La semana pasada hubo un primer aviso en Wall Street del incremento de las tensiones financieras. Desde los picos alcanzados en febrero las bolsas estadounidenses perdieron entre 5 y 9 por ciento. Las tecnológicas registraron ajustes importantes de precios y a varios inversores se le pusieron los nervios de punta. La pregunta es repetida: ¿hay o no hay una burbuja?

La desconexión cada vez más marcada entre la economía real de Estados Unidos y el valor de las acciones lleva a muchos economistas a suponer que puede estallar una nueva crisis financiera antes de lo pensado.

El análisis que hacen es el siguiente: las bolsas y la actividad económica antes o después deben converger y esa convergencia puede ocurrir de dos maneras:

1. La economía vuelve a crecer permitiendo que las empresas recuperen ganancias operativas consistentes con el valor pico de sus acciones.

2. El precio de las acciones se desploma reflejando el estancamiento de las firmas y del mercado interno en materia de producción y empleo.

Muchos analistas tanto de corrientes progresistas como del propio establishment financiero de Estados Unidos consideran que la primera opción vinculada a que haya un crecimiento de la economía no parece posible.

La principal crítica llega asociada con el programa de estímulo de 1,9 billones de dólares que anunció el gobierno de Biden. Para tener una magnitud de ese programa es una cifra que representa entre 4 y 5 veces el PIB argentino.

El economista griego Yanis Varoufakis fue uno de los más críticos en los últimos días respecto de la recuperación. “El presidente de Estados Unidos se enfrenta al desafío de estimular la economía en la era pospandemia. Y quiere ir a lo grande con un plan de gastos de casi 2 billones. Podría haber funcionado en 2009 pero en 2021 Biden debe ir más allá del estímulo fiscal”.

El exministro de Finanzas de Grecia asegura que cualquier inyección de dinero a la economía –por más grande que sea- no dará resultado para recuperar el mercado interno mientras que no haga lo necesario para aumentar el poder adquisitivo de quienes no tienen un salario mínimo decente, una negociación colectiva obligatoria y se encuentran en una situación de precariedad.

Las palabras de Varoufakis podrían pensarse que tienen el sesgo de un economista heterodoxo (no conservador). Pero apuntan en la misma dirección que las críticas de los consultores del propio mainstream de ese país.

El analista Nouriel Roubini muestra un panorama lapidario para Estados Unidos: sin recuperación económica y con estallido de una burbuja financiera. En 2008 fue uno de los pocos que acertó la llegada de la crisis.

“Los demócratas del Congreso están avanzando con un paquete de rescate de 1,9 billones de dólares que incluirá apoyo directo adicional a los hogares. Pero sólo un tercio se aplicará al consumo”, afirmó.

El problema es que millones de hogares –asegura el economista- están atrasados en el pago de los alquileres y servicios públicos o en moratorias de sus hipotecas, tarjetas de crédito y otros préstamos. Por ello gran parte del paquete de estímulo se destinará al pago de deudas en lugar de impulsar la demanda.

“Lo que se suponía que sería un rescate para los hogares necesitados, de hecho se convertirá en un rescate para los bancos y otros prestamistas”, criticó Roubini.

Mientras tanto en los mercados de activos crece una burbuja en las que las relaciones precios de las acciones sobre ganancias actuales son tan elevadas como las que precedieron a los estallidos financieros de 1929 y los 2000. “En un momento de aumento de la desigualdad de ingresos y riqueza, debería ser obvio que la manía del mercado actual terminará en lágrimas”, concluyó Roubini.