En poco más de diez días que cambiaron el mundo de millones de niñas, mujeres, adolescentes y personas con capacidad de gestar, el aborto legal, seguro, gratuito y voluntario finalmente es ley promulgada ayer por el Gobierno nacional, pero la implementación sigue abriendo expectativas de lucha y una búsqueda de correlaciones de fuerzas feministas en cada provincia para lograr su cumplimiento, casi la misma cuerda en la que vibra la Ley de Educación Sexual Integral (ESI), que cumplió catorce años y apenas se aplica en unas dieciséis jurisdicciones. “En política hay un tiempo que es el de convencer, y hay otro en el que hay que hacer valer la fuerza de los votos, y ese momento llegó para la ESI y para el aborto, que tienen que ver con una perspectiva política de los cuerpos”, sostiene una de las pioneras de la Ley de ESI, la subsecretaria de Participación y Democratización Educativa del Ministerio de Educación, Graciela Morgade, ex decana de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA), investigadora y docente feminista, codirectora de la Primera Diplomatura de Extensión en Educación Sexual Integral en esa facultad, que comenzó en 2019 con 480 personas inscriptas y que este año alcanzó las 1.200 inscripciones.

¿Qué atesorás del 29 y 30 de diciembre?

-Que fue una jornada histórica, deseada, soñada y temida porque era muy fuerte, la votación parecía muy justa, no estaba tan claro el panorama y finalmente la diferencia resultó más grande que la que se estimaba. Tanto en Diputadxs como en Senadorxs fue muy diferente el debate respecto de 2018. Creo que flotaba una cierta sensación de que ya no había que convencer, sino vencer, y vencer es lograr que se vote. Lo emocionante y determinante fue el protagonismo de los movimientos feministas y de las disidencias sexuales, pero en particular de la juventud. Estaba la decisión política del Gobierno acompañando a esos movimientos, y la pregunta acá es quién acompaña a quién. Pienso que en estas políticas de ampliación de derechos hay una relación dialéctica entre un gobierno que asume esa agenda y un movimiento social que demanda y no deja que esa agenda desaparezca o quede postergada. Los movimientos de las disidencias y todas las formas de los feminismos son clave para que esto haya llegado. Esa relación dialéctica la planteo con la ESI.

¿Y cómo se articula?

-En 2020 se cumplieron catorce años de la Ley de ESI. Hoy tiene un alcance y una profundidad muy diferentes de las de 2006 porque se articula con todas las leyes que vinieron después, vinculadas con las identidades sexogenéricas. Matrimonio Igualitario, Identidad de Género, las luchas de Ni Una Menos y la Ley Micaela son hitos que resignificaron la ESI, pero costó. Durante el macrismo en particular peleamos mucho por defenderla y por denunciar el desfinanciamiento, y eso generó muchas instancias desde los sindicatos, las universidades, las organizaciones feministas y desde algunas organizaciones docentes. Más allá de que nunca dejamos de demandarle al Gobierno presupuesto y apoyo político porque era la responsabilidad principal, vimos una potencia de la base del movimiento social y de las organizaciones para defender un proyecto que se transformó en emblemático. Con el Gobierno actual, que sostiene entre sus compromisos una agenda feminista y la plena implementación de la ESI, las universidades, los sindicatos, las organizaciones feministas y de docentes juegan un papel acompañando o demandando aquello que no está, pero también produciendo. Que haya salido aborto es un ejemplo de esto.

Ese diálogo potente que se entabló en 2018 entre la calle y el parlamento y volvió a producirse en 2020, inauguró una lógica política de leyes que inscriben transformaciones permanentes.

-Totalmente, y además se van iluminando actorxs sociales, voces que quedaron postergadas, y a medida que se va desplegando la ESI aparecen nuevas demandas. Por ejemplo, en el Equipo de Mariposas Mirabal, nuestro colectivo de la Facultad de Filosofía y Letras, desde que creamos la Diplomatura en ESI comenzamos a recibir demandas sobre el abordaje de diferentes temáticas, como infancias trans, gordofobia y la irrupción del lenguaje inclusivo como debate epistemológico y debate político. Hace veinte años, cuando iniciamos este camino, no habíamos puesto el foco en esos temas porque no los teníamos pensados y porque tampoco había habido una construcción social que los visibilizara.

Las infancias trans no binarias escribieron una nueva mirada del mundo.

-¡Claro! No hablamos de ellas en 2008, cuando se hicieron los lineamientos de la ESI, porque no era una categoría que tuviéramos pensada. Cuando trabajábamos temas de género y diversidades  decíamos qué problema hay si es un niño que quiere vestirse como niña, o si es un niño que quiere jugar a la cocina, o si es una niña que quiere manejar camiones, enfocándonos en los estereotipos de la escuela. Llegábamos hasta ahí, pensábamos de manera binaria cuando se trataba de personas que no se sentían respaldadas por ninguna clasificación. La visibilización de esas identidades no binarias, su lucha y la de sus familias, y de los movimientos de las disidencias, lograron que hoy hablemos de las infancias trans, y como éste hay otros temas que la ESI está empezando a alojar. Un enfoque que me interesa personalmente es el derecho a la educación de las personas mayores y todo lo que la ESI representa para esa franja, pero no sólo porque sean madres o abuelas que quieren acompañar o entender a sus hijas, nietas, nietos o nietes. Para ellas mismas, por su sexualidad, que está viva.

Solés hablar de meterse en el corazón de los supuestos de las ciencias  para deconstruirlas y volver a armar.

-Es que la crítica del conocimiento escolar, universitario y científico desde las perspectivas de géneros es el otro gran desafío. Todavía falta mucho para que esas áreas puedan identificar los rasgos patriarcales cis-heteronormativos que tienen en sus propias hipótesis y conceptos. Y eso también es parte de la ESI, porque de alguna manera las ciencias son los saberes de referencia junto con los saberes cotidianos que la ESI aloja. Forman parte de la harina con la que se amasa en la escuela, y esos saberes y conocimientos están atravesados por las relaciones patriarcales. No están aislados del poder ni son neutrales.

Cuando en 2018 el Senado rechazó el aborto legal, Nelly Minyersky dijo que había que pelear por la ESI, que es la gran madre de todas las batallas. ¿Con qué rompe la ESI y qué viene a modificar?

-Creo que Nelly apuntaba a la primera parte del lema de la Campaña, “Educación Sexual Integral para decidir”, pero en la parte de la integralidad, no en la que algunas personas todavía hoy quieren imponer solamente como modo de prevención de embarazos. Cuando hablamos de ESI estamos hablando de proyecto de vida, de empoderamiento, de discusión de relaciones de poder. Y creo que Nelly se refería a esa definición de la ESI. Cada vez que se habla de educación sexual, todavía hay un fuerte resabio del modelo biologicista biomédico. La ESI es mucho más, tiene que ver con la identidad y la autoafirmación, tiene que ver con la historia personal y la historia de las sociedades, es una perspectiva política del cuerpo. Por eso la lucha también es por la ESI, porque visibiliza la construcción de los cuerpos justamente dentro de una relación de poder y de una relación social. El debate del aborto y la sujeción de los cuerpos de las mujeres a ciertas reglas puestas por el patriarcado forma parte de la discusión de la ESI. Y supongo que Nelly está hablando de esa potencia de la ESI.

También es una ley resistida por su potencia como herramienta que posibilita a niñes y adolescentes descubrir situaciones de abuso, violencias y de sometimiento que no pueden manifestar, y encontrar acompañamiento y asistencia en la escuela.

-La resistencia a la ESI tiene diferentes planos. Hay un plano de resistencia del mundo adulto, de las familias, que a veces tiene que ver con estar pasando por situaciones de violencias, o situaciones que no se pueden nombrar sin herramientas para atender. También hay un nivel de resistencia que es desde el padecimiento, y otro desde el desconocimiento, y que se completa con un discurso interesado para confundir, para asustar. Lo llamamos pánico moral. Es decir, no todas son resistencias activas militantes, de grupos antiderechos o de grupos que están en contra de la perspectiva de género. Por supuesto son minorías intensas, como ya sabemos, pero hay un trabajo enorme y absolutamente desafiante que tiene que ver con poder entender cómo la escuela siempre es el lugar de encuentro con los otros, con las otras, con les otres, y que no hay otro lugar. Es el lugar de la condición de lo posible de que exista lo universal en un sentido de inclusión. Quizá estoy diciendo algo muy utópico, ¿pero dónde, si no es en la escuela, los niños, las niñas, les niñes tendrían oportunidad de conocer otros mundos y de construir la posibilidad de vivir en común? Ese es el desafío. Un proyecto como la ESI es un proyecto que se inscribe en esa tradición democratizadora de la escuela, no hay otro lugar social donde se puedan reunir las diferencias y se puedan escuchar y respetar las formas de vida que son diferentes. Se viene el enorme desafío de profundizarla, de que cada docente se sienta agente o actor social relevante de esa posibilidad de vivir en común que te dan la escuela y los derechos humanos. Por eso me parece un proyecto tan potente.

¿Se prevé algún tipo de modificación de la Ley de ESI o revisarla en aspectos vinculados a la laicidad o al rol de las instituciones privadas?

-No creo, pero en esta etapa se abre un desafío, porque en nuestro país hay libertad religiosa y el derecho de las familias a profesar sus cultos, y también está el derecho a recibir una educación sexual integral. ¿Cómo se compatibilizan esos derechos? Trabajando cuidadosamente para preservarlos. Una comunidad tiene derecho a decir ´para nosotrxs es preferible determinada forma de matrimonio o que la genitalidad se ejerza para tener hijos o hijas´, pero esa comunidad o la escuela que responda a esa comunidad no pueden negarles a esos niños, niñas y niñes el derecho a conocer todas las formas de vida y a conocer los contenidos de la ESI. Y en este punto, va a ser clave cómo se conciba a sí misma una docente, un docente o une docente, qué lugar profesional se autoasigne. Si se concibe como trabajadora o trabajador de un Estado que tiene un pacto civilizatorio de derechos humanos, y un plexo normativo aprobado por el Congreso Nacional, debe garantizar que todxs lxs niñxs con los que trabaje accedan a esos derechos. Y los derechos son incrementales. Nunca menos, siempre más.

Para lograr la aprobación de la IVE en el Senado, una de las condiciones fue quitar la palabra “integral” de dos incisos de la ley. Cuando se aprobó la ESI, grupos conservadores como #ConMisHijosNoTeMetas también se resistían y se siguen resistiendo a ese término. ¿Cuál es su significado político y simbólico para que cause tanta virulencia?

-Tiene que ver con el modelo médico hegemónico y con cómo se pensó durante mucho tiempo la salud en general y la salud de las mujeres en particular. Si salud es lo contrario de enfermedad, estamos pensándola como la no-enfermedad. En cambio, si observamos la salud como un estado donde la dimensión emocional y psíquica está pensada junto con la física y la biomédica, es otro modelo de sujetx, de medicina. Debemos seguir peleando por un modelo integral para pensar la salud, porque finalmente los seres humanos somos una unidad. Me importan mucho las lecturas ambientalistas, de los ecofeminismos, de los feminismos indígenas, para pensar en una integralidad que incluya el ambiente y la naturaleza. Me parece que la integralidad no puede ser sólo de los humanos como una especie subjetiva. Hay una pista interesante cuando los feminismos indígenas hablan del buen vivir. ¿Qué es la salud, qué es el buen vivir desde esa mirada? Y es esta cuestión de poder pensar a los seres humanos en las condiciones materiales de vida discutiendo la desigualdad, discutiendo el capitalismo, el patriarcado, el racismo, y al mismo tiempo discutiendo la materialidad en la vida cotidiana, la relación con la naturaleza, con los animales, con los alimentos.

¿Estás planteando una ESI con cosmovisión?

-Es que más allá de todos los temas nuevos que mencionamos, mi vuelta de tuerca es la que tiene que ver con el ambiente. Hablando con mujeres de los sectores populares que trabajan en la separación de los residuos, las condiciones materiales de vida y al mismo tiempo la construcción de conocimientos de esas mujeres tienen fuertes componentes que se relacionan con el cuidado de la vida y del ambiente.

Es la autonomía de esos cuerpos y la posibilidad de decidir cómo vivir.

-Es autonomía y es al mismo tiempo interdependencia en esa idea de interdependencia que tiene la categoría cuidado, porque finalmente estamos hablando de cuidados. No del cuidado romántico en el sentido protejamos el ambiente, como una simple enunciación, sino con la fuerza de lo colectivo como la construcción de un proyecto político de sujetxs autónomxs, sujetxs que se reconocen interdependientes en un ambiente común y que definen cómo vivir sin violencias.

¿Por qué para algunos sectores concentrados resulta insoportable hablar de aborto y de ESI?

-Estos grupos ya se definieron políticamente, ya tienen partidos que los representan, candidatos y candidatas, ya forman parte de la política formal, no son familias preocupadas por qué les va a pasar a sus hijes con la ESI. Son militantes de un proyecto que parte de una mirada y una visión determinada, opuesta a la nuestra. No son sectores de opinión, incluso tienen financiamiento internacional, tienen intereses económicos. Defienden una manera tradicional de pensar el poder, el mundo y los cuerpos, consagrada en el capitalismo patriarcal y racista, y esto tiene que ver con una forma de construcción de poder que, debemos decirlo, fue bastante exitosa en Occidente. En décadas anteriores la lucha estaba visibilizada en una puja económica, y ahora hay una lucha contra la desigualdad y por la justicia social que es más diversa, que tiene que ver con los cuerpos sexuados, que es una cuestión de deseo y una cuestión de autonomía. Se diversifican las formas de la lucha y las formas de la resistencia. De todos modos, hay que seguir con atención las producciones de esos grupos, porque tienen sus instituciones y sus medios de comunicación.

¿Por qué la implementación de la ESI es tan despareja en la Argentina y cómo se puede lograr su aplicación en todo el territorio?

-Creo que las votaciones en el Senado dan una respuesta. Las fuerzas en las provincias están bastante divididas y aún hay fuerzas locales que tienen el poder suficiente para no aplicarla a nivel provincial, pese a las leyes nacionales. Los mismos debates que se dieron a nivel nacional se dan en cada jurisdicción, y ahí tenemos diferentes correlaciones de fuerza. En algunas provincias del Norte, por ejemplo, esas correlaciones han ido más en contra de la ESI que en provincias del Sur. Lo cierto es que todavía hay una lucha cuerpo a cuerpo. Pero es una convicción del Ministerio de Educación el cumplimiento de la Ley de ESI e invertir presupuesto en esa dirección. Durante el gobierno macrista, la forma de pensar la política educativa dejaba una especie de libertad a las provincias ejerciendo un falso federalismo, porque directamente fue un abandono del impulso del Gobierno nacional en esas jurisdicciones. Hubo cuatro años en que las provincias aplicaban la ESI si querían, a demanda. La fuerte apuesta en la actualidad es un Estado nacional que impulse todas estas políticas en alianza con los movimientos populares, sociales, feministas, y traccionar en algunas provincias donde todavía cuesta su implementación.

¿Y poder sacarnos esa mochila de piedras que es la Iglesia?

-Creo que la votación de la IVE va a ser muy significativa en ese sentido. Pero insisto en poder pensar el derecho al ejercicio del culto de manera independiente del derecho a tener una educación sexual integral para la justicia social y la igualdad. Tenemos que construir esas condiciones de posibilidad, y nuestro pensamiento político de la cuestión educativa, el pensamiento pedagógico, tiene una gran tarea en esa dirección.