El sacerdote jesuita Franz Jalics falleció este sábado a sus 93 años debido a una enfermedad coronaria. Había sido secuestrado por la última dictadura cívico militar junto a otro jesuita y su historia, hecha pública con el regreso de la democracia, generó polémica tanto dentro como afuera de la Iglesia, que recrudeció poco despues de la elección del ex arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, como Papa. Jalics consideró durante muchos años que Bergoglio, por entonces líder de la orden de los jesuitas, lo había entregado a él y a Orlando Yorio a los represores. La acusación fue retirada por el mismo protagonista, muchos años después, luego de que Bergoglio testificara que había reclamado por su aparición ante el exjefe de la Armada Emilio Massera.

La casa de retiros “Gries Haus”, fundada por Jalics, informó en un comunicado que el jesuita murió de una enfermedad coronaria cuando regresaba desde un hospital a un hogar de ancianos en Budapest, Hungría, donde vivía desde 2017.

“Pedimos su oración por Franz. Habíamos hablado con él por teléfono en diciembre en su onomástico 03.12.2020. Estaba despierto en esa conversación. Nos damos cuenta de que fue nuestra despedida de Franz con la canción que siempre cantamos junto a él al final de las conversaciones telefónicas: 'Mi esperanza y mi alegría, mi fortaleza, mi luz; Cristo mi confianza, en ti confío y no temo'”, expresaron desde la casa de retiros.

La vida de Jalics

Jalics nació en Budapest, Hungría en 1927 y ya a sus 17 años tuvo que sufrir los bombardeos de la ciudad alemana de Nuremberg durante la Segunda Guerra Mundial. 

En 1947, ya finalizada la guerra, decidió volver a Hungría para ingresar en el noviciado de la Compañía de Jesús para estudiar teología, aunque luego completó su carrera en Pullach y Lovaina, Bélgica.

A finales de 1950, comenzó a dar clases en Chile y Argentina sobre teología dogmática. En 1974, se mudó a un barrio humilde de Buenos Aires y dos años después fue secuestrado junto a Yorio, miembro de su congregación, por la última dictadura cívico militar. Ambos fueron liberados tras 5 meses de tortura y encierro.

La polémica con Jorge Bergoglio

Al momento del secuestro de Jalics y Yorio, Jorge Bergoglio era el superior provincial de los jesuitas en la Argentina y los curas secuestrados pertenecían a su orden.

En relación a la responsabilidad de Bergoglio, surgieron distintas versiones. Algunas indicaron que había entregado a los jesuitas, mientras que otras señalan que buscó protegerlos mediante una red clandestina construida por él con el objetivo de resguardar a los perseguidos por la dictadura y favorecer su huida.

En 2013, Jalics contó: “Antes me inclinaba por la idea de que habíamos sido víctimas de una denuncia. Pero a fines de los 90, después de numerosas conversaciones, me quedó claro que esa suposición era infundada”.

A su vez, aseguró que Yorio y él fueron secuestrados por su conexión con una catequista que primero trabajó junto a ellos y “luego ingresó en la guerrilla”.

“Durante nueve meses no la vimos más, pero dos o tres días después de su detención también fuimos detenidos. El oficial que me interrogó me pidió los documentos. Cuando vio que había nacido en Budapest creyó que era un espía ruso”, detalló.

Luego, agregó: “En la congregación jesuita argentina y en círculos católicos se extendieron en los años previos informaciones falsas que indicaban que nos habíamos mudado a los barrios carenciados porque pertenecíamos a la guerrilla. Pero ese no era el caso. Supongo que estos rumores fueron motivados por el hecho de que no fuimos liberados inmediatamente”.

Tras el cónclave en el que Bergoglio resultó electo Papa, Jalics publicó un comunicado donde señaló: “No puedo juzgar el papel de Bergoglio en estos sucesos”. “Celebramos juntos una misa y nos abrazamos solemnemente. Yo me he reconciliado con lo sucedido y considero, por lo menos por mi parte, el asunto cerrado”, concluyó.

Lo que había dicho Bergoglio

El 8 de noviembre de 2010, el entonces arzobispo de Buenos Aires declaró durante casi cuatro horas como testigo en el juicio oral y público por los crímenes de lesa humanidad cometidos en la Escuela Superior de Mecánica de la Armada (ESMA).

En aquella ocasión Bergoglio fue interrogado sobre el secuestro de Yorio y Jalics. En su testimonio, aseguró que se reunió por separado en dos oportunidades con el dictador Jorge Videla y con Emilio Massera -Jefe de la marina- para interceder por los dos sacerdotes jesuitas que estaban detenidos.

Bergoglio contó que tuvo dos reuniones con los represores y una fue "muy fea" y no llegó a los 10 minutos. La primera, según aseguró, fue más amena, pero la segunda no. Fue allí cuando le dijo la frase: “Mire Massera, yo quiero que aparezcan”.