Boca tomará una decisión tan postergada como reparatoria este 24 de marzo. La comisión directiva que preside Jorge Amor Ameal le propondrá a la asamblea de representantes que le quite la condición de socio honorario al genocida Emilio Eduardo Massera. No será el único. Alcides López Aufranc, un general que fue instructor de torturadores y reprimió trabajadores en el Cordobazo y Villa Constitución también perderá esa distinción. “Esto se tendría que haber hecho hace años, pero lamentablemente hubo conducciones en la institución que no estuvieron a la altura”, dijo Roberto Digón, vicepresidente 3° del club y ex preso político de la dictadura del ’76. Los dos militares ya fallecidos habían sido nombrados durante el mandato de Alberto J. Armando. En 1972 se los reconoció por sus servicios prestados para la construcción del estadio – que nunca se levantó– en la desaparecida Ciudad Deportiva. En ese momento el país estaba gobernado por el dictador Alejandro Agustín Lanusse. La paradoja de esta historia es que entre los socios honorarios designados en ese momento hay un desaparecido: el periodista del diario La Opinión, Edgardo Sajón, secuestrado el 1° de abril de 1977. Había sido también secretario de Prensa y Difusión durante el régimen de 1971-1973.

“La comisión directiva de Boca Juniors lo único que hace es poner justicia sobre la situación de Massera. Porque fue uno de los torturadores y asesinos que comandó el país entre 1976 y 1983 cuando desaparecieron muchísimos compañeros. Y nunca hay que olvidarse de las estadísticas de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos: el 66 por ciento de los detenidos, secuestrados y víctimas del terrorismo de Estado fueron trabajadores. Ese plan genocida se instaló para defender los intereses del imperialismo”, le contó Digón a Página 12.

El dato de que Boca había designado socio honorario al máximo responsable del centro de exterminio de la ESMA estaba conservado en “el renglón 53 de la segunda columna de la página 8 de la Memoria y Balance General de Boca Juniors de 1972…”. Así lo explica el sociólogo Julián Scher en un artículo que publicó en el Furgón. El primero que trató el tema. La Subcomisión de Historia del Departamento de Cultura boquense recuerda que el 24 de mayo de ese año “se iniciaron las obras para construir el estadio en la Ciudad Deportiva. Tres semanas más tarde, durante una Asamblea General Extraordinaria, y como agradecimiento por la ayuda administrativa para comenzar la tarea de construcción, se decidió nombrar como socios honorarios a todos los funcionarios municipales y autoridades nacionales y militares. Emilio Massera ocupaba el cargo de secretario del Estado Mayor Naval y, en consecuencia, fue uno de los que recibió dicha distinción”. Casi cuatro años antes del golpe de Estado de 1976.

Para entonces, “Boca contaba con 360 socios honorarios”, escribió en este mismo diario el 15 de febrero pasado César Torres, doctor en filosofía e historia del deporte. Para junio del ’76 –agrega el académico– “Armando le había envíado una carta a Henry Kissinger adelantándole que lo designarían también socio honorario del club”. El secretario de Estado de EE.UU durante las presidencias de Richard Nixon y Gerald Ford y uno de los políticos que avaló los crímenes de la dictadura cívico-militar, nunca recibió esa mención honorífica. La correspondencia entre este personaje que ideó el Plan Cóndor de exterminio para América Latina y el ex presidente xeneize, se conserva hoy en el archivo personal de Kissinger de la Universidad de Yale. Hasta ahí llegó Torres en su investigación.

Boca –le escribió Armando en aquel momento al político estadounidense de 97 años– “tiene desde ahora entre sus adictos a una de las figuras más relevantes del gobierno de los Estados Unidos de América y campeón de la paz mundial”. Con los dictadores Videla, Massera y Agosti compartió el palco de River durante los partidos decisivos del Mundial ’78.

La lista de socios honorarios boquenses del ’72, que en principio será depurada de las presencias simbólicas del almirante y López Aufranc, contiene otros nombres que en aquella época integraban el gabinete de Lanusse. Son de militares y profesionales que contribuyeron con actos administrativos –según el club– al proyecto de levantamiento del estadio que nunca se concretó en tierras ganadas al Río de la Plata. Figuran en la memoria y balance 68° de la institución y cuya caratula tiene una foto de la Ciudad Deportiva, desde Lanusse a varios militares que fueron llevados a la Justicia por la Masacre de Trelew del 22 de agosto de 1972 donde fueron fusilados 16 guerrilleros y solo tres consiguieron sobrevivir porque los dieron por muertos.

La asamblea de representantes de Boca fijó tres categorías de reconocimiento para los agasajados. La de presidente honorario del club la recibió Lanusse, la de ciudadanos honorarios de la Ciudad Deportiva se les confirió al ministro del Interior, el radical Arturo Mor Roig, a su subsecretario Guillermo Belgrano Rawson y también a Benito Quinquela Martín, el célebre pintor que retrató como nadie los paisajes portuarios de la Boca. Francisco Manrique, ministro de Bienestar Social del gobierno de facto y mentor del PRODE, recibió esa distinción y también la de socio honorario.

La mayoría de las 49 personas distinguidas en 1972 por ahora mantienen esta última condición. Aunque el pedido de la comisión directiva a la asamblea de representantes por Massera y López Aufranc sintetiza cuál es el espíritu de la medida. El repudio al terrorismo de Estado que, sobre todo en los últimos mandatos de Mauricio Macri y Daniel Angelici, no se hizo visible en el club ni tuvo empatía con las organizaciones de Derechos Humanos. El primero definió a los DD.HH como “un curro” mientras hacía campaña electoral para ser presidente de la Nación en diciembre de 2014.

Jorge Ameal junto a Lita Boitano, presidenta de Familiares de Detenidos y Desaparecidos.

El desagravio que coincide con el 24 de marzo y se inicia con el pedido formal a la asamblea de socios, es el segundo paso que dio el club en estos días donde toman fuerza las reivindicaciones de memoria, verdad y justicia. El lunes las autoridades de Boca plantaron un jacarandá detrás de la tribuna que da a Casa Amarilla y a la altura del playón de entrada. Ameal recordó a un amigo desaparecido, Néstor Carlos Salas –asesinado durante la masacre de Margarita Belén en el Chaco el 13 de diciembre de 1976–, en el acto que se sumó a la campaña Plantamos memoria. Estuvieron militantes de organismos de DD.HH como Lita Boitano, presidenta de Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas.

“Boca era un territorio hostil para estas cosas, pero ahora ya no lo es”, comentó el prosecretario de la institución, Alejandro Veiga, y uno de los organizadores del acto junto a Jorge, el hijo del presidente Ameal. Esta es la continuación de una nueva tendencia que llegó para instalarse y quedarse en ámbitos que solían ser refractarios a estos actos. Los clubes como espacios donde muchas víctimas del terrorismo de Estado atravesaron una parte importante de sus vidas como socios, hinchas y aficionados al deporte.

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