Hace poco tiempo, en ocasión del debate parlamentario en torno a la sanción de la Interrupción Voluntaria del Embarazo, reflexionaba sobre mi propio tránsito militante en relación al movimiento feminista. Mi llegada a la política fue de la mano de los movimientos de desocupados en los años 90, cuando el neoliberalismo había hecho estragos y el hambre y la desocupación apremiaban a la mitad de nuestra población. En ese contexto de reivindicaciones urgentes muchxs nos aferramos a las banderas históricas del peronismo (el de Perón y Evita, no el de Menem) y entendimos que la organización popular tenía que ser prioridad para alcanzar la independencia económica, la soberanía política y la justicia social.

Entre esas reivindicaciones urgentes no éramos capaces de reconocer que las banderas del feminismo eran nuestras mismas banderas. El movimiento feminista venía peleando a la par en la búsqueda de más derechos para las mujeres y diversidades, y luchando por lograr un país y un mundo más justos. Incluso en el recorrido histórico del Movimiento Nacional y Popular siempre estuvieron las mujeres como grandes protagonistas de nuestras luchas: desde Julieta Lanteri, Eva Perón, nuestras Madres y Abuelas de Plaza de Mayo hasta las mujeres piqueteras.

Este recorrido por el pasado viene a cuenta de reflexionar sobre nuestro presente y proyectar el futuro. El feminismo que se volcó a las calles durante los cuatro años de neoliberalismo explícito del gobierno de Mauricio Macri, rompió definitivamente esa aparente distancia entre las reivindicaciones del Movimiento Popular y el Movimiento Feminista. Dos ejemplos elocuentes sobre ello: el primer paro de mujeres que gritó bien fuerte que el sistema económico neoliberal y el patriarcado son dos caras de la misma moneda; y las movilizaciones del “Ni Una Menos” contra la violencia machista y los femicidios. Esa incesante decisión de tomar la calle y poner el cuerpo en contra de las injusticias, forjaron para siempre la unión indisociable de ambos movimientos. Porque como solemos decir las militantes del feminismo peronista, sin feminismo no hay justicia social.

La justicia social por la que luchamos y por la que construimos diariamente un feminismo popular, necesariamente tiene que proponerse quebrar el sostén de nuestro sistema económico desigual planteado por el neoliberalismo, que deja a la mujeres como ciudadanas de segundo grado, siendo las primeras vulneradas en cualquier crisis. Es por ello que es central poder discutir la redistribución del ingreso en nuestra sociedad. Es urgente poder pensar en una distribución social de la carga de las tareas de cuidado, por ejemplo, imprescindibles para la reproducción social y sin las que el sistema de producción capitalista no podría funcionar.

Es un desafío para el feminismo popular y peronista profundizar su organización en torno a la construcción de medidas redistributivas con perspectiva de género. Pensar al cuidado como un derecho reconocido por el Estado para resolverlo en comunidad. El reconocimiento de las tareas del cuidado como un trabajo y la necesidad de remunerarlas es parte del núcleo de acuerdos entre los feminismos populares y aporta a desandar la injusticia redistributiva que sufrimos las mujeres, en especial las de las clases populares. Por lo tanto, pensar políticas de fortalecimiento de los ingresos populares como política pública redistributiva y que además garantice la autonomía de las mujeres e identidades feminizadas es parte de la pelea contra el neoliberalismo.

Ser feministas hoy es trabajar para visibilizar que son y fueron -mayormente- las mujeres las que están y estuvieron en los territorios, sosteniendo ollas populares, merenderos, comedores, y todo tipo de actividades solidarias y socio comunitarias. Las mujeres de los barrios populares fueron las que mantuvieron en pie a sus comunidades en medio de la crisis sanitaria que desató la pandemia del Covid19 y que reclaman con razón un reconocimiento social y salarial por las tareas esenciales que realizan. Sin el rol de estas mujeres en las organizaciones que sostienen esta red de cuidado comunitario hubiera sido imposible pasar esta crisis, no solamente en términos de asistencia alimentaria, sino también de estrategia sanitaria en los barrios. Fueron también promotoras de salud, de género, y demás estrategias comunitarias para el cuidado y la salud de sus vecinos/as.

Ser feministas hoy es reconocer que hubo una decisión política como la que tomó el Gobierno Nacional y Popular conducido por Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner, sumada a esa marea verde irreverente, que garantizó el acceso al derecho a la salud de todas las mujeres y personas gestantes con la sanción de la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo y la Ley de los 1000 días. Ambas leyes nos garantizan a las mujeres y personas gestantes la posibilidad de elegir y decidir nuestro proyecto de vida. Entonces también, ser feministas hoy es generar organización que pueda ayudar a consolidar proyectos populares como el nuestro, que cuando llegan al poder trabajan y acompañan las luchas, las reivindicaciones y el avance de los derechos para las mujeres y diversidades. Nuestra tarea no debe ser neutral; tenemos que apostar y militar para que los gobiernos populares tengan continuidad.

La lucha por la desigualdad de género también se tiene que dar hacia adentro de las organizaciones políticas. Para eso, necesitamos comprometer también a nuestros compañeros varones en la agenda feminista. Las mujeres no tenemos que hacernos cargo solamente de las tareas feminizadas, de los temas de género o “de mujeres”. Nuestros compañeros varones deben poder inmiscuirse en estos temas, comprometerse a luchar contra las desigualdades e injusticias que sufrimos las mujeres y diversidades, y estar dispuestos también a discutir los roles de las mujeres y de los varones en la vida interna de las organizaciones y sobre todo a discutir los lugares de poder y toma de decisiones.

Ser feministas hoy para nosotras, es ser militantes peronistas, que luchamos y hacemos política todos los días en nuestras organizaciones -que son habitualmente conducidas por varones- y damos la pelea desde adentro, todas juntas, para transformar lo que deba ser transformado. Nuestra militancia está incompleta si no peleamos contra esa desigualdad, sino trabajamos por esa justicia social que necesitamos las mujeres y diversidades para vivir una vida plena y sin violencias.

*Diputada Nacional por la Ciudad de Buenos Aires (Frente de Todos).