Si el pretexto era anunciar su próxima gran pelea o coparticipar de un rimbobante show de siete minutos que dio a su salida al ring el cantante colombiano J Balvin, el pelirrojo campeón mexicano Saúl "Canelo" Alvarez bien podría haberse ahorrado los tres escasos rounds que duró su pleito ante el retador turco Avni Yildirim. Porque nada le aportaron a su carrera, salvo unos cuantos millones de dólares más a sus cuentas. En la madrugada del domingo y en el Hard Rock Stadium de Miami, Alvarez ganó por nocaut técnico al comienzo del 4º asalto y retuvo su corona superwelter del Consejo y la Asociación Mundial con una sencillez tan apabullante que le quitó gracia a su triunfo, el 55º de su carrera, el 37º antes del límite.


Canelo (75,922 kg) perforó la pasividad de Yildirim (75,922 kg) con poderosos ganchos al cuerpo y durísimos ascendentes a la cabeza y lo derribó con un certero 1-2 en el 3º asalto. Al final de esa vuelta y antes del comienzo de la 4º, Ahmet Oner, el manager del atribulado peleador turco se acercó a su rincón y le ordenó a su técnico, el mexicano Joel Díaz, que lo sacara de la pelea para evitarle una paliza inmsericorde. Así se hizo y eso fue todo. La noche no daba para mas. Cinco minutos más tarde, las pantallas del estadio ratificaron lo que ya se sabía de antemano: Alvarez irá el 8 de mayo ante el inglés Billy Joe Saunders, campeón de la Organización, por la unificación de los tres títulos en Londres o en alguna ciudad de Medio Oriente. Definirá la pandemia.

"Hice lo que tenía que hacer, tenía que acabar por nocaut, esa era la meta. Tenía que pasar este reto para seguir en camino a lo que queremos hacer que es unificar las coronas", dijo Canelo casi sin agitación tras el simulacro de pelea. Yildirim llevaba más de dos años sin combatir y llegó a estar abajo 100 a 1 en las principales casas de apuestas de los Estados Unidos. De ninguna manera podía ganar porque de ninguna manera debía ganar. Y así fue. Alvarez es una máquina de hacer billetes, el máximo generador de recursos del boxeo mundial. Tiene el derecho, cada tanto, de hacer una pelea así. Sin riesgos, pero también sin gloria.