Siempre lo primero es alertar de que se trata de algo polémico y sobre todo debatible, de que no se trata de resultados concluyentes ni que no merezcan nuevas lecturas y opiniones pero hoy hace aproximadamente un año que comenzó esta pandemia mundial y ya encontramos no sólo una “naturalización” sino un comienzo de posibilidades que mediante las campañas de vacunación este flagelo planetario se atempere quizás hasta quedar como una enfermedad con poca trascendencia.

En principio, y como un posicionamiento a partir de la continua escritura y reflexión acerca de este tema, la covid marcó el comienzo del siglo XXI. Si el siglo XX terminó antes de tiempo, en 1989, con la caída del muro de Berlín, el comienzo del siglo XXI se hizo esperar, y como la mayoría de las cosas que se van madurando y madurando, su nacimiento nos dejó a fuego, se trató del “pandemonio”, la antesala del infierno, una reunión ensordecedora de demonios, espíritus, brujas y sobre todo millones de personas aterrorizadas frente a un virus del que no se sabía demasiado, ni cómo actuaba, ni de dónde venía.

Las consecuencias, una restricción de movimiento mundial que llevó a que cada uno y cada una se tuviera que quedar dentro de su unidad habitacional, su barrio, su ciudad, su país pero al mismo tiempo que el mundo encallara, estallara, y diera paso, naciera lo que Forbes denominó la Tierra Dos, y que también se podría llamar el Planeta. Ya no podemos hablar de mundo sino de planeta, cada quien atrapado entre sus múltiples pantallas que lo acompañan a todos lados, le sacan fotos, lo comunican, lo hacen tener en sus manos un tiempo y un lugar en tiempo real siempre abierto de infinitas posibilidades.

Y en ese mundo de viralizaciones, lo que duele en China se siente en Tierra del Fuego, lo que votan en Estados Unidos lo sienten hasta los pueblos originarios de la colonización del siglo XV, un planeta hiperconectado, con cambios en sus condiciones laborales, en sus formas de encuentros y desencuentros y sobre todo en sus maneras de amar y de morir.

En el año 2000, publicamos con Eduardo Bernasconi un libro llamado “Sobre duelos, enlutados y duelistas” (Edit. Lumen, 2000, de próxima reedición Edit. Letra Viva 2021) y entre otras cuestiones analizamos las formas de morir en la historia; cada época crea su forma de morir y de duelar. Es un tema apasionante y extenso que lo han estudiado entre otros autores Philippe Ariès.

Realizaremos una sola comparación de las muchas que se podrían realizar y nos iremos a casi cien años atrás, en ocasión de la primera guerra mundial, tiempo en que Freud escribió el libro canónico de “Duelo y melancolía, momento donde se ubica también la última gran pandemia llamada “la gripe española” que aniquiló al 6% de la población de aquellos tiempos que, si agregamos el número de fallecidos y heridos, es incomparable con los números que dejará esta pandemia, pero en aquella época no había tal desarrollo de los medios de comunicación masivos on line ni posibilidades de quedarse en la casa cuando estaba jugándose el futuro geopolítico expansionista del mundo.

Freud escribe en una época cuya actualidad es la guerra, está incluido en la situación bélica que está atravesando toda Europa, escribe sobre el duelo en momentos en que los ejércitos desaparecían de un día a otro, en momentos donde los hombres caían como moscas. Esta primera guerra “globalizada” está considerada como una de las más cruentas. Hoy la covid aparece en un momento donde las guerras se han focalizado y se han vuelto “a distancia”, el ejército norteamericano manda un dron que dispara y mata al jefe militar iraní con una precisión de centímetros; el poder destructivo de las armas actuales es tal que termina siendo disuasivo de toda posibilidad de guerra frontal, además hoy la guerra pasa por lo financiero-comercial.

Freud escribe en un momento donde la gente moría de a miles, él mismo acepta que es difícil escribir en esas condiciones, dice “el individuo que no ha convertido en combatiente se siente confundido en su orientación e inhibido en su productividad”. En esa época de guerra, donde Freud es espectador, está dentro de “quienes se quedaron en casa”, escribe “Duelo y melancolía” donde sostiene que el duelo es un afecto normal. Agrega en el texto “Temas de actualidad: la guerra y la muerte” (1915) que Europa está pasando una época de miseria anímica que tiene consecuencias: una fundamental, dice Freud, es el cambio que impone la guerra en relación a nuestra actitud frente a la muerte. La guerra cambia la actitud frente a la muerte y por tanto también cambia la actitud frente al duelo. Philippe Ariès en su libro “El hombre ante la muerte” ubica, curiosamente en la misma época, un cambio en la versión de la muerte, ubica el pasaje de la llamada muerte romántica a la versión de la muerte invertida. La guerra, además de muertes, produce cambios en la misma representación del morir y del duelar. La guerra invierte el hecho “natural” de ser los hijos quienes entierran a los padres, en la guerra son los padres quienes entierran a los hijos. De padres que deberían ser duelados por sus hijos, se invierte y son los padres quienes reciben la noticia de la muerte del hijo.

Hoy en día, la covid tiene mayor virulencia con los abuelos y abuelas, toda persona que trabaja o tiene algún familiar en alguna casa residencial geriátrica lo ha vivenciado, la muerte por covid se ha “agarrado” con aquellos más vulnerables y con aquellos que tienen enfermedades previas. En una época donde la vejez ha dejado de existir, donde las seguridades sociales y jubilatorias se desquebrajan por el aumento de la expectativa de vida poblacional, aparece una enfermedad desconocida que nace de la entrañas de los murciélagos para llevarse a nuestros abuelos y abuelas y aquellos con enfermedades difíciles de manejar y costosas para el sistema de salud.

Ya no se trata de la muerte invertida sino de la muerte viralizada, cada quien ha hecho un pequeño examen de conciencia y ha determinado las posibilidades que tiene ante este virus acechante y “aterrador” (aterrador es un significante que habla del terror pero también de que se ha acabado la tierra). Ya se contabilizan más de dos millones y medio de fallecidos. Cada persona con su historia, cada familia con su historia, cada comunidad con su historia. Cada muerte se ha viralizado de tal manera que la podemos contar sin sostener las imprecisiones de otras épocas, se puede realizar un conteo aunque imperfecto que reúna a todos los países del desfallecido mundo y del recién nacido planeta. Estamos en la época de los muertos on line, de la muerte en tiempo real. Las muertes por peste han sido muchas en la historia y seguramente mucho más virulentas, pero lo que no se ha visto nunca es el nacimiento de esta nueva forma de “fallecidos” que llevan a reflexionar acerca de nuevas formas del duelar que estamos viviendo, que en un primer momento de la pandemia eran de una crueldad insoportable y ahora están mutando a formas de duelar social que también utilizan medios aportadas por la tecnología como nichos en las redes sociales, despedidas con comentarios y sentidos pésames.

Martín Smud es psicoanalista y escritor.