Con la incorporación de la investigadora, docente y ensayista Marcela Gené como flamante coordinadora del área expositiva del Museo Evita, la muestra Iconomanía, de Aurelio García, es un bienvenido relanzamiento de este espacio.

Del mismo modo que sucedía con el arte pop histórico, entre fines de los años cincuenta y comienzos de los setenta, cuando una obra de Warhol –por ejemplo– podía al mismo tiempo ser interpretada como crítica corrosiva o como apología de la sociedad de consumo, la irónica ambigüedad de Aurelio García (Rosario, 1964; vive y trabaja en Bariloche) permite que su pintura recorra los sentidos más variados, incluso opuestos, sobre el tópico convocante: las imágenes de Perón y Evita.

La mezcla de estilos populares, lenguajes masivos y tradiciones altamente codificadas que van desde la historia del arte hasta las técnicas del diseño y la propaganda política, transforma la pintura de A.G. en una feliz impertinencia.

Hace unos 25 años la obra de este artista ya combinaba la inconografía religiosa con el arte pop y sucedáneos. Sus cuadros no solo exhibían elementos reelaborados de los mestizajes producidos a partir de la religiosidad colonial, sino también evocaban (evocan) un cruce con las técnicas de propaganda política del primer peronismo: el pintor se complace en hacer notorio el uso y la reconfiguración de aquellos géneros pictóricos a los cuales homenajea. 

Su obra, originalmente, partió de una religiosidad vista desde la perspectiva pop,  y está diseñada sobre la combinatoria de elementos que toma de géneros históricos y contemporáneos fuertemente pautados. Por eso la exposición se abre con la obra Notre Dame des deschemisees, una suerte de Eva/Virgen realizada por el artista hace casi veinte años. 

Desde entonces, A.G. exhibe un dominio visual del sincretismo colonial y poscolonial americano, que conoció en profundidad a través de viajes de investigación (y exposiciones) en Bolivia, a comienzos de los años noventa.

Su obra fue incluyendo, además de los elementos mencionados y del barroco, otras matrices de variada procedencia: el filete, los videojuegos, la historieta. 

Junto con la Virgen de los descamisados, en la primera sala se exhiben dos dípticos de 2011: Todas y todos y Nosotros y ellos, que en rojo recortan las siluetas de Perón y Eva rodeadas de un azul eléctrico dominante (entre otros colores). Mientras que en el primer díptico hay una cita explícita al período pop de Jorge de la Vega, en el segundo las siluetas del matrimonio presidencial contienen frases de ambos (“La única verdad es la realidad”, “El año 2000 nos encontrará unidos o dominados”; “Donde existe una necesidad nace un derecho”, “Renuncio a los honores pero no a la lucha”, etc.) y el contexto azul que los circunda agrupa frases furiosamente pro (“Luche y vuelve”, “Capitana inmortal”, etc.) y contra (“Viva el cáncer”, “Tirano prófugo”, etc).

A pesar de la buscada y compleja sobrecarga simbólica, las imágenes del pintor no resultan herméticas para ningún espectador –más allá de que tal vez a algún visitante pueda escapársele el sentido de tal o cual elemento–, porque los lenguajes de donde provienen tales elementos, o sus derivaciones y digestos, son de carácter masivo.

Los aparatos estéticos desarticulados y rearticulados por Aurelio García son todos sistemas que, cada uno a su tiempo, fueron modelos visuales que se impusieron. Cuando el pintor desteje tan sólidos entramados por vía del análisis visual y del humor, pone en ejercicio un sutil acto de resistencia contra diferentes imposiciones entre las que se incluyen los mandatos religiosos, estéticos y políticos. Esto hace visible el espíritu pop del artista, que se desliza entre el homenaje y la corrosión de ciertos discursos estéticos.

Como explica Marcela Gené en el texto de presentación de muestra: “García no desconoce, por cierto, la influencia de la iconografía religiosa en la construcción de la imagen política, históricamente consolidada, y explora estas relaciones ya sea a través de la vibración óptica derivada del uso del color, alcanzando esas reverberaciones propias de altares y decoraciones barrocos, como en los efectos emocionales provocados por la imagen en la ‘feligresía’: conmoción, persuasión, empatía, activación, en fin, de esa cuerda interior del individuo que ratifica el sentido de pertenencia a una comunidad de sentimientos y voluntades”.

* En el Museo Evita, Lafinur 2988, hasta el 28 de mayo. Entrada libre y gratuita.

El fantasma del Dr. Casullo, pintura de A.G.