LRA 3 Radio Nacional Santa Rosa fue tomada la noche del sábado 9 de junio de 1956. Durante casi doce horas La Pampa sería recuperada para el peronismo derrocado en el ‘55 por la intitulada Revolución Libertadora. La proclama que leyó un locutor improvisado, el militante Dante Pracilio, resultó una mojada de orejas para Aramburu y Rojas. En la mañana del 10, aviones Catalina y Avro Lincoln que habían salido de su base en Villa Reynolds, San Luis, soltaron sus bombas sobre la planta de la emisora. Estaba a 35 cuadras del centro y sigue hoy en el mismo lugar, sobre la avenida Alfredo Palacios 950. Hace 65 años el campo dominaba el paisaje que hoy fue ganado por la ciudad. Las esquirlas, cuentan los pampeanos, todavía andan por ahí, como fantasmas de plomo y metralla.

Los civiles y militares que lideraba el joven capitán Adolfo César Philippeaux – tenía 31 años – fueron los únicos que lograron su objetivo en todo el país. Cuando ingresaron al estudio se garantizaron la difusión del documento a una porción grande del territorio nacional. LRA 3 tenía un transmisor de 20 kilovatios. Suficiente alcance para que el mensaje llegara a centenares de kilómetros a la redonda. La radio solía entrar limpia a la madrugada desde Buenos Aires a Santiago de Chile. En otros lugares de la Argentina, la revuelta del general Juan José Valle había sido aplastada. Clarín anunciaba en su tapa con un título premonitorio lo que pasaría en las horas siguientes: “Será fusilado en el acto todo perturbador de la tranquilidad”.

La historia es conocida. De los basurales de José León Suárez a La Plata y de Lanús a la antigua penitenciaria de la avenida Las Heras -en lo que ahora es un pulmón entre Palermo y Barrio Norte – 27 civiles y militares fueron ejecutados. Otras cuatro muertes completaron la estadística de la Revolución Fusiladora, como la llamó Rodolfo Walsh. En La Pampa habían decidido la pena capital para Philippeaux y su grupo apenas fueran capturados, pero la orden nunca se cumplió. Detenido en San Luis, al ex jefe de la escolta presidencial de Perón le habían reservado el mismo final que a Valle. Pero el avión que debía conducirlo a Bahía Blanca nunca partió. Oficiales de la Fuerza Aérea sabotearon el vuelo y zafó del paredón. Le conmutaron la sentencia por prisión hasta que lo indultó el gobierno de Arturo Frondizi.

Gentileza Nadia Villegas (Radio Nacional Santa Rosa)

Los peronistas que habían controlado la radio entre la noche del 9 y la mañana del domingo 10 venían planificando la toma de Santa Rosa al menos desde abril. El gobierno de facto estaba al tanto y los dejó actuar. En un expediente judicial, el oficial de la Policía Federal José Josepes contó cómo habían llegado ese mes a Santa Rosa en el Ferrocarril Sarmiento, “el general Tanco (Raúl) y un teniente coronel, con quienes (el capitán Philippeaux) se trasladó hasta el distrito o su domicilio, donde permanecieron seis horas juntos”. Los hechos de hace 65 años han sido documentados en la provincia con rigor académico y documental. Jorge Luis Ferrari escribió el libro El de 9 junio de 1956 en La Pampa y Mariano Ananía dirigió la película Bombardeo a Radio Nacional Santa Rosa para la serie Pampa Libre. Son las principales fuentes de esta nota.

El abogado justicialista Agustín Nores Martínez era el jefe civil del movimiento. Los golpistas de la Libertadora lo seguían de cerca. Las detenciones de cinco militantes en los días previos al 9, Manuel Gavilán, José Nemesio Chumbita, Rubén Sierra, Gregorio Saraste y Natalio José Masseroni, lo pusieron sobre aviso. Se escondió en el Parque Luro, donde hoy existe una reserva natural de ciervos, jabalíes y guanacos alrededor de un castillo estilo francés que empezó a construirse en 1910.

Philippeaux y Nores Martínez condujeron la efímera toma de Santa Rosa que alcanzó a la Gobernación, el cuartel general del Distrito Militar, el Departamento de Policía, el centro de la ciudad y la planta transmisora de la entonces llamada Radio del Estado (hoy Nacional). Desde la noche y hasta las 8 de la mañana del 10, la emisora que había sido tomada sin resistencia, alargó las horas entre proclamas, convocatorias a levantarse dirigidas a los trabajadores y marchas militares. Una demostración entre polifónica y policlasista. Duró hasta poco más allá del amanecer, cuando empezaron a llegar malas noticias desde Buenos Aires.

A esa altura el contraalmirante Isaac Rojas había propalado su comunicado de represalia. Dice Ferrari en su tesis convertida en libro: “En ese mensaje se afirmaba que las fuerzas de represión habían controlado totalmente a los insurrectos en todo el país y que Santa Rosa, el último bastión rebelde, estaba aislada y solo era cuestión de tiempo su rendición”. Los medios nacionales utilizaban significantes que ya se impondrían a sangre y luto veinte años después: “subversivos” y “terroristas”, empezaban a leerse en las páginas de Clarín y La Nación. El primero publicó el 12 de junio que el levantamiento de Valle “tenía designios continentales. Al intervenir el comunismo se pretendía extenderlo a toda América”. En Estados Unidos el macartismo estaba en su apogeo. Un déja vu que volvemos a percibir en estos tiempos.

No era un soviet lo que pretendían instalar Valle, Tanco, los civiles y uniformados que los seguían. Las proclamas leídas durante la ocupación de Radio Nacional y las propaladoras pampeanas Nueva Provincia y Argentina se completaron con la toma de la Radio Estación Central de Policía. Las comunicaciones habían sido controladas por los comandos peronistas. Un objetivo crucial en un momento como ése. También había sido liberado de prisión el primer gobernador peronista de la flamante provincia Eva Perón, después La Pampa: Salvador Ananía (1952-1955).

Aquella noche-madrugada del 9 de junio se fusilaba en José León Suárez mientras La Pampa era declarada en rebeldía. Con la mañana y las bombas para el desayuno que tenía preparadas la aviación, LRA 3 pasó a ser un blanco fijo. Los aviones Catalina y Avro Lincoln lanzaron proyectiles que causaron daños menores cuando la planta transmisora ya había sido evacuada. Las órdenes de fusilamientos del interventor de la provincia Martín Garmendia nunca se cumplieron. Vecinos de Santa Rosa abandonaron la ciudad por temor a morir, acaso como un reflejo de lo que había ocurrido un año antes en la Plaza de Mayo. El 10 de junio que bombardearon Radio Nacional Santa Rosa ya nadie ofrecía resistencia. Cuando avanzó el regimiento 13° de la vecina Toay sobre su objetivo, no habían quedado más que un transmisor, un micrófono y un edificio con cicatrices de un ataque de las que hoy no queda nada.

 

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