El tono cordial que tanto dirigentes sindicales como empresarios destacaron como rasgo saliente de los encuentros de esta semana con el gobierno, no será suficiente para definirlo como un "acercamiento" a un acuerdo de precios y salarios. Pero es un punto de partida, a partir del cual cada parte deberá empezar a "medir" las intenciones de los demás y definir su propio juego en esta puja distributiva. No hubo propuestas en firme, pero sí señales. La primer tarea será tratar de darle una lectura a las mismas. ¿Por qué los dirigentes empresarios de empresas líderes aplauden a Martín Guzmán al final de su exposición, pero no tuvieron la misma deferencia con Matías Kulfas o Santiago Cafiero? ¿Están escuchando posturas diferenciadas y han decidido tomar partido?

Si así fuera, hay una primera lectura errónea con respecto a lo que el gobierno fue a plantear. Las exposiciones del jefe de ministros y de cada uno de estos últimos a los que les tocó hablar, están obviamente consensuadas. Cada uno atiende una parte de un discurso único. Tanto es así que las presentaciones de Cafiero y de sus ministros se dieron en una secuencia continua antes de cederle la palabra a la parte empresaria. Pero en algunas de las reflexiones de dirigentes empresarios que estuvieron presentes sugieren que se interpretó que, mientras Guzmán defiende la estabilidad económica, financiera y cambiaria y expone la "moderación" del gobierno frente al sector privado, Kulfas vendría a ser quien levanta el dedo acusador contra los "formadores de precios", una calificación que ya son varios los dirigentes patronales que han hecho saber que no les cae bien.

A través de sus distintos expositores, el gobierno reclamó el compromiso de todos para vigorizar el mercado interno (Cafiero), en un marco de estabilidad y responsabilidad fiscal y cambiaria (Guzmán) y, ante la realidad de una disparada inflacionaria, la necesidad de hacer un seguimiento de las cadenas productivas por sector para detectar los desvíos de precios y sus causas (Kulfas). 

El cómo, quedó para definirse más adelante, aunque el ministro de Trabajo, Claudio Moroni, le tiró una sugerencia a los dirigentes sindicales el miércoles que debe haber llegado a los oídos de alguno de los dirigentes empresarios que concurrieron a la reunión del jueves. Convocó a los gremialistas a comprometerse en el control o seguimiento de los precios, pero no acompañando las inspecciones de la Secretaría de Comercio Interior a las góndolas, sino en cada eslabón de las cadenas productivas y, fundamentalmente, en la producción de insumos esenciales. Para las crónicas de estos encuentros, esta señal pasó despercibida. 

Son los temas de los cuales todavía no se empezó a discutir, pero serán los que van a tensar las relaciones cuando aparezcan en la mesa. Controles de precios, no sólo de productos finales esenciales sino de insumos difundidos: una carta que el gobierno todavía no mostró pero la dirigencia empresaria sabe que jugará. El gobierno ofrece para este año un tipo de cambio controlado, tasas de interés negativas y moderación en las tarifas para no motorizar nuevos aumentos. Debería incluir en ese menú a los combustibles, que a partir del segundo semestre de 2020 jugaron un rol hiperactivo en el rebrote inflacionario. Además, para poder lograr mantener la calma actual en el mercado de divisas, debería poder asegurar una oferta suficiente de dólares. Pero no controla esa variable, en manos de un núcleo muy concentrado de grandes exportadoras. 

Como, a la vez, el objetivo planteado por el gobierno es lograr una recuperación económica sólida, que incluya a todos los sectores de la sociedad, hay que mejorar los ingresos de la población. Ya la cuestión de los salarios es complicada por sí misma, porque el planteo de "ganarle por dos o tres puntos a la inflación" está pensado para la tasa de incremento de precios en la meta: 29%. Pero no para los niveles actuales de inflación (3,7% promedio en los últimos cuatro meses). Es como en esos partidos de Copa de ida y vuelta: si en el segundo partido hay que ganar por dos goles, el objetivo se ve accesible si hay que ganar 2 a 0. Pero si el rival hace 2, habrá que convertir 4. No es lo mismo.

De allí que la urgencia en frenar el ritmo inflacionario se antepone en el tiempo a la recuperación de los salarios, pero evitando que éstos lleguen muy retrasados, porque entonces se frustrará o postergará el objetivo de recuperación del consumo interno y de la economía en su conjunto. Además, los salarios no son "todo" el problema: casi un 50% de la fuerza de trabajo está sumergida en la informalidad y sus ingresos no se definen en un acuerdo paritario.

Según propuso esta semana Claudio Lozano, economista del IPyPP y director del Banco Nación, "la decisión de avanzar en un acuerdo de precios y salarios con el objetivo de recomponer el poder adquisitivo y dinamizar el mercado interno debe complementarse, para ser efectiva, con una estrategia de universalización de ingresos sobre la población en situación de informalidad y desempleo. En una Argentina donde prácticamente el 50% de la fuerza de trabajo se encuentra en situación de informalidad o desempleo, no alcanza con la política salarial para recuperar los ingresos populares".

La propuesta, queapunta a fijar "un umbral de dignidad en materia de ingresos equivalente a un salario mínimo para todos aquellos que ingresan al mercado de trabajo", fue presentada esta semana ante la Mesa de la Lucha contra el Hambre, otro de los ámbitos donde se discuten las políticas públicas de lo que ya está siendo un año intenso. Tal cual lo señala en su presentación, esa propuesta no sería parte del Acuerdo de Precios y Salarios, pero sí un complemento necesario para lograr una recuperación económica asentada en el consumo popular.

En materia de controles de precios en cada uno de los eslabones, otro actor clave hasta acá ausente de las convocatorias a la Mesa del Acuerdo de Precios y Salarios es el entramado pyme. A diferencia de lo que ocurría un lustro atrás, hoy este sector tiene una representación y organización mucho más coordinada entre las distintas asociaciones que los agrupan. La Mesa Nacional de Unidad Pyme, Cgera, Apyme son entidades que se mueven en un mismo espacio y discuten propuestas en conjunto. Detrás de ellas se alinea casi todo el espectro de organizaciones pyme activas. La falta de identificación de representantes del sector ya no es una excusa para no sumarlas al debate. 

Tampoco se trata de una formalidad o un "gesto amable" el invitarlos a la mesa. Es una necesidad. No son formadores de precios, pero se articulan con la compra de insumos, la producción de bienes intermedios, el vínculo estrecho con sus empleados y se relacionan con la capacidad adquisitiva de la población como ningún otro sector de la economía. Ya sean empresas familiares o asociativas. Es difícil imaginar que el diagnóstico de cómo se forman los precios en la economía y por qué en determinado momento se disparan, pueda llegar a buen puerto sin su aporte. Y si no hay buen diagnóstico, el camino a la solución será más empinado.