Que a una zona del cine contemporáneo argentino le importa tratar las relaciones familiares queda a la vista en los títulos de dos de las tres películas con las que se cerró la Competencia Argentina del 19º Bafici: Otra madre y Una hermana. La primera de ella es el opus 2 del realizador cordobés Mariano Luque, de quien tres años atrás se había conocido Salsipuedes, dura película sobre la violencia familiar y experimento extremo sobre el plano fijo. En lo único que Otra madre se le parece es en algún que otro plano fijo y sobre todo en el protagonismo de Mara Santucho, que allí era la mujer que soportaba en silencio el castigo físico de su marido y aquí es la madre separada a cargo de sus hijas, viviendo en casa de su propia madre. Ópera prima de las realizadoras Sofía Brockenshire (que es canadiense) y Verena Kuri (que es alemana), Una hermana narra la desaparición de una veinteañera, víctima tal vez de un femicidio. Segunda película de otro realizador cordobés, Matías Lucchesi, de quien tres años atrás se había conocido la premiada Ciencias naturales, El Pampero presenta a Julio Chávez intentando olvidar una grave enfermedad a bordo de un velero, al que sube una chica en fuga.

Vida doméstica, crianza de las hijas, problemas laborales, una abuela estuporosa, aspectos de “gente común”, la pileta de la cocina, el calefón y el lavarropas como figuras retóricas esenciales: Otra madre responde a cierta veta del cine argentino cuya ambición parecería residir en mimetizarse con la cotidianidad hasta disolverse en ella. Apenas algunos planos de la protagonista, Mabel (Mara Santucho), fumando a solas, hacen pensar que esta mujer posee una interioridad que trasciende los gestos generalizadores de lo cotidiano. Generalizadores al punto de la duplicación: a partir de cierto momento surge una segunda protagonista, la otra madre del título, dueña de la tienda donde Mabel trabaja (Ana Bianco), a la que la cámara sigue con la misma indeterminación con la que podría seguir a una, dos o tres madres más. Aunque la fotografía de Eduardo Crespo es, por cierto, magnífica. Es raro, porque la película previa de Luque, en la que la cámara escrutaba con una fijeza cruel, era lo contrario de ésta. Habrá que ver qué pasa en la próxima.

Otra madre, de Mariano Luque, tiene una excelente fotografía a cargo de Eduardo Crespo.

Una mañana muy temprano, un auto aparece prendido fuego y una chica, desaparecida. Ante la indiferencia policial y jurídica y la desesperanza de la madre, su hermana inicia una búsqueda que es imposible saber si arrojará resultados. A eso se reduce Una hermana en términos argumentales, porque en ella la cosa pasa --y esta es otra tendencia del cine argentino contemporáneo-- por lo que transmiten los planos en términos de tempo, de respiración, de corporeidad y sensorialidad. Ya los planos con los que se abre la película, planos distantes de la ruta en medio de la noche cerrada, iluminada apenas por los focos de un auto, luego por las luces de un par de linternas y más tarde por el auto en llamas al borde de un curso de agua, son de los que se impregnan fuertemente. Y lo que sigue es semejante, gracias al notable trabajo de tres fotógrafos que se desempeñan tan bien en la niebla diurna como entre las sombras. Pero no es pura formalidad lo de Una hermana: aquí asoma una Argentina del desamparo. Sobre todo cuando se trata, como es el caso de la familia protagónica, de gente de pocos recursos. Y todo se desprende de la pura imagen, sin el menor subrayado. Un debut para seguir, el de Brockenshire y Kuri. Y también, dicho sea de paso, el de la protagonista, Sofía Palomino, que está excelente.

Una hermana, un debut para seguir el de las directoras Brockenshire y Kuri.

Como bien señala en el catálogo del festival Javier Porta Fouz, director del evento, de Un oso rojo (2002) a El otro (2007), pasando por Extraño (2003) y El custodio (2006), Julio Chávez fue puliendo un mismo personaje solitario, hermético y taciturno. Tras varios años de silencio (si algo lo define es justamente el silencio), ese personaje reaparece en El Pampero, donde un Chávez anónimo, como corresponde, da vida a un hombre visiblemente adolorido, que emprende un viaje en velero. Su rostro es el de alguien que parece haber recién recibido una muy mala noticia, y más allá de ello no da la sensación de haber sido una persona muy sociable tampoco antes. Por eso es que cuando encuentra a una chica escondida en el baño del velero (Pilar Gamboa), para peor manchada de sangre, lo que quiere hacer es entregarla a Prefectura. Salvando un giro hacia el thriller, que por suerte es tímido y no muy relevante, El Pampero también es, como Una hermana, un film construido plano a plano, en el que lo que habla, lo que cuenta, son los rostros, gestos, acciones, miradas y silencios. Toda la primera parte, sobre todo antes de la aparición de Pilar Gamboa, es puramente observacional, con Chávez manejando el timón, las velas y los mástiles en el más absoluto silencio. Después de eso no habla mucho más, y Gamboa, que está excelente, tampoco cuenta demasiado sobre el origen de la sangre. Fotografiada por el dotado Guillermo Nieto, El Pampero es una película hecha de elipsis, narrativas y dialógicas, inmejorable broche para la Competencia Argentina del 19º Bafici.

* Otra madre se verá por última vez mañana a las 15.05 en el Village Recoleta 7

* Una hermana, mañana a las 18 en el Village Recoleta 5

* El Pampero, el domingo a las 15.30 en el Village Caballito 8