Catamarca atraviesa sus peores semanas desde que se inició la pandemia. El aumento de camas, la decisión de instalar nodos de testeo y el acatamiento de las medidas decretadas por el gobierno nacional, han permitido comenzar a paliar el impacto de la segunda ola que ya cosecha 186 muertes, según el último informe en la provincia.

El panorama puede ser desolador si se concentra solamente en las fiestas clandestinas y la falta de acatamiento, sin embargo, almas como las del personal de salud que ofician una entrega total al servicio de la comunidad, son un atisbo de luz en esta lucha.

Catamarca/12 reflejó en su informe de ayer la experiencia de Eric Reales, Jefe del Servicio de Enfermería del Hospital Carlos Malbrán, y de familiares de fallecidos por el virus, que de manera valiente y con mucha empatía expusieron su dolor como modo de crear conciencia sobre las consecuencias de la enfermedad.

Verónica Agüero es médica del Ministerio de Salud y atiende a pacientes pos covid. Sin duda una de esas almas que hoy hacen falta y se agradecen.

-¿Cuándo comienza a trabajar específicamente con la patología de covid?

-Comenzamos desde el momento en que sale el decreto presidencial del aislamiento preventivo y obligatorio allá por marzo del 2020 cuando se inicia la pandemia.

-En ese momento se hablaba de una patología que desembarcaba en el mundo de la que no tenían mucha información, ¿Cómo se comienza a trabajar y a especializarse en el tema?

-Era leer mucho, era intercambiar información quizás con otros colegas. Quienes teníamos la posibilidad de hacerlo con colegas que están en otros países, servía. Sumaba, ver reportes periodísticos, ya que en otros países el virus atacaba de otra forma. En ese momento Catamarca no tenía casos, sino hasta el mes de julio que comenzamos a tenerlos, y el inicio fue con un consultorio. En ese momento la información era que si tenía fiebre o dolor de garganta podía ser covid, eran los dos únicos síntomas que en ese momento tenían trascendencia clínica. En esa instancia hacíamos foco en la prevención como el lavado de manos, el uso del alcohol y del barbijo. Hasta ahí era la información que circundaba, creo que muchos profesionales acudimos también al uso del internet para interiorizarnos un poco más, tratar de conocer al virus que inclusive creo que al día de hoy no lo terminamos de conocer, así que esa fue la manera en que iniciamos con esto.

-¿Cuándo comienza a tomar otro matiz la situación, es decir, de aquellos primeros síntomas?

-Bueno, iniciábamos con un consultorio donde estaba el médico de guardia y dos enfermeras, comienza a aumentar el número de pacientes que acudían a la consulta, porque se había establecido que el único lugar para el área covid era el Hospital San Juan, hasta que se inauguró el Hospital Monovalente Malbrán que estaba destinado a dedicarse específicamente a la patologías de covid. Por otro lado, el SAME que hacía los testeos, los bloqueos epidemiológicos junto con la gente del COE, y así iniciamos. Luego comienzan a aparecer otro tipo de síntomas, otro tipo de presentaciones, se sumó la cefalea, la pérdida del gusto, la pérdida del olfato, la tos y luego los síntomas gastrointestinales. Antes, nosotros en el área respiratoria no atendíamos a pacientes con patologías relacionadas a lo abdominal, hasta que comenzamos a darnos cuenta e inclusive recibir información de que el covid también tenía presentación como una gastroenteritis, la diarrea y vómitos acompañados de la deshidratación con sus complicaciones posteriores si el paciente demoraba en asistir a la consulta.

-Esto fue avanzando de tal manera que hoy el área covid del San Juan es el segundo centro provincial de atención a pacientes covid.

-Así fue, iniciamos con un número de camas muy reducido y hoy estamos llegando a las 80 camas, donde se lo contiene al paciente, se lo interna y esto es lo llamativo de esta última etapa: la necesidad de la internación. Aunque siempre se está haciendo hincapié desde el COE en cuanto a los cuidados, porque no hay otra manera de prevenir esto, y la cantidad de dosis que se han aplicado, si bien estamos seguros por un lado porque la comorbilidad debe disminuir, los casos aumentaron, lo que no quiere decir que las cosas se hayan hecho mal, sino que por ahí la gente no ha tomado la conciencia real de lo que esto significa.

-¿Por qué cree que puede ser esto?

-Quizás porque no le ha tocado de cerca o porque no cree en la agresividad del virus o por alguna cuestión personal, cada uno sabe lo que tiene que hacer. Yo creo que ni Salud ni Seguridad debe andar detrás de una persona para pedirle que se cuide o cuidándolo como a una criatura para que use el barbijo y tome los cuidados. Si sabemos que en nuestros domicilios conviven con nosotros gente mayor, nuestros abuelos o nuestros hijos, debemos cuidarlos, porque no solo sufre esto el de afuera.

-¿Cómo se vive esto en esta dualidad de ser profesional, pero también madre, padre, hija o hijo?

-Nosotros como profesionales tenemos el mismo miedo que vive una persona afuera porque también tenemos hijos, padres y tenemos que volver a nuestra casa. No sabemos si volvemos, porque no sabemos si nos contagiamos. En mi caso en particular yo me contagié de covid y se lo transmití a mi hijo y entonces eso está latente y por supuesto que afecta de sobremanera el contagiar a tus seres queridos. A mi hijo y a mí nos tocó pasar una Navidad y un Año Nuevo quizás peor que el resto, porque estábamos aislados y solos. Te quiero decir con esto que más allá de lo profesional, somos seres humanos con una vida, y esa angustia está siempre, el hecho de ir más allá, de que uno entrega todo, porque no estamos obligados a ir, lo hacemos por vocación; porque nos preparamos para esto. Lo hacemos porque detrás de lo científico tenemos una parte humana que motiva a estar al pie.

-¿Cómo es una guardia, en su caso, una noche en el área covid del San Juan?

-Yo particularmente, de los siete días de la semana, estoy cinco noches ahí. En este momento, por supuesto, las cosas han cambiado, es de público conocimiento el incremento del número de casos positivos, por lo tanto recibimos muchísima gente. Quizás antes, en una etapa anterior a esta, podíamos tomarnos un descanso que ahora no lo tenemos porque la gente acude. La gente nos necesita, y porque tratamos de brindar nuestra atención y nuestra contención. Para los pacientes no es fácil entrar ahí y tampoco creo que sea fácil entrar al Malbrán.

-¿Qué implica ingresar a un hospital por covid?

-Los que ingresan dejan su familia y sus afectos detrás de una puerta, y eso es lo difícil esa soledad. Es no tener con quien hablar, quien te dé la mano, o quien te ayude quizás hasta para poder ir al baño. Pero no es porque las enfermeras o médicos no podamos ayudarlos, sino es porque estamos tan sobrepasados que a veces no se puede o nos hemos sentido colapsados en algún momento: digo colapsados por la cantidad de gente, no porque no tengamos los medios necesarios para salir adelante.

-¿Qué pasa cuando un paciente muere?

-Esa es la parte fea. Ni qué hablar. A mí particularmente me afecta muchísimo porque he vivido experiencias que movilizan. Durante la noche, cuando el resto duerme, tener que asistir a un paciente en situación límite al punto de perderlo, a mí me deja muy golpeada y lo tengo que canalizar por otro lado para poder seguir, porque es como llorar. Secarte las lágrimas y salir adelante porque debés poner tu mejor cara, ya que hay pacientes que te necesitan, que necesitan de tu sonrisa, de tu energía y de tu fuerza.

-¿Ingresar cada noche a una guardia es saber que podés encontrarte con la muerte?

-Exacto es así. No sé si a otros colegas les pasará así, pero es como que la percibimos, muchas veces en la mirada, más allá del cuadro clínico, y tratamos de estar ahí, y hacemos y damos todo. Todos los equipos están preparados para hacer y darlo todo, porque una palabra de aliento es sumamente necesaria. Tenemos que estar preparados tanto para acompañar a la persona en ese instante y al familiar después.

-¿Hasta dónde se acompaña?

-Y… es ahí donde debemos sacar todas las fuerzas, porque a veces cuando ya hicimos todo lo científicamente posible, cuando ya sabés que no hay nada por hacer, muchas veces yo o las enfermeras tomamos la mano del paciente hasta que cesan sus funciones vitales.

-Muy duro…

-Sí. También hay otras situaciones que te conmueven muchísimo, más allá de que en mi caso yo ya llevo 23 años de esta profesión y que cada vez la amo más; y es que un paciente antes de ser intubado te pida: “Doctora, no me deje morir”.