Ava                                                                                    4 puntos

EE.UU., 2020

Dirección: Tate Taylor.

Guion: Matthew Newton.

Duración: 96 minutos.

Intérpretes: Jessica Chastain, John Malkovich, Geena Davis, Common, Colin Farell.

Estreno en Netflix

¡Qué lástima que Ava no sea la biografía de Ava Gardner! Hubiera sido mil veces más entretenida que esta película disparatada que no se asume como tal. Pero claro, no hubiera podido pasar la censura hollywoodense. Esta Ava es la peor clase de película de Hollywood, la más sosa e impersonal: la que no entiende que la mejor mercadería producida por la fábrica de sueños nunca fueron los dramas serios, sino los deseos, pesadillas y aventuras más grandes que la vida. Lo de Hollywood nunca fue Clark Kent sino Superman, no el magnicidio de Kennedy sino El exorcista, no subir el Tronador sino escapar del ataque de un Tiranosaurio Rex. Ava es la historia de una asesina a sueldo que, como todo héroe o heroína de acción contemporáneos está muy traumatizada. No cumple su tarea con estoicismo o placer sino como si fuera una tragedia. Y para ser una trágica le falta matar unos cuantos vástagos, que la asesinen por haber enterrado a su hermano o enamorarse de su hijo.

Encarnada por la pelirroja Jessica Chastain (cuyo pronunciado hoyuelo en la barbilla es mil veces más erótico que todos los desnudos de Madonna), Ava es una asesina a sueldo categoría ABC1. Su primer target es un asesor del FMI. Como todo/a asesino/a a sueldo Ava es, claro, una solitaria. Y ex alcohólica. Hasta ahí estaría bien, aunque se puede matar por encargo y tener familia, como los protagonistas de la gran serie The Americans, o ser el ser más despiadado del mundo y sin embargo enamorarse de la policía que la persigue, como en la genial Killing Eve. Pero Ava, chica de corazón, visita a su madre enferma en el hospital. Le contestan con el bolsillo: su madre (la reaparecida Geena Davis) no quiere saber nada con ella. Única muestra de humor negro y crueldad de la película, Chastain le comenta a Geena Davis, cuyo estiramiento facial le permite lucir a los 63 como a los veintipico en La mosca, “se te ve igual que antes”. Pero eso no redime a Ava de su pecado original: los/las asesinos/as a sueldo que valen la pena no saben de mamás.

Bueno, cuestión que Ava empieza a sentirse culpable de asesinar. ¿Dónde se vio que los killers sientan culpa? Sólo le falta hacer terapia. La culpa la lleva a desobedecer las órdenes que le imparten el capo de la organización (John Malkovich, siempre fraseando tan sibilinamente como una serpiente) y su lugarteniente (Colin Farrell, confirmando que es muy bueno cuando hace de malo) y, peor de los peores, a querer reunirse con su familia después del rechazo materno. Ya basta, es demasiado. La pelirroja debería aprender un poco de inhumanidad y aprender a matar a su hermano, como Toni Colette en El legado del diablo, o mandarse un matricidio como la gente, como Norman Bates en Psicosis. Encima al final la película dirigida por un tal Tate Taylor (director de Historias cruzadas, 2011) se acuerda de que era una de acción y empieza a chorrear sangre. ¿En qué quedamos, drama familiar o Evil Dead?