Desde Barcelona

UNO La fina línea y breve distancia que separa al imaginador en las nubes (semana pasada) del soñador nublado (esta semana) es la que --cada noche, cuando el insomnio lo posiciona en la más vertical de las horizontales-- recorre Rodríguez. Ahí va, aquí viene: pensando en todas esas cosas que sólo se piensan en la oscuridad con aquella enervante anti canción de cuna de Supertramp como hilo musical con el que ahorcarse. Territorio desbordado por tanta info-desinformación donde se enumeran vacunas y planes de vacunación entre el optimismo y el delirio. Y se dicen y contradicen y se tuercen reglas a seguir y a despistar. Y se denuncian "irresponsables". Y se analiza el modelo finlandés "que se beneficia de la conducta social distante y de haber entendido el primer confinamiento como una mejora de sus vidas porque les gusta mucho quedarse en casa" (claro que luego, al llegar a las playas del Mediterráneo, son como centrífugos y alcoholizados Demonios de Tasmania marca Loony Tunes). Y aparecen matemáticos que han calculado "que todo el Covid-19 hoy repartido entre millones de infectados y suspendido en el aire cabría en una cucharilla de postre" o que "todos los virus del planeta, puestos en un platillo de la balanza necesitarían de miles de millones de ballenas en el otro platillo para equilibrarlos". Y Rodríguez se pregunta qué ayudará mejor y más rápido a conciliar ese sueño que alguna vez alcanzó numerando corderos: ¿contar virus/vacunas en expansión o ballenas en extinción?

DOS Y el balar de su conteo ballenero --en tiempos en los que el agua empieza a cotizar en Wall Street-- lleva a Rodríguez al anuncio de misión especial de la OMS a Wuhan para remontar las fuentes de la peste y así "evitar futuras pandemias" (¡norovirus!). Rodríguez los imagina como a aventureros desvelados, un poco como los de Inception. Y, sí, hay un buen techno-virus-thriller ahí, piensa Rodríguez recordando a The Stand o The Passage o Station Eleven en los que --la mejor parte, la peor de todas-- es la del breve pero contundente principio: la del contagio. Lo que sigue --distópico y post-apocalíptico y neo-normal-- es largo y aburrido y fatal. Y, sí, alguna vez las amenazas llegaban desde las profundidades del espacio de la ciencia-ficción y no, como ahora, de la superficie de la Tierra para alimentarse con las ficciones de la ciencia.

TRES Y Rodríguez apunta idas y vueltas de la plaga como en una montaña rusa invertida: se baja lento para luego volver a subir a toda velocidad. Así, ya se anticipan contagios de nuevo en alza por el "relajarse" otra vez las medidas para "salvar las Navidades" como alguna vez se intentó "salvar el verano" y... Lo cierto es que recientes estudios/encuestas determinan aumento el stress y descenso de confianza. Y ya nada queda de la perturbadora excitación ante la novedad en marzo. Y cada vez hay más de este constante continuará que ya no quita el aliento sino que desalienta. Y desde asociaciones de psicólogos se pide a los políticos que "encuentren equilibrio entre prudencia y miedo" porque "los mensajes negativos hacen mucho daño". Pero el problema es que lo que buscan los políticos es convencer/distraer con que se avanzan casilleros en un juego más de cama que de mesa mientras se pelean por sillas.

CUATRO De ahí que Rodríguez no deje de pensar brevedades que no son otra cosa que la materia no de los sueños sino del ensueño. ¿Hacerse el harakiri como Mishima hace medio siglo (Rodríguez se pregunta si esa camada de rancios franco-militares españoles chateando sus fantasías de fusilamientos golpistas habrán leído al japonés)? ¿Repetir una y otra vez lo que casi grita Michael Corleone en la ahora remontada El Padrino III --lo de "Justo cuando pensé que ya estaba fuera vuelven a arrastrarme dentro"-- cada vez que cambian las instrucciones para el in/out durante la pandemia? ¿Leer la nueva auto-hagiografía de Obama, presidente tan afortunado de que le haya tocado Bush Jr. antes y Trump cazador de dreamers después? ¿Reflexionar acerca del en principio ágil y revolucionario genio que acaba derrotado como engordada parodia de sí mismo sobre escenario de ciudad artificial, endiosado por fans cegados por la memoria de una luz ya apagada, rodeado y acorralado por manager y mafia amistosa/familiar, y reventando a solas con el cuerpo (des)hecho un drugstore (Rodríguez evoca a Elvis cuando se cumple medio siglo de su visita de patriota american psycho a la Casa Blanca de Nixon)? ¿Recordar cómo, puestos a biopicar malditos, viendo la cerebral Mank de David Fincher, no pudo evitar añorar todo el tiempo la todo corazón Ed Wood de Tim Burton? ¿No reírse ante los próximas rutinas/sketches a cargo de Lou Sánchez y Bud Iglesias: el Dúo Ego-Resiliente? ¿Interesarse por mutaciones de planes/reglamentos --"no hay nada definitivo", advierten mientras emiten "borradores" como globos sonda para ver hasta dónde se aguanta-- para las Navidades? ¿Continuar recopilando estudios acerca (bienvenido sea tu nombre a la nueva edición del Diccionario de la Real Academia Española junto a cuarentenar y desconfinar y desescalada) del caprichoso, inconstante, de múltiples síntomas y con incontables secuelas Covid-19? ¿Dedicarle unos segundos a la debacle del Barça o al pago de peaje a Hacienda de Juan Carlos I para volver tranquilo a casa por las fiestas con familia y allegados? ¿Temblar ante inminentes evoluciones/involuciones de ese OPNI --Objeto Político No Identificado, como alguien definió--que es la cada vez más desafinada Unión Europea y cada vez más sorda a su himno "Oda a la Alegría" del ahora automática y mecánicamente conmemorado Ludwig Van? ¿Preguntarse cómo es que aquellos que --llegó un frío en el que todos se espían y delatan y traicionan y acusan-- remodelan terrazas de bares con coberturas y calefactores no se dan cuenta que lo que consiguen son nuevos interiores contagiantes pero afuera? ¿Acordarse de preguntarle a su hijo si tiene "manta scola" para llevar a su aula con ventanas abiertas de par en par; medida cuya eficacia parece tan relativa como la de guarecerse bajo los pupitres durante el pánico nuclear? ¿Temblar ante la sospecha de que a aquella Guerra Fría atómica sucedida por una Guerra Fría informática le siga una Guerra Fría farmacológica, con paisajes devastados à la Mad Max y donde no se luche por gasolina sino por vacunas para atajar nuevos virus por llegar?

 

CINCO Y, ah, esa paradoja que siempre le inquietó tanto a Rodríguez: la de que toda amarga pesadilla vaya a dar al más dulce de los despertares al comprender que no era cierta; y la de que los sueños más dulces se conviertan en la amarga pesadilla del despertar y comprender que nada de esos placeres era real. Y pensando en eso Rodríguez se duerme y sueña y se despierta con micro-relato en la punta de las pestañas de sus neuronas. Y dice así: "Cuando el guarda de museo despertó, el esqueleto de dinosaurio todavía estaba allí". Y se le olvida ponerlo por escrito en su libreta. Y lo olvida. Y Rodríguez vuelve a dormirse para soñar, de nuevo, con que tiene insomnio y no dejar de pensar en todas esas cosas que solo se imaginan con los ojos cerrados a los golpes y el cerebro abierto a patadas.