El 28 de abril se cumplieron dieciséis años del estreno definitivo de Historia de aparecidos, un documental revelador filmado por el docente de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) Pablo Torello, junto con un grupo de estudiantes, cuya investigación condujo al hallazgo de los restos de Azucena Villaflor, una de las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo, y de la monja francesa Léonie Duquet, que dio cuenta de la metodología implementada durante la última dictadura cívico militar en los denominados “vuelos de la muerte”.

Uno de los aspectos peculiares de la obra nacida en el Centro de Producción Audiovisual de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP, dirigido por Torello, fue su doble final: en primera instancia, hacia 2003, el documental sacó a la luz los testimonios de pobladores de las localidades bonaerenses de Santa Teresita y San Bernardo, quienes aseguraban que los restos de los cadáveres pertenecientes a los “vuelos de la muerte” estaban enterrados en fosas comunes en el cementerio de General Lavalle.

A raíz del impacto de Historia de aparecidos, el Equipo Argentino de Antropología Forense realizó las exhumaciones necesarias para dar, por primera vez, con la identidad de víctimas de traslados aéreos de la dictadura. En total se identificaron cinco cuerpos, entre ellos el de Villaflor y Duquet, lo que motivó la ampliación del documental y su nuevo estreno, en 2005.

En conversación con el Suplemento Universidad, Torello recorrió la historia de ese trabajo y adelantó detalles de su nueva producción, una miniserie sobre el grupo de Cine Peronista de La Plata.

–¿Cómo surgió la investigación y cuál era su objetivo principal?

–El proyecto surge en el caliente verano del 2001-2002 con la propuesta de un grupo de alumnos oriundos del Partido de la Costa que se acercó al Centro de Producción Audiovisual de la universidad, que siempre ha tenido un vínculo con el revisionismo histórico del pasado político de nuestro país, y que consistía en recopilar relatos costeros inéditos en ese momento que podían llegar a reconstruir la última dictadura militar. Algunos de esos pobladores locales aseguraban recordar la aparición de cuerpos en las playas durante aquel período.

–¿En qué momento tomaron dimensión de que el material con el que contaban era más amplio de lo imaginado?

–Hubo tres ejes que marcaron el rumbo de la investigación y que nos permitieron observar que no teníamos solo los relatos. El primero de ellos fueron las actas de los bomberos, que tenían asentados los días en que los cuerpos habían sido encontrados por pedido de la policía, lo cual nos permitió ver que había una causa judicial abierta, porque algún juez se había preguntado quiénes eran esas personas ahogadas. El segundo elemento fue el hallazgo efectivo en el juzgado de Dolores de esos expedientes del año 1977, totalmente olvidados pero presentes, que daban cuenta de lo que sucedía, aunque luego se dejan de apreciar causas ligadas a este fenómeno, porque es posible que alguien le avisó al juez que esos cuerpos los estaban arrojando al mar los propios militares; y el tercer elemento es que en las propias causas el magistrado afirmaba que “no pudiendo identificarse el cuerpo se lo sepultaba como NN en el cementerio de General Lavalle en la parcela 8”. Decidimos ir y encontramos que en el libro del cementerio también estaba en forma oficial detallado el lugar de sepultura de aquellos cadáveres. A partir de ahí nos dimos cuenta de que estábamos posiblemente ante algo muy importante.

"Me llena de orgullo que nuestra producción refunda o construye esta idea de una universidad que abreva del pueblo, que viene de su entorno social".

–¿Qué magnitud le atribuís al hecho de que un docente universitario y un grupo de alumnos hayan sido partícipes de una investigación que permitió la recuperación de esos cuerpos?

–Se trató de una experiencia única que ninguno imaginó al inicio. De hecho cuando se estrena la primera parte del documental nosotros contamos que hay cuerpos que fueron víctimas del terrorismo de Estado, pero no sabíamos que una de ellas era Azucena o la monja Duquet. Hubo un momento en que la investigación se trabó, pero yo tenía las huellas de un detenido-desaparecido en mi casa y no podía hacer nada, hasta que los antropólogos tomaron cartas en el asunto. Lo que me llena de orgullo es que nuestra producción refunda o construye esta idea de una universidad que abreva del pueblo, que viene de su entorno social y que el conocimiento que allí se produce, además de estar generado por personas que venimos del pueblo, nosotros volvemos y lo entregamos para que la sociedad sea mejor.

–En la actualidad trabajás en una miniserie de 13 episodios sobre el grupo de Cine Peronista de La Plata. ¿En qué estado se encuentra el proyecto?

–Es la historia de un grupo de estudiantes de principios de la década del setenta que filmaron todo el proceso, al calor de la militancia universitaria, que supuso entre 1970 y 1974 la elección de Cámpora y el regreso de Perón al país, hasta el momento de su muerte. Esas latas con las cintas fueron escondidas durante la dictadura y recuperadas con la vuelta de la democracia y digitalizadas, de modo que estoy en el proceso de entrevistar a todo ese grupo de militantes que están desperdigados por todo el mundo y que filmaron un material de altísima riqueza. Se trata de un proceso iniciado en 2016, pero con la llegada del gobierno de Macri se desfinanciaron por completo este tipo de producciones encabezadas por las universidades. De hecho hemos realizado con la UNLP algunos trabajos y jamás ninguno de ellas salió en la TV Pública o en el canal Encuentro como pasaba durante el gobierno de Cristina (Fernández). No solo fundieron al país, sino que ocultaron miles de horas de producciones hechas por espacios académicos y pequeñas productoras. Hoy estamos en un proceso de refundación de todo lo que fue el plan de fomento de la TDA, y confiamos en que se le vuelva a dar lugar al trabajo universitario.

–¿Qué importancia le otorgás a la universidad como constructora de memoria sobre el pasado reciente?

–Hay una situación generacional que hace que se desplacen determinados paradigmas o signos de la época y que otros ocupen el escenario, como lo es el feminismo en la actualidad, pero en Argentina hay temas que siguen estando vigentes. Hoy un chico de 19 años tiene una visión más lejana de lo ocurrido en la dictadura, pero con producciones como las nuestras y otras tantas que hay el tema vuelve a estar sobre la mesa. El joven logra comprender lo que pasó en el país, y en ese camino el rol de la universidad pública a la hora de construir memoria es vital. Es un espacio que está para construir sentido, investigar y construir una historia viva de lo que nos pasa como sociedad.