La soja superó los 600 dólares y otras materias primas de exportación (maíz, trigo y girasol) registran también fuertes subas. Habrá entonces más dólares por liquidación de exportaciones para recomponer el stock de reservas del Banco Central. A la vez, se sumarán al Tesoro muchos más pesos por el cobro de retenciones aunque no se modifiquen las actuales alícuotas. Estas se aplicarán sobre una base más alta por la suba de los precios.

La economía argentina está recibiendo de este modo un shock externo positivo. Resulta necesario, por lo tanto, adaptar el análisis sobre las perspectivas inmediatas y  evaluar el mayor margen para instrumentar medidas urgentes en el frente sociolaboral.

Por obvio no implica que no deba señalarse que ante un evento inesperado los escenarios planeados quedan alterados. El golpe fulminante de la pandemia es lo suficientemente contundente para dar cuenta de esa elemental observación.

El presidente Alberto Fernández ha mencionado en más de una oportunidad que su candidatura y posterior administración de gobierno, sumando en la descripción a Axel Kicillof en la provincia de Buenos Aires, no incluía en la letra chica de ese contrato social la irrupción de la crisis del coronavirus.

Con reflejos inmediatos y resultados relativos satisfactorios, más allá de la tergiversación de cada día que realiza el dispositivo opositor de derecha, Fernández adaptó diversas políticas del Gobierno para atender una situación sanitaria, económica y social extraordinaria.

Shock

Sin el dramatismo de una pandemia, la economía argentina está recibiendo un shock externo imprevisto. Pero a diferencia del impacto negativo de la covid-19, éste es positivo: desde mediados del año pasado ha comenzado un alza sostenida de las principales materias primas de exportación, destacándose la soja con cotizaciones que en estos días quebraron los 600 dólares la tonelada.

El aumento de los precios internacionales de granos y oleaginosa significa una mejora en el frente fiscal, cambiario y del sector externo. También tiene costos con la denominada inflación importada porque la canasta de exportación es la misma de consumo interno de alimentos. Presión que se está padeciendo desde el último trimestre del año pasado, y que siguió registrándose en el último Índice de Precios al Consumidor correspondiente a abril: el nivel general fue 4,1 por ciento, mientras que el rubro Alimentos y Bebidas marcó 4,3 por ciento.

Como se explicó aquí, el comportamiento de los precios de las materias primas implica una bendición y una maldición a la vez. Lo cierto es que el componente negativo de ese shock externo ya se está absorbiendo en estos meses, reflejado en esa disparidad de la tasa general de inflación y de la específica de alimentos.

Mientras se encaran estrategias particulares para amortiguar lo que queda del impacto de la inflación importada, puesto que es poco probable que por delante se registre otra duplicación de precios de esas materias primas como la de los últimos doce meses, el desafío es cómo rediseñar, con los estrechos márgenes que tiene la política economía local, la cuestión fiscal, cambiaria y del sector externo ante un escenario no previsto.

Vulgaridades

El Presupuesto 2021 quedó desactualizado no porque la tasa de inflación anual será superior al 29 por ciento, sino porque con la cotización de la soja a 600 dólares cambian las proyecciones de crecimiento de la actividad y las metas de recaudación y de acumulación de reservas.

Con una pobreza monetaria del 42 por ciento de la población, de acuerdo a la canasta de bienes y servicios básicos del Indec, desocupación de dos dígitos, informalidad de casi la mitad de la fuerza laboral, ingresos castigados desde hace cinco años y continuación de la pandemia, mantener las mismas pautas 2021 definidas el año pasado sería un desatino de la política económica.

El discurso económico convencional dirá que es tiempo de ahorrar –concepto desvariado cuando se habla de finanzas públicas- y de acelerar el proceso de equilibrar las cuentas públicas. Es momento de eludir esas tradicionales vulgaridades de la ortodoxia que en situaciones de relativa normalidad son disparates teóricos y prácticos, pero en un cuadro dramático como el provocado por la peor crisis global de los últimos 100 años adquiere rasgos bárbaros.

La derecha política, judicial y mediática postula una estrategia sanitaria que deriva en desbordes de contagiados y muertes. Con esa misma concepción del sálvese quien pueda propone un sendero económico de ajuste permanente que profundiza la exclusión y concentración de la riqueza.

Otro mundo

El Gobierno da batalla en el terreno sanitario en cada uno de esos frentes opositores. En el económico no debe quedar atrapado de medidas conservadoras cuando no sólo está recibiendo un shock externo positivo por la suba de la soja y otras materias primas, sino porque se han acelerado los cambios en el escenario mundial por la pandemia.

Los planes de Biden para Estados Unidos, la continuidad del retroceso relativo de Europa y la rápida recuperación y expansión de China definen otro mundo en disputa, ganando espacio uno diferente al del libre comercio irrestricto, apertura indiscriminada y deslocalización de la producción.

Hoy se está transitando hacia otro tipo de discurso político y acción en el mundo económico dentro de esa pelea hegemónica global. La ortodoxia económica está en retroceso, lo que no significa derrotada, pero la pandemia y las tensiones en la cúpula de las potencias ha ubicado nuevamente al Estado en un papel protagonista.

Argentina tiene la oportunidad de ingresar en esa tendencia aprovechando las fisuras que aparecen en ese marco de rivalidad global.

Para lograrlo es conveniente abandonar la quimera de convencer o buscarle racionalidad a una derecha desbocada y con proclamas alejadas de la nueva era que está emergiendo. Como se detalló aquí, esos actores políticos y mediáticos se han radicalizado de tal modo que han quedado a la derecha del Fondo Monetario Internacional.

Además de neutralizar la permanente hostilidad de sectores reaccionarios, la misión principal del gobierno de Alberto Fernández debería ser la de asumir la conducción y coordinación de un ciclo económico en alza.

Esto requiere necesariamente atender las urgencias sociolaborales sin obsesión fiscalista ni pérdida de tiempo de gestión en discutir cada provocación de la red política de derecha.

También resulta imprescindible que, al mismo tiempo, se aproveche la oportunidad (otro superciclo de commodities y las nuevas condiciones del mundo pospandemia) de impulsar iniciativas de mediano y largo plazo que sirvan para transformar la estructura productiva y así desplazar históricas restricciones al desarrollo.

Cuentas fiscales

La emergencia sociolaboral demanda un juego de intervenciones públicas a dos bandas: desacelerar el aumento de precios, en especial el de alimentos, y mejorar el ingreso de la mayoría de la población.

Si por la debilidad relativa de la parte de los trabajadores en las paritarias no se logran mejoras en términos reales consistentes, la opción de un bono extraordinario como se dispuso al comienzo del Gobierno, como también se aplicó al inicio del gobierno de Néstor Kirchner, resultaría un paliativo.

Superada la peor parte de la pandemia en el nivel de actividad y con elevados precios internacionales de materias primas, dejan de ser creíbles los lamentos de sectores industriales concentrados y del complejo agroexportador.

Los primeros han recuperado aceleradamente márgenes de rentabilidad, como lo reflejan los balances anuales de las principales corporaciones (de fábrica de alimentos y de comunicación, entre otras), mientras que los participantes del negocio agropecuario están disfrutando de una bonanza fabulosa.

Es tiempo entonces de poner el foco en el componente de la demanda doméstica que aún sigue débil a causa de cuatro años de castigo económico macrista y casi año y medio de crisis de coronavirus.

Ahora, con la soja cotizando a 600 dólares, el fisco tendrá un mayor espacio para medidas expansivas. Las cuentas públicas tendrán más recursos por la recaudación de retenciones a exportaciones, por un crecimiento del Producto Interno Bruto que será mayor al presupuestado de 5,5 por ciento y por la recaudación del Aporte de las Grandes Fortunas.

El último informe de coyuntura del Ieral de la Fundación Mediterránea detalla la actualización de dos variables clave a partir del nuevo escalón en el que se han ubicado los precios internacionales de las materias primas de exportación:

1. El monto de exportaciones de granos y principales derivados industriales en este año será de 35.900 millones de dólares, lo que implica un crecimiento de 9600 millones respecto al año anterior (+36 por ciento por ciento).

2. La recaudación de la AFIP subirá en el renglón Derechos de Exportación de esos productos. Los ingresos al Tesoro Nacional podrían alcanzar el equivalente de 8600 millones de dólares, creciendo en 2800 millones respecto a 2020. Esto implicaría unos 280.000 millones de pesos adicionales, casi el mismo monto que se recaudará por el Aporte de las Grandes Fortunas.

Reservas

El Banco Central tiene motivos para celebra esa revalorización de la cosecha. Está comprando dólares en cantidad y lo seguirá haciendo en los próximos meses. Ya sumó en lo que va del año poco más de 5000 millones de dólares, recobrando así todo lo perdido el año pasado.

Es notable que semejante recorrido de rápida recuperación de reservas sea casi ignorado por quienes se dedicaban con bastante morbo a contar cada dólar que el Central restaba en los peores meses de 2020.

El aumento del nivel de reservas se produjo por una liquidación record de divisas del complejo agroexportador en el primer cuatrimestre del año, casi el doble en comparación al mismo período del año pasado.

Esas ventas continuarán a buen ritmo porque las condiciones financieras, cambiarias y del mercado internacional son extraordinarias para el sector.

El tipo de cambio real multilateral sigue en niveles adecuados, alejado del fantasma del atraso cambiario que publicita la secta de economistas de la city. El Banco Central elabora un índice que mide el precio relativo de los bienes y servicios de la economía argentina con respecto al de los de los principales doce socios comerciales del país. Lo obtiene a partir de un promedio ponderado de los tipos de cambio reales bilaterales con cada uno ellos. 

El Índice Tipo de Cambio Real Multilateral (ITCRM) se elabora y publica de forma diaria, ponderado por el comercio de manufacturas con los principales destinos de exportación: Brasil, 30 por ciento; Estados Unidos, 13; China, 15; y Zona del euro, 20 por ciento.

El último registro de este mes fue 118,23, que se ubica por encima de casi todos los meses del gobierno de Mauricio Macri. O sea, la actual paridad cambiaria no está atrasada y es todavía más conveniente para la exportación con precios internacionales que más que se duplicaron en un año. Esa cifra es más elevada que la de diciembre 2015, luego de la fortísima devaluación macrista, cuando el ITCM era 85,10.

Con más reservas en la arcas del Banco Central se podrá aflojar un poco la restricción sobre importaciones esenciales para la cadena productiva, lo que aceitaría el sendero de crecimiento de la actividad, y continuar la medida antiinflacionaria de desacelerar la tasa de aumento del tipo de cambio oficial.

Club de París y FMI

La acumulación de reservas en el Banco Central en una economía bimonetaria quedó demostrada como la más efectiva política contingente para atender perturbaciones del mercado cambiario.

Con un horizonte inmediato de más compras de dólares por exportaciones y de reducida pérdida por la cuenta del turismo al exterior debido a las restricciones de la pandemia, resulta clave aprovechar estas condiciones para aumentar las reservas y reforzar el sector externo.

En esta estrategia defensiva básica no tiene sentido perder reservas por pagos al FMI y el Club de París cuando habrá un acuerdo de refinanciación de las respectivas deudas.

En lo que va del año, se utilizaron casi 1500 millones de dólares para cubrir pagos con el Fondo. En lo que resta de 2021 los vencimientos de capital e intereses suman 6800 millones de dólares: 4400 millones con el FMI y 2400 millones con el Club de París.

Sumar y cuidar las reservas fortalece al Banco Central en la tarea de manejar el mercado cambiario, área muy sensible para la estabilidad del dólar y, por lo tanto, de los frentes financiero y económico.

El shock externo positivo altera indudablemente el cuadro general. Para aprovecharlo en toda su dimensión se requiere adaptar la gestión de la política económica para potenciarla en función de mejorar el bienestar general de la población más castigada por las crisis sucesivas del macrismo y de la pandemia.

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