A River se le enfermaron de coronavirus varios titulares; se le contagiaron los arqueros suplentes; jugó con un pibe debutante en primera que es suplente la reserva; le hicieron un gol a los 10 minutos con una falta previa de Tevez a Maidana que no vio el árbitro y se le lesionó una de sus figura Enzo Pérez, quien no pudo salir a jugar el segundo tiempo.

¿Qué más le tenía que pasar al equipo de Gallardo para que esta vez no pudiera con Boca en un mano a mano? ¿ Qué otra plaga debía soportar? Que Angileri y Ponzio no convirtieran sus penales y que Rossi revalidara su chapa de atajador en estas circunstancias. Ese fue el detalle final que evitó que a esta altura se estuviera hablando de “ una victoria épica de River que deja una marca indeleble en la historia” e impidió que se estuvieron levantando altares en todo Núñez y en los estudios de televisión para venerar al chico Leo Díaz que tuvo una gran actuación, pero no alcanzó para que su equipo volviera a amargar a Boca como venía ocurriendo muy seguido en las veces que quedaban cara a cara.

Una de las claves de este cruce superclásico estuvo en los arcos. En lo que hicieron uno y otro equipo para jaquear a los arqueros y en la forma en que ellos se defendieron de esos jaques. El foco, por supuesto, estaba puesto, inicialmente, en el pibe de River, nacido el 27 de enero del 2000, 1.80m de estatura con el antecedente de haber atajado en un partido contra la India en el torneo de la Alcudia y de haber cometido una especie de blooper en un centro rival regalando el primer gol. Ya clasificado el DT había puesto a los suplentes y Díaz sufrió ese gol y otro de tiro libre, en el que no tuvo ninguna responsabilidad.

En la Bombonera sin público (un punto a favor para atenuar los nervios del debut), el pibe que había recibido todo el apoyo de Fillol en la previa, tocó la primera pelota con el pie en el arranque y la mandó a los palcos, tocó el balón por primera vez con las manos a los 9 minutos con un pelotazo de Rojo para Villa que controló sin dificultad y sobre el pucho vio como se le metía el balón contra un palo, impulsado por el hombro de Tevez. Su atlético vuelo le dio una mayor espectacularidad a ese gol. Un remate bajo de Almendra contenido sin problemas fue otra de sus intervenciones en la primera etapa. ¿Pudieron exigirlo más? Sí, si los de Russo se hubieran propuesto patear más de lejos para probarlo o si hubieran buscando más en los tiros de esquina las cabezas de Izquierdoz y Rojo.

En el segundo tiempo, ya sin los nervios de punta, Leo Díaz le tapó a Tevez un remate de lejos, un mano a mano y otro tiro peligroso tras un centro de Pavón. Hasta ahí ganaba lejos el duelo de arqueros contra Rossi que había salido muy mal en un centro en una jugada que pudo terminar en gol y había reaccionado poco ante el cabezazo de Julián Alvarez que sí se fue a la red.

Pero cuando llegó la definición por penales el duelo tomó otro cariz. El chico de River atajó la pelota sorprendido como quien recibe un regalo que no esperaba en la sutileza canchera de Cardona, pero no pudo hacer nada con los remates potentes de Tevez, Izquierdoz, Villa y Bufarini. En este último tiro mostró la intención de hacerle caso a Gallardo que gritaba que se la iba a cruzar, pero cuando se movió a su derecha la pelota estaba entrando por el otro lado.

Rossi, que tiene un buen promedio histórico en eso de atajar penales, le compró un buzón a Alvarez, casi ataja el remate de Montiel e hizo las diferencias con Angileri y Ponzio. El defensor pateó con un fierro y Rossi voló hacia su izquierda para tapar con las manos. El volante no le dio tan fuerte, a la derecha del arquero, que ya estaba ahí cuando llegó el tiro. Los dos penales contenidos por el de Boca lavaron su actuación sin relieve en los 90 minutos de juego y resultaron vitales para el desahogo de su equipo.

La historia del superclásico dará con el tiempo un lugar de privilegio para los dos arqueros. Lo sabe bien Rossi que saludó cariñosamente y felicitó al pibe Díaz cuando terminó todo. Se lo merecía.