En Argentina, las clases presenciales comenzaron a retomarse en las últimas semanas del ciclo lectivo 2020, de manera gradual y priorizando a los primeros y últimos años de los niveles primario y secundario. El aumento de casos que se viene registrando en los últimos días en todo el país, vuelve a poner en jaque la posibilidad de que los estudiantes comiencen las clases dentro de las aulas. Sin embaro, la experiencia China genera cierto optimismo. A más de un año de los primeros casos conocidos de Covid-19 en la ciudad de Wuhan, China ha restaurado por completo el orden normal de la educación y la enseñanza en todos los niveles. Con rigurosos protocolos sanitarios que incluyen la desinfección constante con alcohol al 75% -tanto de materiales como aulas y espacios educativos-, la obligatoriedad para todos los profesores de utilizar máscaras, e incluso pruebas de ácido nucleico, lograron la vuelta a la presencialidad.

La pandemia de coronavirus obligó a la mayoría de los países del mundo a poner en pausa  la educación de forma presencial. Esto ha causado un impacto grave en el sistema educativo, afectando a casi 1600 millones de estudiantes en todo el mundo, según el “Informe de políticas: la Educación durante la COVID-19 y después de ella”, publicado por las Naciones Unidas.

Frente a esto, China dispuso fuertes medidas de prevención y control en jardines, escuelas y universidades para que los estudiantes retornaran a las aulas lo antes posible. Además de acciones como desinfección, control de temperatura, utilización de máscaras, algunas instituciones también exigen un PCR negativo y realizan simulacros de enseñanza en línea para que, tanto estudiantes como profesores, estén preparados para un eventual aislamiento en caso de rebrote sin afectar la continuidad educativa.