La apariencia de las cosas                                 6 puntos

Things Heard & Seen, EE.UU., 2021

Dirección y guion: Shari Springer Berman y Robert Pulcini, sobre novela de Elizabeth Brundage.

Duración: 121 minutos.

Intérpretes: Amanda Seyfried, James Norton, F. Murray Abraham, Rhea Seehorn, Karen Allen.

Estreno en Netflix.

Hay 15 o 20 minutos en los que La apariencia de las cosas (Things Heard & Seen) se pone interesante. Los indicios acumulados hasta allí invierten su sentido y todo el relato comienza a encarrilarse en dirección opuesta a la inicial. En ese punto las certezas trastabillan y el espectador se ve obligado a revisar sus presunciones, ingresando en una zona de incertidumbre. Hasta ese momento, el film escrito y dirigido por Shari Springer Berman y Robert Pulcini (American Splendor) sobre la base de una novela de Elizabeth Brundage, se había acomodado demasiado mansamente dentro del módulo “joven familia se muda a casa alejada, y ésta resulta no estar tan deshabitada como debería”. Es hacia la mitad del relato cuando éste se torsiona. No es que deje de haber presencias que no debería haber, sino que lo temible, lo desconocido, sufre un desplazamiento inesperado, que afecta incluso al propio género en que la película se inscribe. Una vez instalada esta transgresión, ésta se convierte en la nueva normalidad, y el film vuelve a dar pasos previsibles.

La cita de Emanuel Swedenborg con que se abre el relato hace sonar las alarmas: salvo excepciones (Otra vuelta de tuerca, de Henry James), el terror no suele llevarse bien con la alta cultura. Que George (James Norton, justísimo) y Catherine Claire (Amanda Seyfried, con ojos grandes de susto) sean un profesor de Historia del Arte y una restauradora multiplica los recelos. Pero éstos se verán acallados por el propio relato. Con un puesto flamante de profesor asistente para él, ambos se instalan en una nueva/vieja casa, al norte del estado de Nueva York. En el momento en que llegan, una placa hace saber que el año es 1980. El año de El resplandor: tal vez haya allí una clave. Siglos atrás hubo un hecho de sangre entre sus propietarios. Confirmado: pista a seguir.

Que el rector de la universidad (el siempre sospechable F. Murray Abraham) sea lector ávido de Swedenborg, quien creía en los espíritus y el más allá (hete aquí la pertinencia de la cita), y que se muestre vivamente interesado en celebrar en casa de los Claire una sesión de espiritismo, hace sonar otra alarma, más paladeable: la de ciertos tropos genéricos. Cuando una profesora adjunta (Rhea Seehorn, la socia de Jimmy McGill en Better Call Saul) invita a Catherine a participar de un grupo de mujeres que se reúne en una iglesia, al hipersensible adicto al género le hace eco el título de la novela que dio lugar a El bebé de Rosemary: “Todos brujos”. Mientras tanto, una señora comienza a aparecer por las noches en el cuarto de la pequeña hija de los Claire.

Pero hay otros fantasmas, más próximos y reales, que aquéllos no hacen sino sacar a la luz, del modo en que lo reprimido regresa a la superficie. En ese punto el protagonismo, compartido hasta entonces por George y Catherine, se disocia en otros dos roles clásicos, y el terror de La apariencia de las cosas adopta una perspectiva estrictamente contemporánea.