Sólo la esperanza tiene las rodillas nítidas.
Sangran.

Juan Gelman

La historia demuestra que no existe democracia sin conflictos pero, cuando se enfrentan, al mismo tiempo, la pandemia, los legados de la pobreza, una fraudulenta deuda externa y el embate fundamentalista de los feudos corporativos, mediáticos y judiciales; la humanidad hace alarde de sus mayores grandezas y miserias.

Y las democracias manifiestan sus limitaciones.

Los delincuentes se montan sobre miedos y decepciones y hallan múltiples ocasiones para violar leyes, disputar la hegemonía republicana sobre los instrumentos del Estado y amenazar la soberanía personal y colectiva.

Sobra bibliografía académica que prueba los trágicos resultados de traiciones, confusiones y presuntas “normalidades” instaladas en épocas difíciles.

Sobran ejemplos de operaciones de condicionamiento subjetivo (gráficos, radiales y mediante dispositivos electrónicos), estadísticas (por género, región, franja etaria, actividad) y hasta de los efectos de comunidades artificiales (alias unidades de negocios) de trolls, bloggers, twitters e influencers, en redes y plataformas.

Sobran datos de las represalias que sufren los denunciantes a los grandes mentideros de los manipuladores de conciencias.

Sobran pero no alcanzan.

No alcanzan cuando la opinión pública es sometida al síndrome de aquella rana que, sin advertirlo, es cocinada en aguas calentadas lenta, muy lentamente.

No alcanzan si usted cree estar a salvo porque sabe nadar.

No alcanzan mientras las líneas editoriales monopólicas se afanen (forma verbal que incluye al significado lunfardo) en aguijonear narcisismos y formatear percepciones que naufragan en ira, temor, cinismo o resignación.

No alcanzan si los medios se asocian para asumir las atribuciones del Poder Judicial e imponer cambios políticos.

No alcanzan para superar la paradoja de protestar vía Google por los abusos de Facebook, WhatsApp, Twitter y, viceversa, o por nuevas aplicaciones que se incorporen en el futuro.

No alcanzan si no se detiene la concentración de usinas de opinión, ya reconocida en medio mundo. 

Sin embargo, también en las crisis, se puede aprender a ser mejores.

En la actualidad, solo las grandes potencias poseen control tecnológico y político sobre datos y comunicaciones.

Disputar la narrativa de las grandes corporaciones requiere de articulación plural de voces, leyes, normas.

Además, como expresaba Jorge Sábato, la decisión política de desarrollar capacidades técnicas y científicas propias permite tanto exportar productos de alto valor agregado, y diseñar estrategias de salud, educación y distribución de riquezas, cuanto evaluar cambios tecnológicos, conservar la capacidad de decidir inversiones e incluso negociar importaciones o la explotación de recursos naturales pero, evitando la sumisión boba a los mercaderes de la tecnología.

Lo cierto, es que el sistema tecnológico nacional cuenta con infraestructura y capacidad de producir sus propias plataformas intercomunicadas, en tiempos razonables y, urge cuestionar el control global de los medios de incomunicación y la inter-red.

Urge debatir la alianza entre medios locales y plataformas extranjeras.

Urge discutir los efectos de los medios de comunicación en las decisiones políticas e incluso, personales.

Urge porque la salud de la democracia exige incrementar el apoyo popular.

Urge, porque los gobiernos democráticos se fortifican oyendo y ofreciendo respuestas a su única base de apoyo: el pueblo.

Hoy, una vacuna para defender la democracia incluye contar con herramientas tecnológicas y económicas, soberanas y participativas que aseguren diálogo y escucha.

* Antropóloga UNR