Ante el estreno de cada nueva película de los estudios de animación Pixar –de un tiempo a esta parte, uno de los muchos y largos tentáculos del pulpo Disney– suelen renovarse expectativas universales y particulares. Dentro de este último grupo, debe señalarse el desafío cinéfilo de imaginar si estará a la altura de las mejores producciones del pasado. Soul, que en la Argentina desembarcará en la plataforma Disney+ el 25 de diciembre, de forma gratuita para los abonados al servicio, ofrecía a priori varias pistas para esperar lo mejor y otras que podían llegar a generar ciertas dudas y reticencias. En principio, se trata del nuevo largometraje del experimentado Pete Docter (en codirección junto a Kemp Powers), uno de los responsables máximos de títulos como Monsters Inc., Up – Una aventura de altura –dos de los films más venerados de la compañía del velador saltarín– e Intensa Mente, proyecto que supo dividir las aguas críticas, a pesar de contar con un importante grupo de defensores a ultranza de sus virtudes. 

Por otro lado, los adelantos llegados durante las últimas semanas anticipaban una mezcla del hiperrealismo digital usual en Pixar –toda una marca de estilo de la casa– con trazos y texturas muy diferentes a las que suelen apreciarse en los productos de animación familiar mainstream. Las suspicacias tenían otro origen: el hecho de contar con un protagonista afroamericano, en estos tiempos de hipercorrección política, podía hacer pensar a algún espectador desconfiado que las reglas de la etiqueta racial y étnica acabarían por destronar las posibles bondades narrativas. Pero no hay nada que temer, al menos en ese terreno. Soul edifica en Joe Gardner, un profesor de música de mediana edad que nunca logró cumplir el sueño de convertirse en pianista de jazz profesional, a un personaje de cierta complejidad y humanidad, nunca un simple reservorio de ideologías o el reflejo panfletario de anhelos sociales. La ciudad es, desde luego, Nueva York, aunque al menos la mitad de la historia transcurre entre un Más Allá que tiene lugar después de la muerte y un limbo previo a los nacimientos en la Tierra. Entre esos mundos y una meta que parece imposible de cumplir se mueve Joe, el más impensado de los aventureros existenciales.

¿Hay algo más irritante que un grupo de estudiantes de primaria intentando sacarle algún sonido más o menos elegante a un instrumento? Joe, cuya voz posee el inconfundible timbre de Jamie Foxx, resiste con estoicismo los pifies de tono, chirridos y demás cacofonías infantiles, como suele hacer todos los días, antes de recibir una buena nueva que, en el fondo, es lo más parecido a una condena. Finalmente, luego de váyase a saber cuánto tiempo, llega la notificación de su pase a la planta permanente de maestros. Con aguinaldo, vacaciones y seguro médico asegurados. ¿Qué ha hecho Joe para merecer ese último clavo en el ataúd del futuro, luego de tantos intentos por hacer del jazz su estilo de vida y forma de subsistencia? Pero… justo entonces, reafirmando eso de que la vida te quita pero también te da, el llamado telefónico de un colega músico le acerca lo que aparenta ser la última oportunidad para lograr su sueño: una audición para reemplazar al pianista del cuarteto de Dorothea Williams, consumada saxofonista que anda de gira por la Gran Manzana. Los primeros minutos de la película de Docter y Powers enfrentan al protagonista a una nueva discusión con su madre modista, desconocedora del posible gig de esa noche, al tiempo que su hijo se prepara para la gran noche. Pero no podrá ser. Y lo que sigue no es ningún spoiler. A los diez minutos de proyección, ensimismado en sus pensamientos de gloria y loor, Joe cae en un agujero en medio de la calle y muere. O casi. Su cuerpo permanece en un coma profundo del cual nadie ni nada de este mundo podría sacarlo. “La primera versión de la historia no ocupaba prácticamente nada de tiempo en la Tierra”, afirmó Docter en una entrevista con el periódico Los Angeles Times, antes de ofrecer la primera pista de que la agenda política fue siempre secundaria a la creativa, incluso en el origen mismo del proyecto. El hecho de que Joe sea negro fue algo que se definió “luego de que el jazz estuviera integrado a la historia. El jazz, tanto en la cultura afroamericana como en la propia película, son cruciales. Había algo en el hecho de hacer que el protagonista fuera un músico de jazz que se sentía altruista, porque nadie se mete en ese mundo para ser rico y famoso, sino por una verdadera pasión por el género. Fue entonces cuando nos dimos cuenta de que si este tipo iba a ser un músico de jazz debía ser negro. No parecía apropiado que fuera de otra manera ya que el jazz es una de las mayores contribuciones afroamericanas a la cultura de los Estados Unidos”. Los títulos de cierre de Soul listan a una buena cantidad de consultores culturales e históricos, movida precavida que tuvo su corolario en la inclusión del dramaturgo Kemp Powers como uno de los guionistas, posición previa a su ascenso como codirector. Powers –cuya obra teatral One Night in Miami tiene una adaptación al cine dirigida por Regina King, de inminente estreno– “se involucró en el arte, en el proceso de diseño y en la animación y fue transformándose en una piedra angular para que la película se sintiera auténtica”. De allí al empujón hacia la posición central del equipo hubo un solo paso.

EL CIELO PUEDE ESPERAR

El ingreso a los mundos no terrenales le permite a Soul elaborar un diseño visual atractivo y racionalista, cercano por momentos a los trazos minimalistas de cierta animación de finales de los años 50 y comienzos de los 60. Una cruza del famoso estilo UPA con otras corrientes más o menos abstractas. Casi lo opuesto del bullicio multicolor de la tierra de los muertos mexicana de Coco, el otro film Pixar que transcurre en gran medida “del otro lado”. Joe ya no está entre los vivos pero la escalera que lo lleva al cielo no le apetece en lo más mínimo. Escapando de un destino que no acepta excepciones, el héroe cae literalmente en otro universo donde las almas –una de las dos acepciones lógicas de ese soul al que refiere el título– esperan pacientemente su despegue hacia la Tierra, antes de ocupar el cuerpo humano (o no humano) correspondiente. Un lugar donde se dictan los “Seminarios del Tú”, programas de autoayuda para lograr entrar al planeta azul como corresponde. Para evitar el destierro y el regreso a los peldaños celestiales, Joe se hace pasar por un mentor de espíritus díscolos y es así como conoce a 22 (la voz es la de Tina Fey), un almita experimentada en nihilismos, negadora de los bondades de la vida terrena y ansiosa por permanecer en ese purgatorio que se le antoja paradisíaco. Un ente tan rebelde y refutador de las posibilidades vitales que ni siquiera el mecenazgo de un Abraham Lincoln, Muhammad Ali o la Madre Teresa han logrado interesar en virtud humana alguna. Ergo, no hay ninguna “chispa”, ningún interés o anhelo concreto que empuje a 22 a habitar un cuerpo. A todo esto, Joe ha dejado de tener su figura humana, adoptando en su lugar un aspecto redondeado, petiso y etéreo. Aunque con anteojos a tono. El dilema existencial pone primera y el pacto se sella: ¿acaso es posible conseguir ese algo que le falta a 22 para ocupar un cuerpo y enrocarlo con Joe? De esa manera, ambos conseguirían lo que desean: el no nacido, continuar disfrutando de su libertad desencarnada; el alma en pena, volver ahí abajo, a esa cama de hospital ocupada por la carne inerte. Desde luego que semejante trama, de cierta densidad filosófica, no está reñida con el estilo humorístico de Pixar, y cada detalle de angustia ante el vacío es acompañado por el guion con gestos y frases diseñadas para desinflar cualquier atisbo de gravedad. Como esas criaturas energéticas que andan en barco en busca de almas perdidas, sublimación espiritual de un grupo de humanos meditando acá en la Tierra, cuyo líder recorre la superficie de un campo tristón escuchando al Dylan más eléctrico.

La música es, desde luego, esencial a la historia. Los muy activos Trent Reznor (cabeza de la banda Nine Inch Nails) y Atticus Ross, también responsables de la banda sonora de la reciente Mank, de David Fincher, compusieron las distintas melodías que acompañan las aventuras de Joe y compañía. La partitura jazzística, en tanto, le pertenece al multi instrumentalista Jon Batiste, la joven maravilla de Nueva Orleans. De hecho, cuando los encuadres muestran los movedizos dedos de Joe circulando sobre las teclas negras y blancas del piano lo que el espectador está realmente viendo son los dígitos de Jon, reconstruidos digitalmente al detalle por los animadores. En las notas de producción distribuidas a la prensa, Docter hace hincapié en un hecho muy conocido por los historiadores del cine de animación desde los inicios del período sonoro. “Si uno se detiene a mirar los primeros cortos animados hay una conexión real con el jazz. Es rítmico, es interesante de escuchar y es real. Siempre he sentido una enorme alegría cuando puede escucharse algo que está sincronizado visualmente. Creo que eso fue lo que atrajo a muchos animadores tempranos hacia el mundo del jazz: se dieron cuenta de lo bien que sincronizaba con lo que estaban tratando de hacer visualmente”. No hay más que ver algún compilado de las Merry Melodies de los estudios Warner, en particular las más tempranas, para que la reflexión del realizador se vea confirmada con creces. ¿Y acaso no hay alguna conexión espiritual entre Joe y el búho indócil de I Love to Singa, el corto de 1936 dirigido por Tex Avery, cuyo joven protagonista se rebela ante la imposición paterna para seguir los ritmos del jazz más bailable? Cuando Joe toca por primera vez ante Dorothea, antes de su “desaparición física”, el placer de la música que está gestando con sus manos, mente y espíritu lo traslada a otro nivel, a un mundo elevado en el cual la realidad se ve transformada. 

La concentración del músico, el goce de la creación sonora, permiten que la realidad concreta desaparezca momentáneamente. Esa y no otra será la única garantía de éxito en la empresa que le espera, el gancho que le permitirá imaginar un regreso a la vida terrestre. Docter recuerda que fue el encuentro casual con una clase maestra dictada por el músico Herbie Hancock para el sitio web Master Class lo que terminó de sellar el carácter y personalidad de Joe. Una de las “chispas” creativas de Soul. En el fragmento mencionado por el cineasta, Hancock recuerda una anécdota de los tiempos en los cuales solía tocar el piano como miembro del quinteto de Davis. Fue durante unos de los tours europeos de la banda y el tema en cuestión “So What”, una de las composiciones del álbum icónico Kind of Blue. “La estábamos pasando genial. Y en medio de una de las canciones, mientras Miles tocaba, hice sonar un acorde que estaba totalmente mal. Pensé que había destruido todo, que había reducido esa noche a escombros. Miles respiró y comenzó a tocar ciertas notas, haciendo que mi acorde sonara bien. No logré entender cómo lo había hecho, pero sonó como algo mágico. Me llevó años comprender realmente qué había sucedido. Fue esto: yo había juzgado lo que había tocado, Miles no. Miles simplemente lo aceptó como algo nuevo que acababa de ocurrir. E hizo lo que todo músico de jazz siempre debe intentar hacer: transformar cualquier cosa que ocurra en algo de valor”. Joe Gardner no podría estar más de acuerdo.

VIDA INTERIOR

Frank Capra siempre logra colarse en esta clase de historias y Soul no es la excepción. El viaje de Joe para recuperar su cuerpo y el de 22 para ganarse el propio posee varios de los atributos morales del cine del gran realizador estadounidense, en particular (desde luego) algunos aspectos de ¡Qué bello es vivir! Aunque sin Navidad a la vista. La película incorpora en su tercer y último acto cierto énfasis en las lecciones de vida –las bondades infinitas que laten en las cosas más sencillas: la familia, los miembros de la comunidad, una hoja que cae de un árbol iluminado por el sol otoñal– que Pixar parece haber absorbido de la nave nodriza, Disney. Afortunadamente, ese aspecto no termina de empañarlo todo, y a mitad de camino los guionistas incorporan una vuelta de tuerca tragicómica que retoma las ideas de otro clásico de la compañía del ratón: el intercambio de mentes y cuerpos explorado en Un viernes alocado (1976), el film con actores de carne y hueso en el cual el personaje encarnado por Jodie Foster pasaba un día dentro de su propia madre y viceversa, para el horror de ambas. 

No conviene adelantar aquí cómo y en qué condiciones se produce la extraña mezcolanza, pero baste decir que es el origen de algunos de los gags más ocurrentes de la película. En cuanto a los riesgos de la exploración artística y los límites autoimpuestos por una compañía como Disney a sus productos, entre la corrección política y el deseo genuino de no ofender, Docter arriesga en la entrevista con Los Angeles Times un posible compromiso entre ambos extremos: “En Pixar siempre intentamos estilizar, pero hemos cometido muchos errores y llegado tan lejos como pudimos con ciertas cosas, sin darnos cuenta de que a veces podían verse ofensivas. Cosas como el tamaño de las orejas o la nariz, que para nosotros pueden parecer algo estándar, en este caso podían convertirse en una cuerda floja. Si queremos realmente reflejar a la gente y el mundo de manera precisa necesitamos pasar más tiempo mirando y aprendiendo. Eso no es fácil porque es trabajo extra y lleva tiempo. Pero creo que es importante, especialmente cuando se cuenta con esta increíble plataforma, Pixar, y se considera el efecto que estas películas tienen en los niños pequeños. Históricamente, la animación ha sido un grupo de hombre blancos, y eso está cambiando lentamente, aunque creo que aún estamos atrasados. Ojalá podamos en el futuro tener más voces en la mesa para poder ser más intrínsecos y orgánicos. Hasta entonces, lo más cercano es continuar educándonos.”

La copia lleva el sello del Festival de Cannes: la película iba a estrenarse mundialmente en el prestigioso festival francés en mayo de este año, pero el covid-19 anuló todos los planes. El lanzamiento en salas de cine propuesto para junio tampoco pudo ser y, de esa manera, Soul se convirtió en la primera (¿y la última?) producción de Pixar en desembarcar directamente en una plataforma de streaming. Una pena: tanto el diseño visual como el sonoro resultan ideales para ser disfrutados en la comodidad de una butaca y la amplitud de una gran pantalla. En palabras de Docter, “al comienzo me puso un poco triste no tener un estreno en cines, pero dadas las condiciones del mundo esta parece ser la mejor manera de asegurarse de que la película sea vista”. El retratado por Soul es un mundo pre covid, una Nueva York repleta de transeúntes sin barbijos, una ciudad cuya vida diurna es frenética y su nocturnidad está poblada por luces de neón y clubes de jazz. Pero, en su esencia, Soul es una película de interiores humanos. Como Intensa Mente, con la cual parece conformar un díptico animado sobre la vida interna de sus protagonistas. En ese sentido, y sin ser una obra maestra dentro del canon Pixar, el film de Docter y Powers vuelve a demostrar que en el terreno de la animación de gran presupuesto y ambiciones populares muy pocos pueden competirle al ingenio, delicadeza y creatividad del estudio de Emeryville. Con o sin el ratón multimillonario metiendo la cola.


POR QUÉ HAY PIXAR PARA RATO

SE VIENEN LOS TANQUES PARA LA NUEVA TEMPORADA

“A la fecha, Soul debe ser la película de Pixar con el reparto más internacional. Las voces que les dan vida a los guardianes de almas incluyen a Alice Braga de Brasil, Zenobia Shroff de India, Richard Ayoade del Reino Unido y Wes Studi, uno de los actores de origen nativo más conocidos de los Estados Unidos. Creo que esto es representativo de algo que veremos cada vez más seguido en el futuro. No sólo delante de la cámara sino también detrás de escena. Espero que esto se refleje en toda la industria de la animación”. Las palabras de Pete Docter resuenan en uno de los proyectos inmediatos de Pixar, Luca, largometraje cuyo estreno está anunciado para mediados de 2021. Dirigida por el genovés Enrico Casarosa y con producción del propio Docter, la historia transcurre por completo en la Riviera italiana, trasfondo idílico para retratar el particular vínculo que se establece entre un joven y su nuevo amigo quien, detrás de una apariencia humana, esconde un secreto oculto en las profundidades del océano. Es el primer largo de Casarosa, que viene trabajando en las filas de la compañía desde hace varios años como dibujante de storyboards, entre otros roles artísticos. Luca es apenas uno de los varios proyectos confirmados o anunciados hace escasos días por la compañía madre, Disney, para el futuro inmediato y mediato.

En primer lugar, los escritores, dibujantes y diseñadores ya están trabajando en un largometraje titulado Buzz Lightyear, desde ya considerado como uno de los “tanques” animados de la temporada 2022. No se trata, sin embargo, de un spin off del personaje de la saga Toy Story, sino de un relato que describirá la peligrosa vida de un astronauta de carne y hueso (es un decir), cuyas aventuras dan finalmente origen al famoso muñeco a pilas, el compañero inseparable del sheriff Woody. Chris Evans será el responsable de ponerle la voz al protagonista de esta suerte de precuela de las “historias de juguetes” que hicieron famosa a la compañía Pixar. Dejando un poco de lado las infancias para abordar la siempre compleja adolescencia, Turning Red es otro de los proyectos de largometraje con luz verde. Con la dirección de Domee Shi, una de las animadoras principales de Los increíbles 2 y Toy Story 4, el film –otros de los estrenos de Pixar pensados para 2022– se concentrará en una chica llamada Mie cuya aparente normalidad se ve alterada ante situaciones de mucha presión, momentos en los cuales se transforma en un panda rojo gigante. (¡¿?!).

Teniendo en cuenta la importancia cada vez mayor del mercado del streaming global, resulta lógico que entre los anuncios se destaquen varias propuestas seriadas. Entre otras, una saga protagonizada por el perro de Up, otra en la cual Rayo McQueen y Mate continúan sus aventuras motorizadas y una tercera, llamada tentativamente Win or Lose, cuyos protagonistas humanos forman parte del equipo de softball de una escuela secundaria. Cada episodio de este último proyecto tendrá una duración extendida de casi una hora y estará centrado en uno de los miembros del grupo, acercándose a un concepto usualmente ligado a las series con actores de carne y hueso y no tanto a la animación infantil. De esta manera, más allá de la producción pensada para las pantallas hogareñas, Pixar continúa dedicándole un tiempo de gestación y cocción extenso a cada una de las películas, condición que hasta la fecha ha dado como resultado algunos de los films de animación más creativos y estimulantes de las últimas dos décadas y media.