Nuevamente sin su capitán Carlos Tevez, de licencia por la muerte de su padre el fin de semana pasado, Boca rescató este domingo apenas un empate 1-1 como local de Sarmiento de Junín y llegó a las 5 unidades en la Zona B de la Copa de la Liga, producto de un 2-2 ante Gimnasia en la Bombonera y un triunfo 1-0 sobre Newell's en Rosario. Para Sarmiento, significó el primer punto desde su vuelta a la máxima categoría.

Boca fue superior a su visita podría decirse, pero no es que haya sido una exhibición para el recuerdo la del equipo de Miguel Angel Russo, sino que se debe a una cuestión estrictamente lógica. Es que enfrente tenía a un rival que hasta hace algunos pocos meses estaba definiendo el ascenso por la vía de los penales y que, luego de un debut con derrota (1-2 ante Vélez en Junín), recién hacía su segunda presentación en el certamen, con un plantel que todavía se está conociendo dada la habitual invasión de refuerzos a la que se somete un club una vez que cambia de división.


Y Boca, aunque con más penas que otra cosa, con frustraciones continentales e insuficientes -en apariencia- éxitos locales, es un equipo acostumbrado a luchar en el plano internacional, con un plantel valuado en numerosos millones de dólares, sinónimo de jerarquía la mayoría de las veces. Así, con los rutilantes apellidos de Villa, Salvio, Cardona o Zárate, fue a la carga contra los Vicentini, Garnier, Herrera, Bazzana y Montoya del fondo juninense.

Uno de esos rutilantes, el colombiano Villa, tuvo un gran inicio de partido, complicando por izquierda con su indescifrable regate en velocidad aunque sin ser determinante, claro está, su gran déficit a lo largo de su carrera. Pero al minuto 21 su futuro inmediato cambió rotundamente. Es que en una misma jugada, aunque en sectores opuestos de la cancha, se lesionaron Salvio e Izquierdoz y tuvieron que pedir el cambio. Russo optó por mandar al ingresado Capaldo a la izquierda y a la derecha, a Villa, quien se apagó.


Boca siguió de todas maneras en dominio de la pelota ante un Sarmiento que buscaba la heroica de contraataque. Pero con Villa controlado, Cardona poco inspirado, Zárate inmerso en su interminable mala racha y Salvio fuera de esquema, al equipo de Russo le faltaba sorpresa. Era parco en su andar por la cancha el elenco local, algo que viene padeciendo en los últimos tiempos.

Así, toda la falta de carácter del local y los dignos merecimientos de la visita se juntaron al minuto 64. Cardona tiró un mal pase en ataque y Vismara recuperó y tocó en dos movimientos para Quiroga, quien con un gran enganche de espaldas desairó a Campuzano. Mientras, a un costado, uno de los refuerzos, Alanís, a préstamo desde Godoy Cruz, le pasaba por la espalda a Villa y se dio a la fuga. Recibió justo antes de mitad de cancha Alanís, que se vistió de barrilete cósmico y arrancó una carrera que no olvidará nunca. Se bancó los manotazos de Capaldo, cambió de dirección y dejó sentado de cola al piso a Medina y cuando ya tenía enfrente a tres defensores, optó por lo único que le quedaba: acomodarla para su derecha y clavársela en el ángulo superior izquierdo a Andrada, que voló para hacer aún más espectacular el gol de la épica.


Pero la ilusión de los humildes no duró demasiado. Tan sólo cuatro minutos después, Cardona justificó su presencia en cancha con un gran centro para Lisandro López, aquel que se hizo una carrera en base a su gran juego áereo. El defensor, parado de nueve, cabeceó al empate y calmó las aguas. Una vez más, los nombres pesados, esos que vienen del exterior, salvaban al Xeneize. Aunque un punto parece poca cosa para semejante inversión.