Sabemos que la policía se maneja bajo los cánones: policía / ladrón, crimen / castigo, lo que está bien / lo que está mal y por sobre todo normalidad / anormalidad. Entonces, ¿cómo intervenir sin estos marcados binomios? ¿Cómo poder resolver los matices?

Daniel Russo, psicólogo especialista en el campo de la formación policial dedicado a la investigación y a la práctica, destina este libro al análisis y al abordaje de las implicancias e intervenciones que llevan a cabo las fuerzas policiales con les intoxicades con drogas y/o alcohol en la vía pública.

¿Cómo trata la policía a les intoxicades?, ¿por qué el cuidar se transforma en castigo?

Entre cumplir y aplicar la ley

El autor refiere que les policías, en definitiva, no son funcionarios encargados de hacer cumplir la Ley, sino representantes del poder público porque interpretan las situaciones bajo su criterio en pos de la Ley. Son quienes terminan construyendo “la norma” que regirá entre legalidad y conducta desviada. Esta diferenciación va a depender del análisis situacional que consideren. Esto quiere decir que, en muchas oportunidades, no hacen cumplir la Ley sino aplican la suya .

Russo nos cuenta que les policías muchas veces se ven obligades a intervenir aunque no quieran. Si bien el consumo de alcohol y drogas no representa un delito, hecho que les eximiría de intervenir, el  toparse con una persona en estado de intoxicación les expone a una gran disyuntiva: si no intervienen al momento de cruzárseles en su zona de relevamiento, la persona alcoholizada o intoxicada puede provocar un incidente y la policía sería responsable de esa situación. Más que nada porque además, en estas épocas, se suman les vecines testigos que filman con sus celulares y pueden delatar la situación. Y en caso que intervengan, es probable que terminen en un enfrentamiento no grato.

Los cuidados: humanización de la calle

Ahora bien, ¿es la policía la que tiene que intervenir? o ¿sería conveniente que también se sumara alguna institución del ámbito de la salud pública para abordar la cuestión conjuntamente? Trabajar interdisciplinariamente sería una forma de evitar el abuso de poder por parte de las fuerzas policiales. Una persona alcoholizada o pasada de alguna sustencia no es une delincuente pero su estado puede terminar en agresiones a terceros. Lo que es curioso es que se le piense como un potencial delincuente.

Entonces, les policías ¿cómo podrían intervenir sin castigar, sin “patear” al intoxicade a otra zona que no sea su distrito sin dejarle tirade? Porque en definitiva es alguien que está en situación de vulnerabilidad. ¿Cómo resolver esa coyuntura? ¿Es posible cuidar sin castigar?

Russo comenta que en ese intercambio entre fuerza policial y ciudadanes se abre una franja confusa entre cuidar y castigar. El intoxicade está en todo su derecho de no recibir asistencia sanitaria. Entonces, ¿qué papel cumple la policía en estos casos? Es por esta razón que, en muchas oportunidades, la fuerza policial termina “dibujando las actas” en la que declaran: “resistencia a la autoridad” pero esta artimaña resultó excesiva. A partir de esto, la Cámara Nacional Correccional y Criminal de la Ciudad de Buenos Aires/2016, emitió el siguiente fallo: “un simple forcejeo entre policía e imputado, propio de la tensión inherente a una detención, no es suficiente para configurar este delito”.

También plantea que a esto hay que sumar que las intervenciones de la fuerza policial son clasistas porque sus modos son distintos en la ciudad y en la periferia. Así mismo hay que agregar que todo rasgo que ponga en crisis la idea de normalidad blanca y heternormativa es visto como una amenaza.

¿No deberían las fuerzas de seguridad tener una capacitación específica para estas situaciones en las que no hay un delito per se, pero que es necesario intervenir para prevenir un posible incidente o riesgo para sí u otres?

Russo aclara que no se habla de protección y cuidado a las personas intoxicadas; sino de castigo por ser peligrosas-amenzantes y eso se transforma en violencia. La policía no recibe una capacitación en estrategias de asistencia, por el contrario, parecería que la deshumanización es la condición necesaria para poder aplicar el castigo. Cuanto más anonimato haya sobre la aplicación de ese castigo, mayor violencia. Entonces, por un lado, la implementación de la fuerza otorga prestigio a la institución policial, pero a la vez, si es ejercida en forma desmedida se produce una desvaloración entre les pares. Ahora bien, si la violencia es condición para ser parte de la fuerza, ¿cómo sería el adecuado abordaje y trabajo policial cuando su función es la de cuidar y proteger?