Sostiene Pereira (1995) esa gran película que filmara Marcelo Mastroianni un año antes de su muerte colocó a Antonio Tabucchi en el primer plano de reconocimiento literario dado el éxito mundial del film. El texto, supuesta transcripción de una declaración ante un juzgado, construye toda la historia personal, laboral y política del protagonista en 1938. Sin embargo, Tabucchi era tenido como un escritor de culto entre sus colegas, celebrado por su controversial, extraña manera de construir relatos contradictorios, sabios y lúcidamente irónicos. Un inclasificable, se decía.

Busco detalles de su visita a Argentina pero no hallo rastros de su supuesta estadía entre 2004 y 2005, sólo una primicia de Rafael Bielsa que afirma se realizará en esa fecha. No obstante Argentina, es entre otros tantos, un país imaginado por él que se genera en las admiradas lecturas de Borges, el paisaje de un Buenos Aires de los años ‘40 enmarcado en la arquitectura europeizante del centro porteño. Califica como exótico y místico a nuestro país, incluyendo en esa película un importante personaje que posee pasaporte argentino.

¿Cómo describir su escritura? Cada texto, imprevisible puede interesar a quienes tienen una sólida cultura libresca como a los inadvertidos que son deslumbrados por los relatos inundados de imágenes y sucesos que discurren con una magia no conocida hasta entonces.

Nacido en Pisa en 1943 se formó como profesor de literatura, que por azar, encuentra un libro de poemas con nombre desconocido y así descubre a Fernando Pessoa con uno de sus heterónimos y se apasiona al punto de especializarse en literatura portuguesa, accediendo como tal a las Universidades de Bolonia, luego Siena y posteriormente Génova. 

Durante su formación viajó por casi toda Europa, en especial Portugal, país que lo fascinó por su historia y arte, mostrando un especial afecto y admiración por el modo de ser de su gente. A lo largo de toda su vida tradujo la totalidad de la obra de Pessoa a la vez que se impregnó de la multiplicidad de sentidos que poseía ese autor. 

Las construcciones verbales son sólidas y como el bueno de Shakespeare, ubica los relatos ―además de su patria natal, Italia― en la tierra adoptada permitiéndose un abanico de locaciones que conoce por sus numerosos viajes, cruzando datos ciertos con imaginados lo que le permite jugar con desdoblamientos, críticas irónicas, giros magistrales, acusaciones políticas en un juego interminable de emociones infinitamente misteriosas adonde su imaginación logra armar historias jamás pensadas como tal.

Su entusiasmo por el surrealismo portugués por el que escribe un ensayo, no lo deja ileso tampoco, y es una llave preciosa para comprender sus libros. Tabucchi es un digno descendiente de Rimbaud en aquello de “yo soy otro”, en el sentido de la pluralidad de voces, personas, nombres, espacios, equívocos y duplicaciones.

Admiro en él su generosidad para mostrar los hilos invisibles que sostienen la trama de su increíble y fructífera obra a la vez inventando de manera inteligente aventuras novedosas y profundas.

Defensor de minorías, de los derechos a conquistar sin perder un instante la atenta creatividad, llamado el más portugués de los italianos, vive medio año en La Toscana y otro medio en Lisboa donde se radica con su mujer y sus dos hijos, consiguiendo la ciudadanía portuguesa a comienzos del milenio.

En estos día de obligada relación con uno mismo, donde la lectura cobra una fenomenal dimensión para encontrar espíritus afines o descubrir posibles diferencia, los invito a recorrer el universo complejo radiante y pulido que terminó su vida en Lisboa en 2012 y volver a ver la película, penúltima aparición de Mastroianni antes de su lamentado final en1996. Cuando termina la última e inolvidable imagen siguen resonando en el corazón los fados de Ennio Morricone.

Como sea, gracias maestro Tabucchi.

 

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