Estudiar cine es hacer cine. Etapa de prueba y experimentación, de aprender a lidiar con quilombos del rodaje. Etapa de enorme creatividad para hacer cosas que luego no aparecerán. Por eso siempre es interesante chusmear qué hacen los estudiantes. La carrera de diseño de imagen y sonido de la Universidad de Buenos Aires agita desde el año pasado estos trabajos. En noviembre puso los documentales de sus alumnos en el festival de Mar del Plata; y ahora al Bafici trae cortos de ficción y animaciones.

En tiempos de discusión sobre el rol de la educación pública, donde algunos sectores buscan avanzar sobre su gratuidad y los docentes son denostados por el gobierno y apaleados por quienes deberían resguardarlos, está bueno que aparezca Pantalla UBA para que se vea que la universidad pública está viva y haciendo cosas.

En Alergía, Juan Manuel Galvis Zuniga explora el encuentro de un hombre con un brujo africano que lo ayudará con el mal que lo aqueja. La noche porteña da para todo, lo sabe cualquiera que la haya curtido un tiempito, y Matías González y Lautaro Sostillo hablan de ella en Salir. Juan Salvatore dedica los siete minutos de su cortometraje Conectado al vacío a metaforizar cómo nos vinculamos con las pantallas. En La presentación, Andrés Denegri y Micaela Petrelli exploran eso que arruinó más de una carrera: ser depositario de expectativas y frustraciones de sus mentores.

En Refugio, Valentina Pensa plantea la relación de un hombre y un lobo que se buscan mutuamente en las zonas grises de la vida. Anamosh es un corto animado de Julián Cristiano, Javier Ducca y Bárbara Méndez, en 2D tradicional, en el que un joven héroe vuelve a la ciudad para combatir un régimen autoritario. Franco Albertti cuenta la historia de una chica que tiene que aprender a vivir sola, para lo que a veces hace falta alguien más, y eso es Dos una noche. Y En la frontera, de Tomás Zabala, trata sobre dos pibes que se enganchan con una mujer que los desvalija en un bosque. Y a ver qué hacen con eso.