narrativo, aunque los resultados finales dejan sabor a poco. Como una noche que promete aventuras lúbricas fuera de lo común y termina cortándose en seco antes de tiempo.