El escenario es Bahía Blanca en 1978, una de las bases militares más sólidas e infames del país llevada a la potencia de la dictadura militar. En los recovecos que la noche le deja a las orientaciones desviadas de la heteronorma, un grupo de homosexuales resiste a las fuerzas de seguridad que se combinan para perseguirlas por el delito de amoralidad. La reina de esas noches, la loca cultural que abre sus puertas a la movida bahiense, es El Piti, protagonista del nuevo libro de Cristián Prieto El maricón de los chilenos”.

Cristián trabajó varios años catalogando archivos en la Comisión Provincial por la Memoria y sus investigaciones fueron un gran aporte para pensar las formas en que se fichaba a las personas LGBT+. En la década del 70 la Comunidad Informativa era una reunión que se hacía todos los meses con agentes de la SIDE (Servicio de inteligencia del estado), Prefectura Naval, La DIPPBA (Inteligencia de la Policía de Buenos Aires), la Armada y el Ejército. En uno de esos encuentros se puso sobre la mesa el caso del Cónsul que había llegado a Bahía Blanca, ciudad que por entonces alojaba a la mayor cantidad de exiliados y migrantes chilenos.

El Cónsul estaba casado para mantener las apariencias, pero su verdadero amor era un secretario tan enclosetado como él que lo acompañaba día y noche. El trabajo de diplomacia era una excusa perfecta para sostener el noviazgo sin llamar demasiado la atención, pero el plan de entrometerse en Bahía Blanca y filtrar cables a la dictadura de Pinochet falló desde el comienzo. “Yo sé que vos sos conocido por tu exuberancia, que no ocultás a nadie tus sentimientos y que sos conocido por ‘sacar la mujer que todos’ llevamos dentro”, le dice el Cónsul a Piti en una de las tantas noches maricas que lo alejarán de su tarea.

El género autoficción tiene una huella anfibia en su estructura. Su punto de partida es la propia biografía y las vivencias, que funcionan como excusa para largarse a la ficción, recrear escenas y darle literatura a lo real. La autoficción es un híbrido, está fuera de las casillas y en ese sentido la podemos pensar queer, ya que no es posible asignarle un género. En ese territorio escurridizo se mueve este libro, que empieza con un viaje de Cristián a su Bahía Blanca natal para visitar a su padre y armar un rompecabezas con el pasado. El narrador alerta que lo que leeremos es una catarsis con el lenguaje: “He hecho varias terapias alternativas para ver si puedo sacarme el trauma familiar, y este año pensé que ya estaría y es cuando decido escribir esta historia”.

Cristián se inventa un investigador que hace preguntas sobre las diferencias entre el pasado reciente y la Argentina de la lucha colectiva por los derechos conquistados, reservando párrafos maricas para hablar de sus zorreos sexuales. Entre lo íntimo, la recreación histórica y la investigación periodística, El maricón de los chilenos es un libro que se suma a la afirmación “lo personal es político”.