La erupción del monte Vesubio en el año 79 fue una de las erupciones volcánicas más famosas y mortíferas de la historia de Europa. Esta catástrofe alcanzó a las ciudades de Pompeya, Herculano y Estabia, que quedaron sepultadas por varias capas de ceniza volcánica. La zona de desastre no fue excavada hasta el siglo XVIII, cuando se empezaron a develar las huellas de la erupción. 

Una investigación publicada en la revista Nature determinó la duración de los flujos piroclásticos que extinguieron a la antigua ciudad romana Pompeya, en el sur de Italia. "Nuestros cálculos demuestran una duración del flujo de 17 minutos, lo suficientemente largo como para hacer letal la inhalación de cenizas suspendidas en la corriente", explican los investigadores en el informe.

Los expertos pudieron calcular la duración a partir de un modelo matemático. Este les permitió efectuar simulaciones numéricas capaces de estimar las consecuencias que tuvieron los flujos piroclásticos sobre el terreno y las personas que se encontraban en el lugar en el momento de la catástrofe.

"La corriente tenía poca fuerza y ​​baja temperatura, lo que se confirma por la ausencia de signos de traumatismo en los cadáveres", explica el estudio.

Se denomina flujo piroclástico o nube ardiente a una mezcla de gases volcánicos calientes, materiales sólidos calientes y aire atrapado, que se mueve a nivel del suelo y resulta de ciertos tipos de erupciones volcánicas. Pueden ser letales debido a su movimiento veloz y altas temperaturas.

De acuerdo al estudio, quienes atraviesan este tipo de fenómenos se exponen a altas probabilidades de sufrir quemaduras mortales en la piel y lesiones por inhalación en el tracto respiratorio superior e inferior.

De este modo, los expertos concluyeron que los seres humanos pueden sobrevivir a una exposición de aire caliente puro de 200 a 250 grados durante un periodo de 2 a 5 minutos, pero la existencia de ceniza fina caliente disminuye determinantemente los tiempos de supervivencia en este tipo de situaciones.