• Silvina Gvirtz, doctora en Educación, secretaria de Políticas Educativas del municipio de La Matanza: “Creo que no hay que distraer la agenda de las políticas educativas con temas que están claros y explicitados por la ley. La prioridad tiene que ser: resolver la coyuntura convocando a paritaria nacional, ampliar la jornada escolar a ocho horas y trabajar en la mejora de los aprendizajes prioritarios”. 
  • Daniel Goldman, rabino: “Más allá de las declaraciones, hay una gran cantidad de actividades que se dan en el orden del ámbito inter-religioso en los establecimientos escolares, sean ellos de gestión estatal, privada o escuelas de congregaciones. La Escuela de Vecinos, que posteriormente derivó en el Proyecto Scholas podría tomarse cono ejemplo. La Promesa de Lealtad a la Bandera, que venimos realizando desde hace 18 años, conjuntamente escuelas católicas, judías, evangélicas, musulmanas, públicas y laicas privadas en otro ejemplo de la diversidad que se pone en práctica en nuestro país”.
  • Dora Barrancos, historiadora, integrante del directorio del Conicet: “Resultan insólitas las manifestaciones del ministro Bullrich. Nuestra educación se despegó de las valoraciones religiosas desde la sanción de la Ley 1420, y si bien es cierto que algunos regímenes provinciales la han introducido, por caso Salta, se trata de un franco retroceso. Tenemos un estado laico y civilista y la educación debe conservar la neutralidad frente a cualquier ponderación de la dimensión religiosa. Esa circunstancia ha sido predominante, aunque no puede negarse que en algunos momentos del siglo XX hubo recaídas, introduciéndose la religión en el programa educativo. Pero hoy constituiría una circunstancia regresiva y sobre todo amenazante del régimen de la más completa libertad religiosa, garantía para una convivencia democrática y equitativa”.
  • Juan Esquivel, investigador del Conicet y profesor en la Universidad de Buenos Aires. “Lo interesante de la reflexión del ministro radica en la concepción de un Estado pluriconfesional como respuesta a la creciente diversidad religiosa. El quiebre del monopolio católico y el reconocimiento del pluralismo religioso no deviene en un modelo de Estado más laicizante, en términos de una mayor autonomía y neutralidad del Estado para garantizar la libertad de conciencia, sino en un formato que incorpore a las ‘otras’ religiones al espacio estatal”.