La prepotencia muscular de la Policía de la Ciudad fue denunciada penalmente por la Procuración de Violencia Institucional, tras la detención de un trabajador ambulante que vende habitualmente pañuelitos en el subte porteño. El hombre, de 31 años y a cargo de una hija, conocido para muchos pasajeros porque hacía tiempo que desarrolla esa tarea en los pasillos del subte, denunció que había sido maltratado, que le habían quitado sus pertenencias y los pañuelitos, que no había cometido ningún delito y que le habían armado una causa por resistencia a la autoridad. Para el caso, la autoridad quedó representada por tres indocumentados (los polis) que se lo llevaron puesto en un andén de la estación Lima del Subte A argumentando resistencia a la autoridad (¿?), o sea, a ellos, uniformados sin uniforme ni identificación. La única resistencia del lado del vendedor vino de parte del grito de “¡soltálo!¡soltálo!” de parte de los pasajeros que comenzaron a rodear y filmar con celulares a los tres gorutas, que aplastaban contra la pared al hombre para esposarlo. Lo tiraron en un calabozo durante 10 horas. Al salir, presentó una denuncia ante Atajo (Agencias Territoriales de Acceso a la Justicia), que a su vez extendió la declaración ante la Procuvin. 

El caso ahora quedó a cargo del juez de Instrucción 18, Pablo Ormaechea. El pedido de investigación fue presentado por el fiscal ad hoc de la procuraduría especializada, José Nebbia, quien solicitó la realización de una serie de medidas de prueba para determinar identificar a los uniformados sin uniforme, determinar la denuncia por malostratos, y el motivo del porquesí-policial para detener al vendedor.

Según relató el vendedor en su denuncia ante Atajo, el viernes 31 de marzo, “a las 11 de la mañana estaba vendiendo pañuelitos de Carilina en la estación de Subte A Lima. Se acercan 3 personas de civil y me piden documentos, les digo por qué, me los vuelven a pedir. No me muestran ninguna identificación y uno de ellos me agarra del brazo, que tenía remera celeste y el otro que tenía remera gris me agarra del otro brazo y el pelado me agarra el documento que lo tenía en la mano. Yo tenía un bolso con los pañuelitos, lo quiero agarrar y me ponen contra la pared. A todo esto hay gente que miraba y se empiezan a acercar y le preguntan por que me detenían. No decían nada los sujetos, se acerca más gente, algunos me conocen porque trabajo todos los días. Se empiezan a acercar la gente, yo les decía porque me detenían, en los videos se ve que yo les decía que me identifiquen y me dejen ir.”

La presencia de público incomodó a los polis que pidieron refuerzos a la seccional. En los videos se ve a los uniformados intentando contener la bronca de los pasajeros, mientras los tres gordos aplastaban al vendedor contra la pared e intentaban esposarlo, cosa que lograron en una sola muñeca. Como el ambiente se caldeó y los pasajeros seguían engrosando número y multiplicando imágenes, los tres del operativo se lo llevaron hasta “un cuartito que está en el andén, estaban estas tres personas –recordó el denunciante–, otros tipos uniformados de policía Metropolitana y Federal. La gente seguía ahí y pedían que me suelten porque no había razón de que me tengan detenido. Había dos testigos en el cuartito, que también vieron todo desde un principio. La gente afuera gritaba que me suelten.”

Un par de horas más tarde, lo sacaron del cuartito y lo subieron a un patrullero de la Policía de la Ciudad para llevarlo hasta la estación Boedo, de la línea E. En su relato, el detenido dijo: “Llego a Boedo, me sacan mis pertenencias, arito, anillo, cadenita, cordones de zapatilla, cinto, celular, todo, todo y me meten al calabozo. Se van los policías y me llaman, me hacen un juego de fichas, me sacan fotos. Al momento de detenerme en Lima me dijeron que no podía estar en ese espacio público en venta ambulante. Después al sacarme una foto veo que dice resistencia a la autoridad y pregunto por qué dice así y que no me iba a sacar la foto porque yo no había hecho nada, me dijeron que tenía que sacarla y al final tuve que acceder.” La autoridad es la autoridad.

El calvario del vendedor de pañuelitos descartables siguió. “Se acercó una chica que dijo que era mi defensora, no recuerdo su nombre, tampoco me dijo nada por escrito”, lo que se llama una asistencia necesaria. “Después de la defensora, viene una chica no se si era de Desarrollo Social y me preguntó por mi casa, si era soltero, si ya había estado con algún problema en la justicia. Después me atiende el médico, se fija las lesiones, además de las lesiones en la muñeca, tengo lastimado debajo del cuello, el hombro izquierdo por detrás y en el antebrazo izquierdo”.

La presentación judicial de Procuvin incluyó el testimonio del vendedor y el pedido de citación de testigos, y el requerimiento a Metrovías para que remita los registros fílmicos de las cámaras de seguridad ubicadas en las estación de Subte A “Lima”, correspondientes al día 31 de marzo. Además, pidió al Ministerio de Justicia y Seguridad porteño que aporte copia certificada del libro de partes diario, novedades, de detenidos y/o de los patrulleros utilizados el 31 de marzo, pertenecientes a la División Subterráneos de la Policía de la Ciudad; nómina de uniformados y desuniformados pertenecientes a la división; la función de cada uno; el recorrido de los patrulleros y los polis que estuvieron dentro de ellos; además de las modulaciones radiales y el detalle de quienes portaban cada equipo radial.