"Me ocurría a veces que todo se dejaba andar, se ablandaba y cedía terreno, aceptando sin resistencia que se pudiera ir así de una cosa a otra". Así comienza Julio Cortázar su cuento "El otro cielo", desde la voz de un flâneur que accede a otro mundo cuando pasea por una galería cubierta: en un lugar así, la galería y marquería Rivoire, en el local 7 del Pasaje Pan (Córdoba 954), hasta el 5 de mayo expone el fotógrafo Alejandro Lamas su muestra Otro cielo.

"Siempre hay otro cielo. Infinitos cielos. Y Lamas los vio a todos", escribe Fernando Spinassi en un poético texto de sala que acompaña la belleza asombrosa de las diez fotografías elegidas: "Un cielo con estrellas florecidas o flores estrelladas. Cielo con ramas de tormenta o brotes de nube", comenta sobre esos espacios celestes, evanescentes y acuáticos, versión local de Les Nymphèas del pintor impresionista Claude Monet. Irreales y realistas a la vez, obtenidas en paseos al aire libre, las diez imágenes son visiones construidas por la mirada al contemplar el reflejo del cielo en un charco.

En dos de las tres fotografías nocturnas, guirnaldas de luces variopintas quiebran una monocromía que es la traducción al color de una carrera de fotógrafo urbano metafísico signada por el blanco y negro. Gracias a su dominio técnico y a un encuadre que excluye las orillas, Lamas logra que tanto esas luces como las flores caídas del jazmín parezcan estrellas en "otro cielo" líquido intensamente azul.

La ilusión es imperfecta y en eso radica su riqueza: indicios tales como el reflejo de un ramaje a contraluz nos advierten de qué se trata. Pero el cielo sigue allí, presente en su reflejo al modo en que una deidad estaría presente en su representación mágica. La ambigüedad no cesa de abolir la lógica, de hacer callar el discurso racional que nos dice que esto es una cosa u otra: vemos ambas a la vez, como en un sueño, como en una fantasía infantil, en gozosa plenitud. La belleza dichosa de las siete imágenes diurnas se explica por esa plenitud.

El puntito rojo que indica cuadro vendido se sitúa justo al lado de la foto donde el ramaje reflejado deshace el ensueño: acaso un indicador también de la mentalidad realista de la ciudad en cuya Peña Fotográfica Rosarina, fundada en 1950, se formó Lamas al comienzo de un largo recorrido.

Nacido en Buenos Aires en 1954, Lamas estudió óptica, enseñó iluminación, trabajó en publicidad, reprodujo obras de arte y emigró a España, donde desarrolló su propio método docente: el coaching fotográfico. Desde 2004 es miembro de la Real Sociedad Fotográfica de Madrid. Entre otras distinciones, obtuvo el Premio Abeja de Oro de la Agrupación Fotográfica de Guadalajara a la mejor colección de seis fotografías, que integran el libro La Otra Ciudad (2005) y que es el origen de su Taller de Fotografía Urbana.

Radicado en Rosario en febrero de 2015, enseguida replicó aquí su taller, donde transmite con un método singular las prácticas inherentes a su propia obra: trabajos de campo con salidas a lo largo de seis meses, en actitud de alta concentración, cultivando lo que él llama la "voluntad de ver", a lo que sigue una edición del trabajo.