El año pasado la pandemia complicó las chances de la cursada de un jardín y este año comenzamos a pensar en algunas actividades para la niña. Aún con la incertidumbre de un año imprevisible, decidimos que comience de una vez con algunas actividades para que comparta su tiempo con otros niños. Jardín de infantes, taller de arte, y cosas así. Sonaron algunos nombres, hicimos compulsa y nos inclinamos por uno de ellos.

Dejando de lado las voces prejuiciosas que aún siguen estigmatizando a cierta nomenclatura y prácticas con el hippismo, subimos al taxi con la mirada optimista de quien va a tomar una decisión importante para la educación de la niña y de la agenda familiar. Aunque quedara lejos, estábamos dispuestos a asumir esa movida logística.

Además, se prometía la presencia de un mago y de un buffet, de modo que el piso estaba cubierto. Si no cuadraba la propuesta, al menos veíamos un show, comíamos un chori y listo.

La cita era a las 19.30 y allí estuvimos, puntuales. Había unas pocas personas: eran los organizadores que aún se encontraban llevando y trayendo cosas de un lado a otro, organizando las mesas, las sillas, conectando la tira de bombitas (ni amarillas ni verdes ni rojas: blancas).

Bueno. A caminar. De esquina a esquina, vuelta a la manzana, hagamos tiempo. Llega una madre con su hija ¡vamos, que se va armando! Luego otra más. Veo que son casi todas madres y me siento un pollerudo. Pienso que quizás están separadas y justo les toca a ellas, no es que el marido está viendo series o fútbol, o en un picado.

La puntualidad es un exceso que uno empieza a valorar... cuando le falta el tiempo. O cuando no quiere dedicarlo, por ejemplo, a caminar de esquina a esquina con una nena de 2 años y pico que se va aburriendo poco a poco.

¿19.30 dije? Bueno, súmenle unos minutos de la caminata más un pis que hizo la nena en un cantero. Señoras y señores, ustedes ya lo saben: ha sonado la hora de los mosquitos.

Repelente para todes. Mientras la coordinadora nos dice que se prepara y en un instante regresa, va cayendo gente a la reunión. En general, con barbijo, aunque algunos miembros del staff no lo tengan, el nivel de cumplimiento de la norma es bastante alto.

A las 20.15 más o menos, un par de hombres prenden el fuego, el patriarcado se cae, pero algunas costumbres aún siguen en pie. Lentamente, el fuego avanza y crece. Tiran un par de ramitas para que el humo espante al bicherío y ya van poniendo parrilla. Parece que esto va en serio.

Se puede entrar a la casita (hasta acá todo transcurría afuera, calle y vereda opuesta) Una tonelada de juguetes en una pieza (lo que los porteños llaman cuarto) para que los niños jueguen. Y allí vamos a seguir haciendo tiempo. La coordinadora bien, yendo y viniendo. Los ayudantes más o menos. prescindiendo de los barbijos y mirándonos con desconfianza: ¿como procesa el hippismo el tema de la calvicie y el paso del tiempo en gente que no son sus padres? Tengo esa duda. Soy el más viejo de la reunión, claramente. Y eso me va a pasar siempre. Tengo 52. Deberia ir al jardín al que mandan sus hijos Chaplin, Ulises Dumont y Norman Briski para dejar de serlo. ¿Me creerán un espía? Yo trato de portarme bien. Hablo poco y trato de que mi hija no rompa nada. En un momento nos descuidamos y le tiró el pororó a un nene. Le compramos uno. Somos los nuevos y no queremos problemas.

En la casita hay mucha gente. Onda el 112 a las 8.30. "Roten, cambien de lugar", nos dice la ayudanta en #modo chofer de bondi. "por el tema protocolo" decora. Hubiera sido mejor si todo eso lo decía con el barbijo puesto, o en la pera, o en la mano. Pero no. Ni señales.

Le digo a la directora: "Decile a esa chica de tu staff que se ponga el barbijo". "Ah, sí es verdad". Va y le dice. Se lo pone. ¿Le habrá dicho que yo le dije? Me odiará más, me la tiene jurada, soy Chilavert y ella Ruggeri

Estamos incubando mala onda. La impuntualidad, la protesta de barbijos caídos, los choris que no arrancan. ¡Pero había un mago!

¿Y el mago? a las 20.35 más o menos pregunto por el "ilusionista" que ya había logrado ilusionarme no ya desapareciendo, sino prometiendo su aparición.

No llegó todavía. Es amigo. Y por el tono veo que lo dijo como justificando la demora.

¡Menos mal que es amigo! Pienso y me siento ya no sólo un viejo, sino también un espía, un yuppie, y casi un árbitro de fútbol.

Había choris, cerveza, bebidas varias, (ham)burguesas veganas y varias cosas más. Pienso que “Burguesas veganas” es un un buen nombre para banda indie, mientras me acerco a la mesita donde se venden esas cosas. Allí, dos señoras (hay que empezar a dosificar el "chicas" por lo menos por dos años) comercializaban una serie de productos.

–¿Cuánto salen estas?, -señalo unas masas oscuras, claramente hechas con harina integral. Eran pedazos de panificación envueltas en film.

–Cincuenta las de budín y cien las de pan dulce.

–Ah, -digo.

–Están hechas con harina integral...

–Ya sé, le digo, -me doy cuenta de que esta señora cree que ignoro los rudimentos de la dietética contemporánea. Estuve a punto de decirle, señalando cada bolsita: y esto es nuez y esto es almendra, y esto es girasol, y esto que suena es la inconfundible voz de... Caetano Veloso, que pone cifras definitivas a este partido ¡por Yemanyá, Ogum y todos los pai de santo do Bahia! ¡Terminalo, juez! Menos mal que Borges no escribió nada para niños, porque mi alma rantifusa no soportaría más lugares comunes del progresismo. Pero me doy cuenta de que Caetano Veloso tampoco es para niños. Zafé, podría haber sido peor. #Consuelo #me hicieron precio.

En general la velada transcurrió con poco diálogo para nosotros. “Pedí un cuatro y me trajeron un pomelo”. Y aunque soy más bien dialogador, no pude armar nada con nadie. Una señora me contó que su hijo va hace unos años y otra que es muy amiga de la coordinadora. Al menos mi esposa conoce a alguien. La dejo charlando y me voy a ver a la niña.

Una pareja de chetos desprolijos llega mirando con aire sobrador pero sin barbijo y se abrazan con unos amigos. No me considero tan paranoico con el tema covid; pero si nuestra hija viene acá -pienso- el revoleo de contactos en el que entramos, sería para intranquilizarnos, aunque sabemos muy bien que todas las burbujas tienen filtraciones y que cuando arranque jardín habrá que abrir una etapa de incertidumbre y riesgo.

Al final, nos fuimos.

Quizás nos perdemos un gran lugar, quizás nosotros no estamos listos para esa propuesta (que después de dos horas, de deambular ¡nunca supimos cuál era!)

Nos vamos un poco vencidos y un poco enojados. Comimos algo por ahí a la vuelta. Un comedor popular que vivimos como desintoxicación, con el televisor en TN con el resumen de la jornada de fútbol. Arrollado de pollo con rusa, dos gaseosas, dos empanadas, mil pesos. Algo es algo.