Durante el cuarto trimestre del año pasado cerca de 1,15 millones de personas realizaron trabajo doméstico remunerado en casas particulares, un 21,6 por ciento menos que en el mismo período de 2019. Eso significa que 317.947 personas perdieron su empleo en apenas un año, según un informe de la Universidad Nacional de Avellaneda (Undav). 

El servicio doméstico es una de las actividades más importantes entre las mujeres, pues es donde tienen mayor participación. Se trata de una salida laboral para muchas personas que se incorporan al mercado laboral en una edad avanzada (la mayoría de las trabajadoras domésticas tienen entre 35 y 54 años). Como se trata de una actividad con un alto nivel de informalidad (69,5 por ciento), solo el 1,5 por ciento de las personas que perdieron su empleo en el servicio doméstico cobró un seguro por desempleo.

A su vez, las cifras demuestran que la situación de las trabajadoras en casas particulares se volvió aún más vulnerable por el impacto de la pandemia de la Covid-19 respecto a lo que era antes.

El trabajo doméstico remunerado tiene gran peso en la estructura ocupacional y cumple un rol fundamental en el sostenimiento de la organización social del cuidado, ya que provee servicios que son esenciales para el desarrollo y bienestar de las personas, en un sistema público que satisface estas necesidades de manera insuficiente o deficiente. Sin embargo, los especialistas coinciden en que su contribución no tiene el reconocimiento que merece.

“El empleo doméstico ocupa un lugar muy importante en nuestra estructura ocupacional, más o menos entre el 5 por ciento y el 7 por ciento de la población económicamente activa y representa el 20 por ciento de los asalariados. Es un sector muy importante, pero carece de reconocimiento. Con esto quiero decir que es uno de los sectores peor remunerados y más precarizados y esa falta de reconocimiento es una consecuencia de la desvalorización que tiene el trabajo en el hogar.” explicó a PáginaI12 Cecilia Gonzalez Bonorino, integrante del Observatorio de Políticas Públicas de la Undav. 

El salario que perciben por su empleo ubica al 38 por ciento de las trabajadoras domésticas dentro del 10 por ciento de la población con menores ingresos. El hecho de que la mitad de estas trabajadoras (51,1 por ciento) son jefas de hogar y el 87 por ciento tiene niños a cargo muestra la situación de especial vulnerabilidad que enfrentan en el contexto actual.

Por otra parte, según la última Encuesta Nacional a Trabajadores sobre Condiciones de Empleo, Trabajo, Salud y Seguridad, el 87 por ciento de las empleadas domésticas tiene a cargo menores de 18 años, de las cuales el 31 por ciento tiene hijos menores de 5 años. Esta situación demuestra, la doble carga de las tareas del cuidado (el trabajo doméstico y de cuidados remunerado en el mercado y no remunerado en el hogar) que además limita su participación en el mercado laboral.

“Me parece importante entender una cuestión, estas mujeres quizás cobran una asignación universal por hijo o una tarjeta alimentar o algún tipo de asignación pero es fundamental entender que esa asignación está dirigida a sus hijos o hijas. Cuando uno analizada lo que es el ingreso no alcanza para satisfacer las necesidades básicas de esa mujer. Para poder pensar de que manera empezar a solucionar esta situación nos encontramos con el alto índice de informalidad que tiene el sector. Esto genera que sea muy difícil definir políticas públicas dirigidas a estas mujeres porque no se las puede identificar. El IFE lo había conseguido pero hay que pensar nuevas estrategias para lograr atender la situación de vulnerabilidad que hoy están sufriendo las mujeres en el marco de la pandemia que estructuralmente se dieron en una situación precarizada pero que en este marco todavía es mucho peor” concluyó Bonorino.