El Grupo Basamenta se gestó con cuatro integrantes –Matías Corradino, Fernando Morales, Victoria Veliz e Ignacio Torres– que empezaron a reunirse en medio de una crisis en la Escuela Metropolitana de Arte Dramático, donde estudiaban, con el objetivo de generar un espacio para compartir ciertas inseguridades asociadas a la profesión. Aunque en ese momento ninguno se propuso crear una obra, el grupo lleva cuatro realizadas y diez años de recorrido colectivo. La puesta más reciente acaba de estrenarse en la nueva sede de Moscú Teatro (Juan Ramírez de Velasco 535) y se titula Captura de aves silvestres, una indagación poética sobre el universo de las aves que pone el foco tanto en lo minúsculo del aleteo como en la gran cacería. Puede verse los sábados a las 22.30 y las entradas se adquieren por Alternativa Teatral.

“En un momento nos dimos cuenta de que lo que estábamos haciendo podía llegar a ser una obra, entonces cada uno invitó a un amigo. Hicimos una primera aproximación a algo que no sabíamos bien qué era, pero contábamos con cuatro espectadores y de ahí derivó nuestra primera obra que fue Les Interprètes”, recuerda Ignacio Torres en entrevista con Página/12. El grupo mantuvo ese espíritu y fue creciendo poco a poco: presentaron ese mismo trabajo para 12 personas en la vieja sede de Moscú y para 20 en la sala Apacheta. “Esa obra nos sorprendió mucho y nos confirmó algo que intuíamos: si nos interesaba trabajar con el otro, había que aferrarse a eso”, declara Torres, que en la nueva propuesta se ocupa de la dirección.

Pilar Boyle tiene un sólido trayecto en la escena independiente: actuó en piezas que se gestaron dentro del circuito y luego derivaron a teatros más comerciales como Mi hijo sólo camina un poco más lento o La Pilarcita, y también dirigió obras como Ratas (escrita junto a María Emilia Ladogana) o Teresa está liebre (basada en textos de su hermana). Hace dos años fue invitada a participar de Basamenta, y en la nueva obra actúa junto a Corradino, Morales, Natalí Cabovianco y Florencia González. “El grupo me encantaba. Vi muchas veces Les Interprètes y esa investigación me resultaba interesante. Supongo que, en algún punto, todo lo que te resuena es propio. Cuando me invitaron fue hermoso porque me siento promotora del laboratorio como forma de trabajo. La autonomía en el arte te da libertad, y este grupo genera esa libertad para crear, proponer, jugar y estar muy disponible. Lo bueno es que no hay juicios valorativos en relación a las propuestas; todo se prueba”, explica la actriz.

–¿Cómo llegaron al universo de las aves?

Ignacio Torres: -A diferencia de propuestas anteriores, tuvimos el título desde el inicio; no sabíamos qué quería decir pero nos gustaba y nos pusimos a investigar casi obsesivamente el mundo de las aves. Tenemos distintos grupos de WhatsApp donde nos mandamos imágenes de esto todo el tiempo. Por un lado son las aves y, por otro, es la captura; hay distintas maneras de leer el sentido de esa palabra: uno puede pensar la captura como caza, pero también como el acto de observar, fotografiar o filmar. Y en el proceso también se nos reveló la imagen de la bandada, al observar cómo las aves se mueven en grupo; nosotros como actores también elegimos movernos de esa manera.

Pilar Boyle: -Hay ciertos comportamientos que no son tan lejanos; podríamos decir que socialmente existen muchas similitudes con el mundo animal. El trabajo se puso obsesivo desde un lugar copado y ahora no puedo creer la cantidad de aves extrañísimas que hay. Nosotros estamos en la ciudad, pero supongo que salir un poco ya te conecta con la naturaleza desde otro lugar, y eso también está en la obra de manera inconsciente. Esa investigación obsesiva generó comportamientos en nuestro propio cuerpo y esto que dice Nacho de la captura me lleva a pensar cómo es capturar en tu propio cuerpo la esencia del ave investigada, ya sea por un sonido o un movimiento. No estamos copiando aves sino intentando traducirlas en nuestro cuerpo humano.

-Hay toda una tradición de grupos de teatro en el circuito. ¿Cómo es para ustedes trabajar de esta manera y bajo el método del laboratorio?

P.B.: -Creo que algo de la grupalidad en el teatro enfrenta una crisis y tiene que ser atravesada en grupo, no desde lo individual. Por supuesto, es una opinión personal. No sé bien por qué, pero parecería que los grupos están en extinción o que hay menos compromiso en relación a la propia propuesta, al propio juego y al propio gozo. Esto quizá tiene que ver con la idea de la felicidad automática, las redes y la velocidad pura que ya no es ritmo. Para mí es re importante. Y no se trata de defender el grupo porque sí, sino de habitar esa forma de trabajo porque se aprende mucho: en grupo tenés que crecer más, estar más disponible y desarrollar más empatía.

I.T.: -Cuando uno piensa en el laboratorio, lo primero que viene a la cabeza es la idea de experimento o prueba y error. Pero en teatro, ¿cuál sería el error si todas las funciones son distintas y todas las semanas somos personas diferentes? Hay algo interesante de Basamenta que está asociado a correrse del resultado. A veces uno se vuelve demasiado capitalista, quiere que las cosas sean de una manera y que no se corran de ahí. Pero se trata de mirar el teatro desde otro lugar: en nuestras obras nunca partimos de una certeza o con un texto; primero nos aceptamos perdidos para luego salir a buscar.

Hace un tiempo, el grupo obtuvo una beca del Fondo Nacional de las Artes que ofrecía la posibilidad de formación, y los integrantes eligieron tomar clases de danza contemporánea, contact y canto. Ahí conocieron a Pablo Castronovo, quien hoy se ocupa del entrenamiento corporal y zonas concretas de la pieza. Les tocó estrenar en pandemia y cuentan que vivieron el reencuentro con euforia: “En mi caso, si no voy al teatro no tengo ningún lugar adónde ir, entonces sentí que el tiempo se me hizo mucho más largo. Esos cambios profundos que asimilamos en la primera ola de la pandemia están, existen, tienen volumen, son reales y cuando nos reencontramos todes éramos esencialmente diferentes. Creo que el encuentro se vuelve más potente por eso. Los espectadores son fundamentales para este momento de crisis que atraviesa el arte”, afirma Boyle, y subraya que el teatro es seguro. Torres, por su parte, concluye: “Los tiempos son inciertos y nosotros sabemos lo que es la incertidumbre como grupo, porque nunca tenemos las soluciones mágicas. Para mí la grupalidad es una contención”.