Hace exactamente una semana la noticia ocupó las primeras planas, pero también los intercambios de WhatsApp, la conversación en las redes sociales y en los foros especializados. Todo el mundo quería entender qué fue lo que pasó, qué había detrás de esos titulares que decían que unos pibes desde sus casas estaban acumulando fortunas y haciendo estallar a algunos peces gordos de Wall Street. A algunes les entusiasmó la primera parte: ¿de verdad puede ser así? ¿Tan sencillo como apostar masivamente en contra del movimiento bursátil de algún gran fondo y esperar a que lleguen los millones? A otres la segunda: ¿se habría abierto una ventana novedosa para hacer justicia distributiva?

Más allá de las distintas motivaciones que explican el interés por el caso, lo cierto es que puso una vez más en agenda el delirio alrededor de las finanzas. Dinero que crea dinero que nadie sabe para qué será utilizado. De eso se trata el cada vez más profundo desacople entre la economía real (esa que produce bienes y servicios) y las finanzas.

Lo que hicieron los foristas del sitio Reddit fue ponerse de acuerdo para comprar la acción de GameStop y hacer que su precio suba cuando el mercado estaba apostando a la baja (a la operatoria se la conoce como short selling, para quien quiera googlear y entender el paso a paso, muy sencillo). Por unos días lo lograron, ocasionando pérdidas millonarias para fondos como MervinCapital y ganancias extraordinarias para ellos.

Con el diario del viernes sabemos que las ilusiones (y las conclusiones apresuradas) son tan volátiles como la bolsa estadounidense por estos días. Por un lado, no sólo fueron actores minoristas los que participaron de la compra masiva de GameStop y otras acciones que venían en caída. Al parecer, gigantes de la talla de BlackRock también se hicieron de su tajada. Y así como subieron, bajaron. Habrá que ver aún cuál es el resultado final en los balances de los especuladores pequeños y de los grandes. Por otro lado, el establishment de Wall Street encendió sus alarmas. Volvimos a escuchar, como al inicio de la pandemia, a los que siempre piden menos intervención rogar por nuevas regulaciones. No parecen éstos los tiempos en los que a los grandes inversores les preocupe “resistir un archivo” (¿acaso alguna vez importó?). Su leitmotiv es la multiplicación de las fortunas y el modus operandi es la especulación financiera, y por ahora, consiguen normas a su medida. Vale aquí el recordatorio de que esta etapa a la que muches coincidimos en llamar neoliberalismo no se caracterizó nunca por la falta de intervención. Por el contrario, la historia neoliberal es la de los Estados que intervienen para crear mercados donde antes no los había, como en la educación, en la salud o en las jubilaciones. Las normas que habilitan a apostar a la baja sobre el precio de un activo también han creado nuevos mercados de la especulación.

Al margen de quiénes serán los ganadores de esta operación en concreto, hay preguntas que podrían ayudar a entender cuál es el telón de fondo de esta obra ¿Qué tiene de novedoso el caso GameStop?¿Qué circunstancias habilitan apuestas como esta?¿Se puede hablar de una “democratización” de la especulación financiera o es un oxímoron?

El dinero: eso que no cae como maná del cielo

La crisis inesperada que generó la pandemia hizo que casi todos los países, pero principalmente las potencias mundiales como Estados Unidos, salieran a inyectar dinero para morigerar el impacto del freno de la actividad.

La gran diferencia con los países de ingresos medios y bajos es que lo que emiten, sean dólares, euros o yuanes, son billetes demandados a nivel global. A diferencia de los pesos argentinos, por ejemplo, que podrían verse afectados rápidamente si hubiera una devaluación.

Eso hizo que hubiera una cantidad extraordinaria de dinero dando vuelta que les economistas llamamos “exceso de liquidez”. La administración de Trump no colocó esa plata en grandes proyectos de inversión en infraestructura, ni en la cancelación de las enormes deudas que arrastran las clases medias y bajas estadounidenses, tampoco en la reforma de sus sistemas de salud y educación hiper privatizados. En cambio, el dinero fue a parar, principalmente, a mano de grandes fondos de inversión, haciendo crecer aún más el ya exagerado tamaño de los mercados financieros respecto al de la economía real.

Eso se vio reflejado en la volatilidad de las cotizaciones bursátiles (recordemos el desplome de Wall Street en marzo 2020 y su rápido repunte de la mano de Amazon, Facebook y otros grandes ganadores de la pandemia) y en la compra masiva de bonos de deuda de países de ingresos altos, medios y bajos. Es en este momento de mercados desquiciados en el que hay que ubicar el fenómeno GameStop.

El desborde de la financierización

¿Qué quiere decir que vivamos en un mundo cada vez más financierizado? Hay muchos debates en torno a cómo medirlo y evaluarlo. Una de las formas es ver la relación crédito/PBI y dónde va a parar ese dinero. En Estados Unidos, la relación crédito/PBI se duplicó y el crédito se usó para operaciones como la recompra de acciones por las propias empresas, con el objetivo de incrementar su precio.

La financierización coincide con el aumento de la desigualdad y la concentración de la riqueza en el 1 % que ya no importa en qué lugar del mundo habita. Al mismo tiempo, el avance de las tecnologías permite que se multipliquen los nuevos pequeños “inversores” como los foristas de Reddit, entre los que abundan varones muy jóvenes y simpatizantes de las derechas.

El fenómeno GameStop trajo el debate sobre la “democratización” de los instrumentos financieros. Se habla de “inclusión” como si la participación en la especulación bursátil fuese de por sí un fenómeno deseable.

En América Latina, en particular en Argentina, el mercado bursátil es todavía muy chico. En los últimos años creció en países como Perú o Chile, y huelga preguntarse por qué. La “financierización” por estos sures tiene poco que ver con nuevos inversores hiper especializados y mucho más que ver con los procesos de privatización.

Por ejemplo, cuando se privatizan los fondos de pensiones como pasó en Chile, pasan a invertir en el mercado bursátil. Lo mismo podríamos decir del mercado que se genera alrededor de la privatización de la educación y de la salud.

La única bancarrota

Desde la crisis de 2008 la tendencia no para. Cuando pareciera que ya no se puede patear más hacia adelante, los sistemas financieros se reacomodan y la rueda sigue girando.

Asistimos a la “bancarrota moral” de la humanidad, dijo hace unos meses el director de la OMS, cuando morían miles y miles de personas sin poder ser atendidas en los países más ricos del mundo ¿Qué habría pasado si en lugar de inflar activos financieros se hubiese invertido en hospitales, en investigación científica, en recursos educativos? Cuánto peor es esa bancarrota hoy que ya sabemos que habrá países que no podrán vacunar.

La pandemia puso en evidencia más que nunca la manera absurda en la que se multiplican, se desvanecen y fluyen los capitales. La discusión que necesitamos y que en algunos espacios se empieza a oír, es cómo hacer para reorientar el crédito hacia los proyectos que hagan nuestras vidas más vivibles. Ser parte de ese debate sí es inclusión y democratización. Y es también poner un palo en esa rueda para que dejen de especular con nuestras vidas.