Desde Barcelona

UNO El pasado fin de semana Rodríguez encontró la sexta parte de un día, y las 4 horas, y los 242 minutos, y los 14.520 segundos para ver Zack Snyder's Justice League. Más larga que Lawrence of Arabia, más larga que The Irishman, más larga que las comparecencias pandemonium-pandémicas del jefe de gobierno Pedro Sánchez que amenazan con volver cualquier día de estos en primavera que arrancó decididamente invernal y cuartaolística y rebosante de defectos especiales.

No fue sencillo hacerse tiempo; pero ahí estaba Rodríguez en la noche oscura del alma (3 de la mañana). Y desde el plasma luminoso de su televisor volvía a brotar colorida batalla de titanes acompañada por --en banda de sonido-- constante ulular sonando a ninfa ancestral que acaba de apretarse el dedo con puerta. Y, sí, mucha cámara lenta (para denotar gran velocidad) y miradas ominosas y sucesión de escenas que duraban tres o cuatro veces más de lo que indica lógica narrativa o signo de los tiempos.

Pero Rodríguez aguantó porque estaba en liga con millones de paladines anónimos para uno de los más grandes actos de justicia en la Edad Contemporánea. Un acontecimiento del calibre de Mayo '68 o Primavera de Praga o Revolución de los Claveles enmendado algo comparable a los horrores de la esclavitud norteamericana o del Holocausto. Rodríguez, sí, está haciendo historia en tiempos en los que la Historia se deshace.

DOS Y la épica de la gesta (más bien gesto) ya ha sido cantada por musas y rimada por juglares. La hija del director Zack Snyder se suicidó durante el rodaje. Y los productores se pusieron muy pesados porque todo se les hacía muy dark: término que viene de Dark Knight y puede jerarquizar artísticamente pero derrumbar lo comercial. Y Snyder renunció o fue invitado a retirarse y llamaron a Joss "Buffy" Whedon para que rematara la faena. Y el engendro se estrenó en 2017 con críticas duras y público ausente. Enseguida, los fans (los mismos que destrozaron sin piedad la Batman vs Superman: Dawn of Justice del propio Snyder) se pusieron en campaña cual vengadores anónimos bajo el flameante y en llamas y virtual y supuestamente virtuoso estandarte #ReleaseTheSnyderCut. Y así consiguieron que el proyecto volviese a Snyder y se estrenase en HBO mientras, digámoslo, Whedon caía en desgracia por denuncias de crueldad con equipo técnico y actores durante su mal paso por Justice League.
Y así, por todas partes, se publican sesudos ensayos acerca del poder de los fans a quienes ya casi se considera un "nuevo algoritmo" o "fuerza troll" capaz de decidir el curso o recurso de una determinada obra que no es suya pero que es como si lo fuera. Y, hey, ya hay todo un libro (Release the Snyder Cut: The Crazy True Story Behind the Fight that Saved Zack Snyder's Justice League, de Sean O'Connell) donde se da cuenta hasta el más mínimo detalle de todos esos muchos más de diez días que estremecieron al mundo.

Todo o.k.; pero Rodríguez no puede sino preguntarse dónde estaban todos los fans y adoradores de Orson Welles cuando más los necesitaba.

TRES Y una vez conjurada la inmensa pena que le producía a Rodríguez ver al Alfred de Jeremy Irons dando vueltas por ahí (el Alfred de Michael Caine, al menos, tenía un par de momentos de grandeza monologante acerca de un bandido en Burma; Irons se limita a preparar té), lo cierto es que Rodríguez no la pasó mal viéndola. Aunque, por momentos (¿era eso un Linterna Verde?, ¿quién llamó al Detective Marciano?, ¿El Joker en paisaje post-apocalíptico?, ¿una/otra nueva versión del "Hallelujah" de Leonard Coen?, ¿le entró algo en el ojo o se estremeció y lagrimeó Rodríguez ante la secuencia extended de necro- profanación/resurrección de Kal-Kent/Clark-El?, ¿alguien va a gritar "¡Esparta!"?) se sintiese como experimentando uno de los tantos y nunca del todo identificados síntomas de Covid-19. Pero, de nuevo, valió la pena quedarse dentro entre tanta angustia ahí fuera. Fue un agotador descanso ver a tantos con máscara y a ninguno sin mascarilla y ninguno manteniendo distancia social. Y no tiene sentido cuestionar la convulsa y por momentos inverosímil trama (¿no hubiese sido tanto más sencillo para Bruce Wayne/Batman, a la hora del reclutamiento, tweetear o subir a su Instagram un "Chiques, estoy con ganas de armar equipe, ¿se apuntan?"), porque lo es aún más la realidad. Ahí está el reciente auto-reboot de Pablo Iglesias como súper-héroe de sí mismo. O el envío a la Zona Fantasma de Ciudadanos. O el vuelo cada vez más alto y rasante de los parademonios de Vox. O la sonrisa loca de esa Harley Quinn que es la desatada Isabel Díaz Ayuso. O las radiaciones que despide la Caja Madre Monarquía.

Así que Rodríguez no tiene nada de qué quejarse a las autoridades de Metrópolis y Ciudad Gótica, porque tiene mucho más que reprochar a los desautorizados de la ya no tan metropolitana y cada vez más gótica en el peor sentido y, sí, dark Barcelona.

Ver la versión directorial de Justice League también le hizo ser consciente a Rodríguez de algo bueno: el coronavirus puso freno (excepción hecha de la insufrible segunda parte de Wonder Woman) a tanto desenfrenado estreno de películas de la Marvel o de la DC. Cada viernes había dos o tres. Y se perdía tanto tiempo memorizando y trazando nuevos nexos entre multiversos conteniendo cada vez más cepas. Ahora, todo ese esfuerzo se lo lleva el seguimiento a novedades sobre vacunas en alza y fases de desescalada y cuentas y cuentos sobre número de contagios y muertes.

CUATRO “Tuve claro que mi familia me necesitaba más que toda esta mierda", evocó Zack Znyder no refiriéndose --espera Rodríguez-- a su película sino a las conspiraciones hollywoodenses. Y Rodríguez (quien en su infancia y adolescencia quiso ser dibujante de comics, en su juventud escritor, y ahora es publicista; y quien nunca se tomó en serio la etiqueta/marketing de "graphic novel" y siempre entendió a La balada del mar salado de Hugo Pratt como "una aventura larga de Corto Maltés") se alegra por la revancha de Znyder. Siempre es bueno tener la oportunidad de terminar lo inconcluso. Y mientras ahí afuera/adentro todo luce cada vez más tragic-comic (con todos esos im/pacientes ingresados en el Arkham Asylum de sus hogares pensando en autoficciones y contactándose vía onomatopéyico Zoom para recapitular su origin story en voz alta y mala imagen, y se cae WhatsApp & Co. y las masas se quedan sin súper-poderes al perder sus herramientas acusadoras-castigadoras y sus armas de destrucción pasiva) tampoco hay que olvidarse o negar lo más importante de todo: Watchmen de Sack Znyder era y es mucho mejor que Justice League de Sack Znyder.

Y se defendía sola.

Y lo único que en verdad desea Rodríguez es ligar con alguna maravillosa mujer que lo proteja a él (incluso de sí mismo) y que le haga justicia.

Sabiendo que nada de eso es posible, Rodríguez se puso a ver el primer episodio de The Falcon and the Winter Soldier y, claro, (continuará...).