El 23 de octubre pasado el dólar blue alcanzó el máximo de 195 pesos. Financistas desaforados, economistas ortodoxos y la red de medios de derecha se lanzaron a proyectar un billete verde sin techo, rompiendo la barrera de 200 pesos.

Tres meses después el blue cotiza a 155 pesos, 40 pesos menos que ese record. O sea, en estos días, en las cuevas se negocia el dólar paralelo con una caída de 20 por ciento en relación al pico.

Para calmar la ansiedad de almas bellas de la city, con una economía que tiene anotadas varias crisis traumáticas, en un período largo, la acumulación de dólares puede llegar a ser una buena inversión. Y si no lo llega a ser no importa mucho porque el verde es uno de los pocos activos que brinda tranquilidad al pequeño y mediano ahorrista.

Sin embargo, en el mundo de las finanzas el costo de oportunidad de las inversiones es un componente importante puesto que define el resultado de la rentabilidad de las colocaciones. Por supuesto, también determina la calidad de los operadores en lo que supuestamente saben hacer: especular.

A fines de octubre muchos exhibieron públicamente que, en esta oportunidad, fallaron en esa tarea básica de su actividad.

Tiempo

El costo de oportunidad de una inversión significa que el tiempo tiene valor y se mide en dinero. En esos tres meses, si el capital especulativo destinado a comprar dólar blue a 195 pesos hubiera sido colocado en otra inversión o mantenido en pesos en caja de ahorro o en plazo fijo, hoy ese capital sería mayor.

Un cálculo financiero realizado por un operador de la city estimó que quien pagó casi 200 pesos el dólar tendría que venderlo hoy a 220 pesos para recuperar los mismos pesos en términos reales. A la última cotización, el blue debería subir 42 por ciento, escenario poco probable en estos días.

Mientras el tiempo siga corriendo con un blue estable con tendencia a la baja, el quebranto de cortísimo plazo se irá agrandando.

Para evitar la furia verde, se aclara que el dólar puede subir mucho esta semana, el próximo mes, en este año o en cada uno de los años por venir. Pero en el juego especulativo de la city quienes apostaron a fines de octubre a una disparada del blue perdieron.

Pueden ganar en el mediano y largo plazo pero esos protagonistas, en general, no se quedan de brazos cruzados para ver qué pasa con las inversiones en meses o años. La apuesta con el blue en octubre fue fallida. La podrán disfrazar de muchas formas, como saben hacerlo para confundir distraídos. Pero, en el bolsillo, saben que perdieron en esa jugada.

Econochantas

La reacción defensiva de los financistas dolarizados es la misma de la secta de economistas dedicados a fallar en los pronósticos económicos. A fines del año pasado, se publicó en este espacio los errores groseros de la mayoría de los econochantas. En el siguiente cuadro se precisa el resultado de las proyecciones 2020 en el Relevamiento de Expectativas del Mercado (REM), que elabora el Banco Central:

No reconocen que se equivocan, ocultan sus yerros, instalan escenarios de miedo y reinician el ciclo de proyecciones para preservar el negocio. Es lo que están haciendo desde que se conoció el índice de precios minorista de diciembre último, que marcó un preocupante 4 por ciento.

Ahora el juego especulativo de economistas mediáticos es con una variable muy sensible del bienestar general: la inflación. Para este año, punta a punta, aseguran que será como mínimo del 50 por ciento. Y eso lo dicen sin ruborizarse pese a los papelones acumulados el año pasado.

Si fuese por la fiabilidad de los pronósticos y resultados en el 2020, el ministro de Economía, Martín Guzmán, debería tener una cuota superior de credibilidad que los econochantas.

El índice de precios al consumidor 2020 terminó en el nivel que había previsto, el desequilibrio primario de las cuentas públicas (6,5 por ciento del PIB) fue menor al estimado por el mercado, las reservas comenzaron lentamente a recuperarse, la actividad avanza a una velocidad mayor a la calculada y el mercado cambiario se encuentra en una tensa calma.

Además lideró la exitosa renegociación de la deuda externa con acreedores externos y locales, pese a la obscena campaña en contra de medios y analistas conservadores.

Apostar a que el Gobierno no hará nada para evitar un alza persistente de precios es arriesgado, ya que si no hace nada pondrá en riesgo su suerte en las próximas elecciones.

Disputa de poder

A esta altura se sabe que la rigurosidad de las cifras y el impacto de las medidas poco influyen en el debate público, que es terreno de la derecha para fomentar la confusión deliberada. Esto se debe a que, para espanto de los tecnócratas, la economía es un territorio de disputa de poder y, por lo tanto, un espacio de lucha política.

La mayoría de los economistas rechaza esa idea con soberbia académica pese a que manifiesta opiniones sesgadas por su ideología conservadora, lo que se convierte en la prueba más contundente de esa definición. Por lo tanto, las reiteradas proyecciones económicas negativas del año pasado como para éste no tienen que ver con un análisis preciso, sino con la convicción política de combatir un gobierno que no les gusta.

Con un escenario financiero internacional muy amigable para los negocios de funcionarios y banqueros, el saldo económico de la gestión macrista-radical fue un desastre. Pese a ello, el poder económico con la comunidad de economistas a su servicio festejaba cada uno de los descalabros de ese gobierno.

En cambio, con una pandemia en curso, la mejora relativa de la economía en el último trimestre del año pasado y las perspectivas de consolidar esa tendencia en 2021 son minimizadas por el establishment y sus voceros.

Esa disparidad de criterio se explica exclusivamente en que la economía es un terreno de disputa política. Quien no lo entienda así en el gobierno de Alberto Fernández quedará atrapado de intrascendentes debates técnicos sobre niveles de subsidios, tarifas, precios y salarios.

Se discute, en realidad, cómo se reparte el ingreso –no la riqueza- y esa tensión es eminentemente política, y los funcionarios responsables no deberían esperar a que el poder económico acepte en forma voluntaria limitar las pretensiones de recomponer la tasa de ganancia afectada por la recesión macrista y luego por la crisis del coronavirus.

Comunicado de la UIA

El más reciente comunicado de la Unión Industrial Argentina, dirigido a "las áreas correspondientes del Poder Ejecutivo Nacional", oponiéndose a la red de protección laboral diseñada con la prohibición de despidos y la doble indemnización, refleja esa tensión.

Se dice que la UIA es la entidad patronal más cercana al Gobierno. Esa nota no lo refleja, más bien se pone a la cola de los tradicionales bandos sabatinos emitidos por la Asociación Empresaria Argentina (AEA) y el Foro de Convergencia Empresarial, ambas agrupaciones bajo la conducción política de los grupos Clarín y Techint.

La oposición de la UIA a esas medidas de cuidado de los trabajadores no sorprende, en cambio sí las contradicciones de ese comunicado y la tergiversación en el análisis del ciclo económico de los últimos diez años.

La entidad fabril, en la cual Techint sigue ejerciendo un papel dominante pese a la resistencia de otros miembros, afirma lo siguiente:

* "Entendemos que ya no están vigentes las condiciones de excepción que motivaron las medidas adoptadas el año pasado para regular el mercado de trabajo y mitigar los efectos de la crisis".

* "El “triple cepo” que implica la prórroga del esquema de prohibición de despidos y suspensiones sumada a la doble indemnización plantean un escenario de incertidumbre sobre el marco regulatorio que regirá a las nuevas contrataciones".

* "Ambas situaciones obturan la recuperación del empleo industrial y la recuperación genuina del mercado formal de trabajo, perjudicando especialmente a sectores que tienen potencial para demandar nuevos empleos pero no encuentran certidumbre para hacerlo".

Paso de comedia

Con un escenario de fragilidad laboral, salarios reales muy atrasados y con la pandemia en curso sostener que "no están vigentes las condiciones de excepción" es una visión bastante particular de la actual crisis.

Más insólito es plantear que la red de protección laboral en tiempos de coronavirus fue un freno a la contratación de personal. En unas líneas más arriba del mismo comunicado se detalla que, según el último informe de indicadores laborales de la UIA, "octubre ha sido el quinto mes consecutivo de aumento del empleo registrado industrial".

Como en el gag de Los Tres Chiflados chocando entre ellos en una puerta giratoria, la UIA se queja de la continuidad de la prohibición de despidos y la doble indemnización porque "obturan la recuperación del empleo industrial", pero en estos meses de vigencia de esas normas se ha recuperado sostenidamente el empleo industrial.

Para rematar el mal paso de comedia, el comunicado de la UIA afirma que "el empleo registrado (en la industria) se encuentra desde septiembre por encima del nivel prepandemia -actualmente lo supera en 4500 trabajadores-. Esta tendencia se manifiesta en las expectativas netas de contratación para los próximos tres meses, que se ubicaron en terreno positivo por segundo mes consecutivo en noviembre".

Obcecación

La UIA no hace mención al impresionante esfuerzo fiscal de asistencia a las empresas, entre ellas a las industriales, con la ATP, créditos a tasa subsidiada, reducción de cargas patronales, entre otras. Por el contrario, se queja sin el mínimo pudor "de los mayores costos no laborales asumidos por las empresas en el último año, en especial los que responden a los elevados niveles de ausentismo derivado de la aplicación de la resolución 207/2020" del Ministerio de Trabajo.

El ausentismo de trabajadores en este período fue para cuidar la fuerza laboral debido a la pandemia. Esa definición de la UIA exhibe escasa sensibilidad teniendo en cuenta la cantidad de contagiados y muertes en estos tiempos de coronavirus.

La entidad fabril reitera una evaluación equivocada acerca del ciclo industrial de los últimos diez años. Afirma que la industria transcurre "prácticamente una década de estancamiento y caída de la actividad", para sentenciar además que "desde los niveles máximos alcanzados en 2013, el empleo industrial se contrajo en 178.000 puestos de trabajo".

Dos falacias que exigen precisiones analíticas para despejar el humo de la desinformación:

1. En el segundo mandato de CFK la industria estuvo estancada con leve tendencia negativa debido a la potente restricción en el acceso a las divisas para las importaciones de insumos clave de la producción industrial.

2. En el gobierno de Mauricio Macri, en cambio, la industria se derrumbó. La caída en los últimos dos años de gestión fue de 14 por ciento, entre noviembre de 2017 y diciembre de 2019. El desprecio a la actividad industrial expuesto por el macrismo se revela en que la producción fabril descendió más en ese período que en la impactante crisis de la pandemia.

3. Afirmar que ha habido una década de estancamiento es pretender igualar dos ciclos políticos diferentes para encubrir el desastre macrista. El kirchnerismo se topó con la restricción externa (la escasez relativa de divisas) que limitó la expansión industrial, base de su política económica. En cambio, la alianza macrismo-radicalismo tuvo como objetivo la desindustrialización.

4. El manejo de los datos de empleo industrial que hace la UIA es absurdo. La caída de 178.000 puestos que menciona desde 2013 se explica por la destrucción de 170.166 durante los cuatro años del gobierno de Macri. O sea, que la pérdida de empleo industrial corresponde casi exclusivamente al período 2016-2019.

La obcecación antikirchnerista, que se extiende a un antiperonismo vulgar, provoca desvaríos como los expuestos en ese comunicado de la UIA hasta el nivel de no poder criticar abiertamente al gobierno de Macri. Como sugerencia, en el próximo, para ser coherentes con esa línea analítica, puede rescatar la política industrial de Martínez de Hoz y de Cavallo.

Nudo

Esta nota de la UIA, la cadena nacional de economistas mediáticos en campaña de miedo con la inflación y el dólar, la presión por un rápido acuerdo con el FMI y la oposición militante del establishment y su red de medios de derecha conforman el marco económico-político para condicionar al gobierno del Frente de Todos.

Entender cómo está presentada la relación de fuerzas en este año electoral, más allá de los deseos de consenso del oficialismo, resulta fundamental para intervenir en lo que será un nudo económico-social crucial en el 2021: cómo se orientará el conflicto distributivo luego de tres años de una profunda crisis.

Esto significa cómo será el ritmo de recomposición del empleo-salario que estará en tensión con la aspiración del mundo empresario de recuperar márgenes de ganancias.

Una de las enseñanzas que dejó la intensa mejora económica luego del estallido de la convertibilidad fue que la creación de empleo y el aumento del salario real, que impulsaron el incremento de la masa salarial global, permitió iniciar un ciclo de crecimiento sostenido y, en ese tránsito, la mayoría de las empresas recompuso la tasa de ganancia.

El camino inverso de desarticular la red de protección laboral y limitar la recuperación del salario real, como postula el poder económico, tiene el destino de debilitar el proceso de recuperación económica en un año electoral.

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