La presente exposición reúne tres miradas singulares, lúcidas y significativas sobre la ciudad de Mar del Plata en diferentes momentos de su evolución histórica: los años 40 y 50, por Annemarie Heinrich; la década del 80, por Ataúlfo Pérez Aznar; y 2001, por Alberto Goldenstein.

Desde mediados de la década del 40 y durante los años 50, Annemarie Heinrich posó su lente sobre la ciudad y realizó un exhaustivo registro de su fisonomía y su dinámica. Estas vistas acompañaron el proceso de transformación marplatense, desde la estética señorial con la que el balneario había sido concebido –una suerte de Biarritz sudamericana para familias de clase alta– hacia una urbe compleja y plural, capaz de acoger a todas las clases sociales con sus hoteles sindicales y la proliferación de construcciones accesibles.

Esos trabajos, anómalos en comparación con su obra más conocida como retratista de celebridades y personajes notables, se deslizan por una cuerda íntima radicalmente diferente. Y lo hacen con una sutileza que prescinde del pintoresquismo, capturando con precisión la vida, las costumbres, el trabajo y el ocio que conforman la dinámica social de una época y una ciudad.

En sintonía con la serie de Heinrich, las fotografías de Ataúlfo Pérez Aznar muestran la apropiación desprejuiciada y popular en la década del 80 de la otrora playa señorial.
Pérez Aznar organiza su visión de la ciudad a través de los tipos humanos que, para los años 80, ya eran dominantes. Las familias, los jóvenes, los veraneantes desprevenidos que pueblan sus fotografías muestran su identidad con despreocupación y naturalidad. Estas imágenes, no exentas de ironía y humor, exhiben los hábitos propios de la temporada veraniega. En la obra de Pérez Aznar abundan retratos, casuales o en pose, de personas disfrutando de las vacaciones y entablando un diálogo propio con la naturaleza y la ciudad.

En el año 2001, Alberto Goldenstein dirigió su mirada hacia la “ciudad feliz”. Con cierto aire distante, su serie está compuesta por imágenes disímiles que construyen un complejo retrato de Mar del Plata en el que conviven sus contrastes más notorios. Desde lugares desiertos hasta playas superpobladas, desde vistas panorámicas espectaculares hasta rincones o hallazgos urbanos casi imperceptibles, de la arquitectura clásica de los chalets a las grandes torres de departamentos. Goldenstein sugiere así que Mar del Plata es también sus diferencias y contradicciones.

Sus obras, de una poética delicada y silenciosa en la que coexisten con gracia y sensibilidad lo extraño y lo familiar, evitan el lugar común y la grandilocuencia para, a través de un sutil corrimiento, posarse sobre lo inadvertido y lo imponderable.

Cada una de las series retrata aspectos de la vida cotidiana en Mar del Plata, aunque indefectiblemente, aún sin proponérselo, tienen como trasfondo momentos claves de la historia argentina: El turismo social impulsado por el primer peronismo en los años 40 y 50 y la visibilización de la clase trabajadora (Heinrich); el pasaje de la dictadura a la democracia en los años 80 (Pérez Aznar), y la crisis política y económica de 2001 (Goldenstein).

Presentar esta exposición sobre Mar del Plata en el Museo MAR y en este momento particular, con un complejo trasfondo esta vez a nivel planetario por la pandemia, suma otras capas de sentido al permitirnos, con solo girar la mirada, confrontar la secuencia histórica con la extraña realidad circundante en tiempo presente.

La pandemia ha introducido un punto de quiebre en nuestros modos de habitar el mundo cuya profundidad y consecuencias desconocemos. Este difícil presente tiñe las imágenes de la ciudad con un aura de paraíso perdido. Es el presente que cambia el pasado. Y Mar del Plata seguirá mutando infinitamente, no solo en la mirada de nuestros artistas sino en la de cada persona que la piense, la viva o congele un momento fugaz con su dispositivo móvil.

El conjunto de fotografías de estos tres artistas revela la metamorfosis de la ciudad, las transformaciones del paisaje urbano y los cambios en las costumbres sociales. Sin embargo, también nos permite constatar las continuidades, lo inalterable, aquello que logra traspasar el tiempo, como las invariables geográficas: la playa y el mar.

Como señala Italo Calvino en “Las ciudades invisibles”: “… a veces ciudades diferentes se suceden sobre el mismo suelo y bajo el mismo nombre, que nacen y mueren sin haberse conocido, incomunicables entre sí. En ocasiones hasta los nombres de los habitantes permanecen iguales, y el acento de las voces, e incluso las facciones; pero los dioses que habitan bajo esos nombres y en esos lugares se han marchado sin decir nada y en su lugar han anidado dioses extranjeros”.


* Director del MNBA. El Museo MAR está en Av. Féliz Camet 800, Perla Norte, Mar del Plata.